Capítulo 24

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Leilany Silver

Decir que la casa de Erick era una fantasía se quedaba corto. No es como si estuviera en muchas casa lujosas en toda mi vida pero esta era mejor que la de cualquier película que echan en la pantalla grande.

Probablemente el diseñador de interior fuera el mismo que el de su oficina, tenía un toque muy similar.

El color de las paredes, la decoración, cada pequeño detalle... Todo era perfecto.

Recorrí toda la planta baja en menos tiempo del esperado y acto seguido me dispuse a ir al segundo piso, las escaleras de cristal fueron lo que más me llamó la atención allí.

No quiero imaginarme a un Erick borracho subiendo estas escaleras...

Las paredes están pintadas del mismo color que el piso de abajo, al fondo del pasillo hay un gran espejo. O eso parecía ya que al acercarme se ve con claridad el exterior.

¿Una ventana-espejo? Bah, cosas demasiado modernas para mí.

Me adentro en una de las habitaciones, la única que tiene las paredes pintadas de otro color. Una amplia cama con sábanas de colores oscuros llama mi atención, también hay un gran armario que llena toda la pared del cual una de sus puertas está abierta. Mi mirada va hasta las mesitas de noche, encima de una está el celular de Erick así que no tardo en darme cuenta que esta es su habitación.

Volteo, dispuesta a salir de allí y darle su privacidad, pero entonces la otra puerta que había en la habitación se abre y de allí sale Erick recién duchado.

—Perdón. — soy rápida en decir cuando nuestras miradas se cruzan, lo único que cubre su cuerpo es la toalla que está envuelta en su cintura, de su cabello caen pequeñas gotas de agua como las que resbalan por su abdomen.

—No tienes que disculparte, te dije que te sintieras como en casa. — dice sonriente antes de acercarse a la puerta del armario que estaba abierta para sacar de allí su ropa.

Empieza colocándose un bóxer de color negro, seguido pasó la toalla por su abdomen y mi mirada siguió el movimiento, para después colocarse una sencilla camiseta de color blanco. Lo veo ponerse unos calcetines tobilleros antes de poner un pantalón vaquero y un cinturón en su cintura.

La madre que me parió.

Nunca lo había visto con aires tan informales.

—Se te está cayendo un poco de baba. — se burla él mientras cierra la puerta del armario.

—Ugh, no me molestes... Es que te ves jodidamente atractivo.

—Gracias por el halago, amor. — dijo sonriente.

Se acerca hasta mi, sus brazos rodean mi cintura al tiempo que su nariz roza la mía.

—¿Podrías pasarme a la empresa de Zabdiel? — cuestiona—. Necesito recuperar las llaves de mi auto.

—¿Después debo de llevarte al departamento de él para ir a buscar tu auto? — pregunto rodeando los ojos en fingida molestia.

—Pues... Si. — dice antes de atrapar mi labio inferior con sus dientes—. Si no quieres puedo pedir un taxi, tampoco voy a aprovecharme de ti.

—Shh, cállate. — susurro antes de besarlo.

No era molestia para mí tener que llevarlo a ambos lugares, no me iba a morir en el intento... Ahora simplemente quería disfrutar del suave tacto de sus labios sobre los míos, como sus dientes mordisqueaban suavemente mis labios haciéndome escapar pequeños suspiros placenteros.

—Si no nos vamos voy a terminar haciéndote el amor. — susurró Erick sobre mi boca. Y es que sus manos ya se encontraban acariciando mi cuerpo y las mías no se quedaban atrás.

—Lo sé... No me negaría. — digo antes de separar nuestras bocas, sus labios estaban hinchados después de ese beso y brillaban por la saliva que había en ellos.

—No me des ideas. — dice negando con la cabeza—. ¿Has podido ver toda la casa?

—Al menos la gran mayoría. — dije sonriente—. Quedé enamorada.

—Es bueno saberlo porque pretendía traerte más veces aquí. — murmuró sonriendo.

Así da gusto, eh.

—Me gusta la idea. — digo encogiéndome de hombros—. ¿Vamos a la empresa de Zabdiel?

—Vamos. — dice tomando mi mano.

Ninguno de los dos pronuncia palabra en todo el camino hasta allí. Cabe resaltar que nunca pisé la empresa del Magnate de Jesús... Probablemente esté cumpliendo otro sueño que compartimos los periodistas.

Los dedos de Erick se entrelazan con los míos cuando entramos, las personas sonríen por cortesía y una joven se acerca a dar la bienvenida.

—Zabdiel sabe que estoy aquí. — dijo Erick regalándole una sonrisa, acto seguido caminó conmigo hasta el ascensor como si nada.

Por lo visto, Zabdiel si sabía que Erick lo vendría a visitar ya que cuando entramos en su oficina nos sonrió de oreja a oreja.

—¿Vienes a por las llaves? — preguntó él alzando una ceja.

—Si, no iba a venir para verte la cara. — respondió burlón.

—Uhm, una pena que las tenga Richard. — dijo en el mismo tono de voz.

—No me jodas...

En ese instante la puerta se abrió, el Magnate Camacho y el Magnate Vélez habían entrado como si nada.

—Buenos días. — dijeron al unísono.

Richard se acercó con las manos en los bolsillos, al estar frente a Erick le extendió las tan esperadas llaves del auto.

—¿Vélez, como te ha ido en Marbella? — preguntó Erick sonriente.

—Jodida mierda, Erick... La he liado.

Oh, oh... Eso no sonaba demasiado bien...

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