Epílogo.

782 29 37
                                    


Estoy aferrándome todo lo que puedo al volante del coche. Doy vuelta a la derecha, luego a la izquierda, bajó por la calle y con ello una presión dentro de mi pecho nace y se instala dentro de ella como un agujero negro, que se traga todo dentro de mi corazón.

Todo sentimiento positivo se evapora como el agua en el verano que cae del cielo hacia las aceras con cada rechinar de las llantas del coche rentado que nos lleva cruelmente y sin darse cuenta al más cruel y amargo de los destinos.

¿Qué demonios hago?

¿A dónde vamos mi amor, mi corazón y mi razón?

¿A dónde hemos de llegar sino es de la mano del ser humano? Lejos, no lo creo.

Doy vuelta de nuevo y cuando estoy parando en una gran colina inclinada es que me doy cuenta de la estupidez que he cometido.

—¿Qué demonios estoy haciendo? —digo en voz alta.

Regreso a donde iba. A donde debo de estar.

Doy vuelta en la calle sexta y luego emprendo el camino hacia el edificio Hamilton.

—¿A dónde vamos? —dice Helena extrañada.

—¿A dónde crees? —le digo lo más segura que puedo.

No, en este escenario no hay lugar para las dudas, porque si no estás segura de amar a alguien, no estas segura de nada más en la vida.

Como pude ser tan estúpida, tan ciega y tan infantil. Tan cruel como para decidir por los dos que lo mejor era estar separados y rotos.

Que juntos y felices por siempre.

Aunque cabe destacar que nunca había creído en eso, en esas palabras que salen al final de los créditos de las películas de Disney que tanto le gustan a mi Aura. Esas que nos recuerdan que para toda pareja de cuento de hadas eso es el punto y final.

Y vivieron felices por siempre.

Pero la cosa con esas palabras es esta. Que son crueles por prometernos que solo eso es lo que podemos tener cuando estas con el ser amado. Cuando puedes tener mucho más en los días en los que nada sale bien en la vida o en la relación.

El amor no es solo un color, es todos en uno.

Y sino estás dispuesto de dar el salto de fe no llegaras muy lejos en ello.

Por ello tengo que saltar.

Estoy cerca, mi corazón late a toda prisa. Mi amiga a mi lado se agarra de los lados del sillón y el panel que tenemos las dos frente a nosotras en el auto, lo cual me hace ver que puedo acelerar todo lo que quiero en este auto y solo conseguiré dos cosas definitivas.

Que ella quiera saltar de un auto en movimiento y que nos mate a ambas por ir a exceso de velocidad en una calle donde normalmente eso no está permitido.

Por lo cual quito el pedal del auto. Porque no quiero que vayan a multarme. No solo porque tengo un excelente récord en mi expediente y mi permiso de conducir, sin ninguna multa, ni siquiera por exceso de velocidad.

Y francamente no quería comenzar ahora mismo.

Y por otra parte me harían llegar muy tarde, tanto que para cuando llegue ya serían muy tarde.

Dante ya habría leído la carta y jamás me lo perdonaría.

Pero si podía arreglármelas para llegar antes de que Camila le diera la carta, quizás tendría una oportunidad.

Llego y estaciono el coche, no veo señales del chofer de Dante por ninguna parte. Lo cual salta a dos conclusiones que tienen igual porcentaje de ser. Que el llegara en otro coche, o que condujera en su coche personal y ahora mismo este, este en el garaje de la compañía en el estacionamiento subterráneo.

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Where stories live. Discover now