XVII.

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Eran pasadas las siete de la tarde y por muy agradable que era la compañía en la reunión por el cumple años de Marcial, Aura y yo no estábamos acostumbradas a estar demasiado tiempo fuera de casa.

Además era sábado y por mucho que no quería admitirlo, tenía planes.

Planes que por supuesto no podían ser pospuestos nunca por ningún motivo en el mundo, ni epidemias o invasiones zombies.

Así que después de cambiar a mi hija y cambiarme nos dirigimos a la puerta de la salida. Dónde me llevé la sorpresa de mi vida al encontrarme a quien menos pensaba al teléfono.

No quería interrumpirle, solo me monté a Aura en los brazos. Los niños siempre que terminan de jugar en la piscina terminan agotados y a menudo se duermen, como le pasaba a Aura, por lo que inmediatamente después de salir por la puerta con las sonrisas de nuestros amigos a nuestras espaldas la cargué para que estuviera más cómoda.

Traté de sacarle la vuelta, estaba muy eufórico discutiendo en el teléfono y cuando se ponía así yo sabía que lo que menos le gustaba era que le molestasen. Desafortunadamente el destino opinaba que le importaba un carajo lo que yo quisiera porque justo cuando iba pasando se me cayó del brazo mi bolso y el de las cosas de Aura y aunque intenté con todas mis fuerzas hacer malabares para que este no terminará en el suelo e hiciera algún ruido que pudiera irritarlo más al final ganó el destino.

—Demonios —maldije por lo bajo tratando de agacharme a recoger las cosas.

Pero él no me dejó, antes de que pudiera hacer algo más Dante Hamilton estaba ayudándome, se pasó ambas bolsas como si nada, como si llevará dentro almohadas en ellas, (que tampoco llevaba piedras, pero ese no es el caso), por el brazo y después hablo.

—Señorita Ávila.

—Señor Hamilton.

—Le ayudo, por favor solo dígame donde está su auto. —Dijo sin quitarme la vista de enfrente.

—No es necesario, en serio —dije extendiéndole la mano para tomar las bolsas de su brazo. De nuevo no me lo permitió.

—Yo le ayudo.

—Es que...

—¿Sí? —Dijo mirando a todas partes esperando a que le indicará el lugar de mi auto.

Pero había un gran problema aquí, nosotras no tenemos auto.

Miré a los ojos de Dante Hamilton y decidí que no iba a quebrarme ante él, nunca.

No era menos que él, nunca lo sería.

—No tengo auto —declaré segura y orgullosa. El hombre frunció su entrecejo. No pareció gustarle mucho mi respuesta pero a mí me tiene sin cuidado lo que el cabrón de Dante Hamilton quiera.

—Entonces la llevó a casa. —Declaró seguro él también.

¿Qué?

¿Espera que acaba de decir?

¡Me lleva el demonio!

¡Todos los demonios!

—Pero... —Me corta molesto.

—Pero nada, no hay excusa usted no puede ir con los brazos llenos por media ciudad y aparte llevando a su hija en ellos, es inseguro e impráctico.

Lo odiaba.

Porque tenía razón.

¡Me lleva el demonio!

Pero eso no me impedía reconocer que debía de hacer lo correcto para Aura, porque si él nos llevaba a casa llegaríamos en unos cuantos minutos, en media hora a lo mucho y eso si había mucho tráfico.

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Where stories live. Discover now