Capítulo 10

2.9K 204 26
                                    


Leilany Silver

Lo que pasó ese día en el asiento de su auto no sabría como muy bien como explicarlo. Tal vez no era el momento, ni mucho menos el lugar indicado... Pero la forma en la que sus labios me besaba o como sus manos recorrían mi cuerpo quedaría grabado en mí toda la vida.

Porque no solo fue la acción sexual, sino todo el amor que eso desbordaba.

O al menos el amor que yo sentí.

—Dime que quieres esto, bonita. — preguntó Erick con la respiración agitada—. Dime que no te arrepentirás de esto mañana.

—Quiero esto. — dije mientras tomaba su rostro con mis manos y unía nuestros labios—. Te quiero a ti, Erick... Ahora.

Un gemido se escapó de sus labios, o al vez de los míos en el momento que se hundió en mí interior. Permanecimos inmóviles durante segundos, mirándonos a los ojos y mezclando nuestras respiraciones.

—También te quiero a ti, Leilany... Pero no solo ahora, te quiero hoy, mañana y todos los días que tú me lo permitas. — susurró.

Y a pesar de que esas palabras hicieron que mi corazón se acelerarse, sabía que no debía de hacerle demasiado caso. Al menos no cuando podrían ser causadas por el placer, el deseo y la lujuria del momento.

Opté por no decir nada, por poner mis manos en sus hombros y empezar a moverme. Tener la erección del Magnate entrando y saliendo de mí, era la sensación más exquisita que mi cuerpo jamás había experimentado.

Y es que a veces, sin quererlo, las cosas que uno no se imagina ni en sus más deseados sueños, llegan a cumplirse.

El Magnate Colón formaba parte de mis sueños de periodista.

Pero Erick estaba formando parte de mis sueños como persona.

—Bésame, Leilany... Por favor. — pidió entre jadeos.

Y yo no tardé en unir nuestras bocas, nuestros labios ya se conocían así que la tarea se volvía más sencilla. Lo que él no sabía era que en ese beso le había entregado todo.

Ya no me costaba admitir que estaba empezando a enamorarme de este hombre.

Sus manos bajaron hasta mis nalgas, clavando sus dedos en la piel de estas. Y sin más, empezó a guiar mis movimientos, volviéndose un ritmo constante que nos hizo disfrutar de la acción a ambos.

Mis labios bajaron hasta su cuello para empezar a besar la zona, dejando marcas de color rojizo en su sensible piel. Ahogué un gemido cuando un intenso orgasmo amenazó con dejarme temblando en sus brazos, me aferré a su cuerpo como si la vida se me fuera en ello.

—Eso es, Leilany. — gimoteó cerrando sus ojos en el momento que su orgasmo estalló, sentí como su cálido semen me llenaba y fue entonces cuando caí en cuenta de lo que acabábamos de hacer.

—¿Erick, que hemos hecho? — cuestioné con la vergüenza tiñiendo mi voz, no me atrevía siquiera a mirarlo a los ojos.

—El amor, Leilany. — dijo con calma—. Hemos hecho el amor.

"Hemos hecho el amor"

No hemos follado, ni hemos tenido sexo.... Hemos hecho el amor.

Ninguno de los dos dice nada durante los próximos quince minutos, simplemente nos quedamos allí abrazados, disfrutando del calor corporal del otro después de lo que había pasado. Y es que a veces las palabras no eran necesarias, no cuando no había nada que decir porque ya estaba todo dicho.

—No me puedo creer que nuestra primera vez juntos haya sido en tu coche. — murmuro mientras acomodo mi ropa para después salir del coche, inevitablemente miro a ambos lados para asegurarme de que nadie había sido participe de lo acontecido.

—Prometo que la siguiente será en una cama y estará el ambiente más romántico. — murmuró divertido, a pesar de que la sinceridad que desbordaba su mirada era inmensa.

Él no entendía que lo romántico era lo que menos me importaba... Con tal de tenerlo a él otra vez me conformaba con cualquier lugar, cualquier día y en cualquier momento.

—¿Ya intuyes que habrá próxima vez? — pregunto alzando una de mis cejas.

—Oh, por supuesto... Tú lo has disfrutado tanto como yo, no vamos a dejar las cosas así. — dijo soltando una pequeña risa.


Erick era todo lo que estaba bien en la vida (al menos en mi vida) y aún así se disfrazaba como que era todo lo que estaba mal.

Entendía que en un mundo como lo era el de los negocios las apariencias eran más que importantes. Que a pesar de que se daba a conocer como un joven serio, formal e intimidante, era todo lo contrario.

—Es peligroso cuando te quedas callada mirando a la nada por tanto tiempo. — murmuró fijando su vista en mi.

Si supiera que todas las veces que lo hago es porque estoy pensando en él...

—¿Y lo peligroso te gusta?

—Lo peligroso me encanta. — responde sonriendo malicioso—. ¿Acaso no te das cuenta?

¿Darme cuenta de qué?

Magnate Colón Où les histoires vivent. Découvrez maintenant