XXVII.

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Aura está jugando de nuevo mientras ve la televisión, le he puesto la película de Moana y una vez que comienza la niña me da una sonrisa y luego se olvida de mí.

A veces de verdad quisiera tener su inocencia y su practicidad para todo en la vida.

Ella arregla todo con pedírmelo a mí, con correr de un lado a otro o sumando dos más dos.

Ella tiene todo en la vida, no debe nada a este mundo aún, sin embargo el mundo que nos rodea sí que le debe tanto a ella.

Con ese simple gesto de mi hija me pongo a hacer lo que siempre hago los fines de semana, limpiar la casa, lavar la ropa, dejar en orden todo para no trabajar de más entre semana y cuando todo está limpio y en su lugar es hora de hacer las compras.

Pero no puedo, el teléfono fijo suena en la pared trayéndome de regreso a la vida real.

Ojala pudiera quedarme en el reino de los sueños más de unos segundos al día, o solo un minuto más, porque es donde todo es perfecto. Ness está conmigo y Aura también.

Dante Hamilton no figura nunca en el panorama y estamos mejor que nunca sin él. Samuel me lleva de la mano por la calle de manera libre, me besa la frente cada que puede y me hace bailar en el patio sin que haya música o sin que necesitemos de ella para vivir.

Porque somos uno mismo cómo siempre, un corazón, una mente que a dónde va lleva la música dentro de ella.

Ojalá la vida fuera tan sencilla y tan fácil de ser.

Ojalá fuera todo lo que nos imaginamos y queremos, ojalá no fuera difícil en absoluto.

Aquí, en la tierra de los humanos, de los mamíferos y los seres vivos todo está más muerto. La vida sigue y no se detiene para nadie más que para el que ya no despertó al día siguiente.

Aquí la vida es peor sin todos ellos, porque no puedo dejarlo ir todo, porque no puedo simplemente regresar a mi lugar feliz, porque Ness se ha ido y con ella todas mis esperanzas, mis oportunidades y mis ilusiones de esa vida que lleva en sueños de un minutos al día.

Tomó el teléfono con un nudo en la garganta que siempre se me hace cuando la recuerdo a ella.

—¿Hola...?

—¿Susana Ávila...? —dijo una mujer del otro lado del teléfono.

—¿Sí? —pregunté.

—En seguida le transfiero... —dijo la chica, presionó un botón y me dejó con una melodía que sonó solo por unos segundos pero aún así fue lo suficiente como para reconocerla.

Era Here Comes The Sun, de The Beatles.

No tenía idea de quien me estaba llamando, pero reconocía que tenía un buen gusto en música.

Luego paso a otra rápidamente y yo no podría estar más contenta con la siguiente melodía.

Porque me hizo relajarme un poco, con su lento inicio, era como si la voz de Chris Martin con Viva La Vida fuera justo lo que yo necesitaba para enfrentar lo que iba a ocurrir en la misma sala de mi casa.

—Señorita Ávila, es Dante Hamilton —dijo la mujer antes de que él mismo ángel caído levantará el teléfono para hablar él mismo— Hola, Susana.

—Hola, ¿a qué debo está llamada?

—Sí mal no recuerdo quedaste en concederme una cita Susana.

—¿Lo prometí? —pregunto segura. Coloco mi mano derecha en el teléfono para acomodarlo entre mi mejilla derecha y mi hombro y luego juego con el cable del mismo con mi mano libre.

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Where stories live. Discover now