Capítulo 14

2.7K 192 24
                                    


Leilany Silver

¿Qué se supone que estaba planeando este chico?

Tiene esa maliciosa mirada que me incita a pecar pero no sé qué tan bueno puede ser eso.

Hace no demasiado me comporté horrible con él, tal vez producto de mis celos mezclándose con mi modo de periodista.
Y ahora... Él parecía calmado, no como hace minutos en la carretera ni como cuando me comió la boca de forma tan agresiva.

Cosa que logró prenderme.

A veces odio a mis hormonas y su facilidad de alborotarse cuando se trata de este hombre.

—¿Leilany? — me llama Erick, vuelvo a la realidad dejando a un lado mis pensamientos—. ¿Me invitas a tu casa?

—Pensé que tenías una reunión con Fiamma.

—Y la tengo, pero es dentro de media hora.

¿No pretenderá que en media hora nosotros...?

—Además, ella es paciente y puede esperar unos minutos por mí. — dijo sonriente.

Oh, mierda.

Él realmente quería tener sexo, y yo pensando que era la única urgida...

—Espero que no pretendas dejarme así después de todo lo sucedido hoy. Primero me masturbo pensando en ti, después me calientas en mi oficina y ahora parece que ni siquiera me quieres invitar a tu casa. — dice rodeando los ojos con fingida molestia.

—Lo primero no ha sido mi problema. — digo a la vez que abro la puerta del auto y salgo de este.

Erick imita mi acción para después caminar juntos hasta la entrada de mi casa.

—No, pero estoy seguro de que me has imaginado masturbándome en la sala de reuniones. — dice sonriente, me dedico a abrir la puerta y entrar a casa, él hace lo mismo y cierra la puerta tras su cuerpo—. Puedo incluso asegurar que te ha calentado el hecho de saber que te adueñaste de uno de mis orgasmos sin siquiera estar presente.

Odio que me conozca tanto.

—¿Eh, Leilany? — susurra abrazándome por detrás, en estos momentos no sé si centrar mi atención en su voz susurrada tan cerca de mi oído o de su erección presionando contra mis nalgas—. ¿Lo has hecho?

¿De qué me sirve negarlo?

—Si. — admito en voz baja.

Su suave risa me eriza la piel, lo siguiente que siento son sus dientes atrapar el lóbulo de mi oreja.

—Amo cuando me dices las verdades claras. — dice bajando sus labios al hueco de mi cuello.

Me es inevitable aguantar los jadeos, mis pulmones me dificultan la respiración cada vez que sus labios se posan en mi piel.

Esto no es bueno y, sin embargo, sólo sé que quiero más y más.

—Erick, por favor. — me escucho a mí misma suplicándole.

Sentir las intensas palpitaciones en mi coño estaba siendo incómodo. Ya sabía que mi sangre había bajado a esa zona. Sabía de sobra que estaba excitada y que necesitaba más.

—¿Tu cuerpo reclama el mío?

Quiero decirle que si, pero sus dedos se cuelan entre mis piernas y de mis labios se escapa un gemido con su nombre. Solo es necesario para que sepa que si, que mi cuerpo reclama el suyo.

—Vamos a tu habitación, bonita. — susurra él.

Lo guío hasta allí, nada me importa en estos momentos más que sentir el roce de su cuerpo contra el mío.

—¿Si tienes condones, verdad?

—En el cajón de la mesita. — indico señalando este con la mirada.

Él se apresura en tomar uno y dejarlo sobre la cama para no olvidarnos, seguido vuelve a centrar su atención en mí.

—Desnúdate. — indica.

Quiero pedirle que lo haga él pero me siento tan cachonda en el momento que me deshago de mi ropa en menos de nada.

Él imita mi acción pero con calma, su camisa toca el suelo y mi mirada sigue el movimiento de sus manos cuando baja su pantalón.

—Túmbate en la cama. — ordena deshaciéndose de la última prenda que cubría su cuerpo.

Hago lo que me pide y por inercia separo mis piernas. Lo veo sonreír con mi acción a la vez que se coloca el preservativos en su miembro.

—No voy a ser suave.

—No quiero que lo seas.

Nuestras miradas chocan. No sabría decir con certeza quien de los dos estaba más excitado.

Su boca hace contacto con la mía una vez más, lo siento acomodarse entre mis piernas antes de adentrarse en mi, brindándole todo el placer que esa simple acción puede causar.

Ambos gemimos.

Tal vez porque nuestros cuerpos saben lo deliciosa que es esta acción.

Podría acostumbrarme a esto sin ningún problema, a tenerlo besándome, acariciándome, penetrándome... A todo, siempre y cuando fuera con él.

Ese día el cielo se quedó corto para nosotros porque los orgasmos nos llevaron incluso más allá. Erick tenía razón, no fue para nada suave. Sus caderas chocaban con las mías con fuerza, llenándome cada vez que entraba en mí. Me demostró que también es bastante hábil con las manos y con la lengua, haciendo fantasías con estas.

No hay palabras suficientes para especificar todo lo vivido esa tarde, lo inefable que se sintió cada roce, cada beso y cada simple mirada.

Si esto no era magia, que bajara Dios abajo a decirlo.

Pasó media hora... Y otra, y otra...

La reunión que Erick tenía no llegó a darse porque su cuerpo no quería despegarse del mío. Y honestamente, el mío tampoco quería abandonar el suyo.

Magnate Colón Where stories live. Discover now