VI.

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—No te preocupes, nosotros jamás nos demostramos afecto en la oficina, ya sabes de manera pública, somos estrictamente profesionales mientras estemos aquí, ¿no cariño?

—Sí, cariño.

Su novio le mira con toda la ternura del mundo, sonríe de manera plena, asiente para mí y después se va dentro de su oficina.

Miró a la chica, que para mí ahora está flotando sobre una nube de color rosado hacia el país de nunca jamás.

—¿Qué?

—Nada —le respondo entre risas que ella responde de igual manera.


***


Han pasado un par de meses, primero uno y luego otro y gracias a Dios todo está bien aquí en el trabajo y en casa también.

Para suerte mía, me he integrado asombrosamente rápido a la oficina.

Y de nuevo, para mí suerte había nacido con el don de la simpatía bien desarrollado y eso ocasionaba que aunque fuera al principio algo difícil tratar con algunas personas, al final siempre cedían y terminaban encantados conmigo.

Incluso había salido con Camila y Marcial y me gustaba pensar a estas alturas que nos habíamos hecho buenos amigos.

Camila también había intentado por todos los medios arreglarme citas con sus amigos, de todo tipo y aunque se lo agradecía, la verdad es que en el asunto del amor me declaro una cobarde de lo peor y le huyo cada que pueda.

Aunque a ella le dije que era porque entré en esta oficina, la casa y Aura apenas y me daba tiempo de nada, mucho menos para una relación.

Había tenido un par de novios antes, tres para ser exacta. Mi relación más larga había sido de tres años y me atrevo a decir que aunque no funcionaron siempre terminaron bien.

De acuerdo, no tan bien, todas terminaban siempre por lo mismo.

Y no creo que eso sea saludable para nadie, pero no estoy lista.

Yo tenía problemas con el compromiso, sobre todo el del matrimonio.

No importaba las excusas que di, siempre la respuesta que me daba en mi mente era la misma.

Lo había intentado y no había quedado mal con ninguno de ellos, algunos incluso llegaron a conocer a Aura y le tomaron cariño, pero al final yo sabía que no eran el indicado, lo sabía así nada más.

Para mí el amor, era más que lo que se veía.

Las personas ya no tenían importancia por los detalles, el romance estaba muerto en la actualidad.

Y a veces lo que más veneramos es lo que más queremos, amor, sentirse amada hoy día es un privilegio y esa es una deuda que no estás dispuesta a pagarle a la sociedad que nos rodea.

Es una aventura que ya no tiene nada de apasionante, como en las películas viejas.

El portavoz del amor, la poesía ha muerto y con ella el romance eterno del siglo XIV.

Lo poetas de antaño ahora descansan en sus tumbas molestos porque no hay nadie más a quien recitarle versos de amor.

No hay una sola mujer que valore el buen ritmo de una buena prosa redactada de la manera correcta.

A veces siento tanto placer con solo ver un acento colocado a la antigua, de la manera correcta, ver como en los textos antiguos los puntos, las comas, se involucran y dan paso a la majestuosidad y claridad de la gramática.

Oh pero que perfecta sinfonía es así.

Así, es el amor.

O por lo menos es como creo que debería ser.

Las personas se dan por vencidas cuando se pone difícil, corren y salen huyendo y se justifican a sí mismas con miedos estúpidos e irracionales, diciendo que ese es el verdadero motivo para no arriesgarse en el amor.

Porque eso es el amor, un riesgo.

El amor no es normal, o sencillo. Es complicado hasta la médula ósea, doloroso, devastador y difícil.

Pero eso es lo que lo hace tan auténtico, real, extraordinario y ridículo.

Consumidor y devastador.

Y lo es tanto que es salvaje, quema y consume, hasta que no queda más. Ese el tipo de amor que busco, todo o nada.

Pero no es indeciso, no te hace sentir menos contigo misma, un verdadero amor te hace sentir segura, y se queda a pesar de los tiempos difíciles.

Así es el amor.


***


—Señorita, puede pasar. —Le miró un poco antes de dejarle pasar por las puertas de la oficina de mi jefe. Y cuando se ha ido me giro para lanzarle la pregunta a Camila, quien me ve expectante— Dime Camila, ¿con qué frecuencia vienen modelitos así a verle?

Esto lo decía porque tan solo unos segundos atrás yo misma había recibido ante mi mostrador a uno de esos ejemplares.

Ya saben cuáles.

Esas chicas rubias, ojo azul, color carmín en los labios, piernas más largas que el Empire State. Esas chicas. Que a donde sé que vayan dejan su perfume carísimo, que ondean su cabello como si fuera esté su bandera ante los demás.

Chicas ricas, chicas fáciles. Decía mi amiga Ness.

—De vez en cuando sí, no te voy a engañar o negar que este es un Casanova de lo peor, pero rara vez mezcla negocios con placer, esto es todo para él.

No pude evitarlo, me dio pena el hombre. Que tu mundo comience y terminé con tu trabajo nada más, debe ser triste y solitario.

—Eso sí, hay que andar con pies de plomo porque hay cada loca que luego quiere subir y se hace llamar la Señora Hamilton y nada más lo se le hace. Ni se les hará, porque esté no es un pez que quiera ser pescado.

¿Ah sí?

Eso ya lo veremos más adelante. Dice mi mente retando a la chica de manera indirecta e indiscreta.

—¿Y cómo sabré quién es quién? —pregunto interesada.

—Para todo aprieto hay un desaprieto, hay una agenda, —dice la chica dándome señas con las manos para que comience a buscar— yo le digo la agenda mágica, debajo de unos papeles en el cajón del fondo, de color roja, de cuero, si alguna vez tienes dudas de alguien ahí está la respuesta. Y sí, te recomiendo estudiarla bien por si las dudas.

Si supieras Camila que tengo memoria fotográfica y que nada se me olvida.

Nunca.

Ni si quiera los malos recuerdos.

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora