XXIX.

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Después de cenar ninguno de los dos pudimos negarnos a la insistente petición de Aura de ver una película familiar en la gran y vasta pantalla plana de alta definición 4k de la sala de estar.

Y aunque al principio estaba en desacuerdo de pasar una tarde llena de canciones de Disney cantadas por valientes princesas y heroínas del gusto de Aura más o menos después de la segunda canción Dante Hamilton cayó rendido ante el encanto de La Princesa y El Sapo.

No puedo negar lo adorable que se veía el hombre mientras veía la película con aspecto hipnotizado.

Se había quitado los zapatos y se había aflojado la vestimenta un poco. Cuando lo habíamos encontrado está misma tarde pero más temprano para irnos los tres juntos a hacer las compras del súper mercado traía zapatos italianos cerrados sin agujetas, pantalón de mezclilla, camisa de color azul marino remangada hasta la altura de los codos y la llevaba desabotonada hasta la altura del nacimiento del pecho.

Cinto negro y delgado y pantalones color azul marino oscuro.

Era todo un espectáculo para la vista de una mujer, antes.

Pero ahora que le veía relajado, cómodo y sin zapatos estando con los brazos cuidadosamente extendidos hacía atrás de su cuerpo en la alfombra de color crudo e intercambiando ideas sobre princesas de Disney con mi hija me parecía aún más adorable y sensual.

La noche llegó y con ella los pequeños y débiles parpados de mi hija comenzaron a librar una batalla para no cerrarse.

—Aura, cariño ¿estás cansada ya?

Pasaban de las ocho de la noche, y aunque su hora de dormir normalmente era hasta las nueve aún en días de descanso, esto más que nada para que ella tuviera una rutina constante en su vida, ella ya se veía cansada ahora.

—Un poco, mami —dijo la niña llevándose ambas manos a sus ojitos y tallándolos un poco.

Me acerqué a ella con toda la intención de levantarla del suelo y recostarla en el sillón pero ella me lo impidió con una mano.

—No, no puedo irme a dormir sin antes saber algo.

Me gire a Dante con una gran sonrisa.

—Dime, cariño.

—Mi amiga Crista me dijo el otro día en la escuela que las personas solo se besan en la boca y se dan miraditas a escondidas cuando son novios —su declaración hizo que abriera los ojos tanto que sentí que se me iban a salir de sus orbitas, trate de no reír pero cuando yo lo estaba logrando Dante no— ¿Ustedes son novios? —dijo dirigiéndose a nosotros—. Porque solo los novios se dan besos en la boca.

Y yo que creía que la niña no nos había visto hasta ahora, había tenido bastante cuidado para que no lo hiciera.

Pero al parecer había fallado.

Y de la manera más miserable que nunca haya visto en la vida de los seres humanos.

Dante me miró y se cruzó de brazos haciéndome pensar que la respuesta a esa pregunta estaba solo en mis manos y en mis labios.

Suspiré molesta, frustrada y derrotada.

—Sí mi niña, Dante y yo somos novios.

—Qué bueno, porque él me gusta. —Dijo la niña ofreciéndome sus brazos para que la ayudará a levantarse.

Cuando lo hice, la niña le sonrió un poco de manera cómplice a Dante sin que yo la viera.


***

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora