IV.

646 52 3
                                    


"Mi madre solía decir hazme sentir orgullosa..."

Ava Max salía de mis audífonos Bluetooth que llevaba puestos esa misma mañana para darme un poco de valentía, estaba parada fuera del nuevo lugar donde iba a trabajar a partir de hoy.

Sin moverme de un mismo lugar, la gente pasaba por mi lado y ni siquiera me notaban, quizás estaba soñando o quizás es que estaba muerta, chocaban conmigo y algunos se disculpaban, otros solo hacían como que era un ornamento más de la calle.

Y a veces, así me sentía también yo.

No puedo decir que sea una mujer fea, o que me vista mal.

Yo me visto como se me dé la gana, dice mi mente ayudándome a darme valor para entrar.

Debo reconocer que estaba más que nerviosa está mañana cuando por fin sonó el despertador para anunciar el inicio de un nuevo día, aunque yo ya estaba despierta porque en realidad no me había ido nunca a la cama.

Ayer cuando me dieron este empleo, salí de la pomposa y pretenciosa oficina del señor Hamilton sin una pizca de dignidad y sin una gota de sangre en mi rostro.

Estaba tan mal por el coraje que lo primero que hice después de agradecerle a la chica de la recepción que cuidó de Aura por mí, es ir por un helado a la heladería de esquina.

Hasta la chica se dio cuenta de mi precario estado.

—¿Estás bien? —me dijo la chica una vez que me vio entrar en el lugar.

—No, pero lo estaré. —Dije dándole una de mis mejores sonrisas de aliento.

—Tengo que decirte algo, antes de que subas a tu puesto.

—Dispara —dije ahora riendo un poco. Quería relajarme, lo estaba intentado, realmente intentando.

—Ten mucho cuidado.

—¿Porque me estás diciendo esto? ¿A caso ese tipo le mete mano a sus asistentes o algo por el estilo? —no sé qué cara habré puesto, pero me imagino que debió de haber sido una de lo más graciosa porque la chica se echó a reír en cuanto la vio.

—No, solo es un idiota egocéntrico de lo peor, no se parará ante nadie hasta que doblegue cada pizca de tu ser en contra tuyo, el hombre no tiene corazón ni alma, no le importa nadie más en este mundo que él y esta empresa. Además odia a los niños, así que ni por accidente vuelvas a traer a tu hija, si la ve, te corre ahí mismo después de destriparte. Y si crees que no lo hará, solo pregúntale a la de Recursos humanos lo que hizo con su anterior asistente.

—Lo dices como si el hombre fuera una especie de demonio, solo es un humano, Helena.

—No tienes razón en eso chica, él no es un demonio, es el diablo en persona.

Las palabras de Helena me acompañaron en todo el camino hasta el piso que me tocaba, el cual era mi primera parada en esta nueva aventura.

Ayer me habían dado mi carnet de pase para la entrada del edifico, como ya era bien sabido por todo el mundo en esta gran ciudad, Dante Hamilton era un loco paranoico, con fuertes y afianzados delirios de persecución.

Por lo que todos sus edificios siempre estaban equipados con lo mejor de lo mejor en el mercado de la seguridad, tenían puertas que tenían reconocimiento biométrico, de huellas y carnets con códigos especiales y personalizados en cada tarjeta y para cada uno de sus trabajadores.

Además por lo que me habían explicado, antes de firmar mi contrato permanente se me iba a realizar una evaluación psicométrica.

Eso es lo de menos para mí, es decir es un requisito a donde sea que te quieran contratar en el mundo, aquí o en china, es molesto, pero es un requisito que se tiene que cumplir, de sí o sí.

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Where stories live. Discover now