III.

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Por suerte para mí no tenía miedo de que Dante Hamilton un día viniera a reclamar su paternidad sobre mi hija, ya que había un acuerdo de no divulgación y confidencialidad por parte de los padres de él y hacia mi amiga.

En cuanto estuvo claro que él no se haría responsable como el hombre adulto que presumía ser en ese tiempo, sus padres hicieron todo lo posible para que mi amiga se deshiciera del problema, del error.

Pero ella nunca tuvo ese pensamiento en su cabeza.

Jamás considero abortar, ella siempre había querido ser madre, de acuerdo, quizás no era con el príncipe encantador que siempre había soñado pero para esa chica soñadora al menos algo bueno había salido de todo esto.

Aura.

Y después de que esta decisión y de que una exhaustiva investigación del pasado de mi amiga de parte de esas despreciables personas dio los resultados que ellos se esperaban para dejarla por el suelo, como la peor de las mujeres, se inventaron este acuerdo.

Que básicamente decía que nunca, jamás sería revelado el verdadero destino de la hija de ellos dos, los involucrados en esto jamás hablarían, claro, más que nada por el temor de que la carrera y el perfecto prestigio de la familia Hamilton se viera dañado.

Y por mi parte, nunca estaría dispuesta a compartir a mi hija con un petulante, playboy y arrogante como Dante Jonathan Hamilton.

Se lo había prometido a ella y estaba más que dispuesta a cumplir con esa promesa hasta el final de mis días. Y si se podía después de eso, lo intentaría por todos los medios posibles.

Claro, que lo que los padres y abogados de él no sabían es que mi amiga estaba muerta y con ella se había muerto su secreto, ya que ella me dio la niña en una adopción cerrada que ni el FBI podría nunca ver o rastrear.

Ni con todo el dinero y el poder del mundo.

En cuanto llegué, me senté a esperar, no había nadie en su estación o lo que sea que fuera su oficina, que más bien parecía la entrada al cielo.

Adornada hasta el techo de colores en la gama del gris, parecía una sala hecha exclusivamente para que el Sr. Grey pudiera ser cómodamente feliz trabajando.

Me reí por ello y no debí hacerlo, porque justo en ese momento un molesto e irritado Dante Hamilton apareció ante mis ojos para quitarme todo atisbo de felicidad y diversión de mi cuerpo.

Nunca he estado segura, de manera exacta de que es lo que los tipos como estos hacen caer a las chicas como yo.

Sí, no puedo negar, claro que si no lo odiará.

Si fuéramos solo un hombre y una mujer en un bar caería ante sus pies porque a pesar de todo, él era mi tipo. Sí, él me hablará en un bar y me pidiera irnos de ahí, lo haría sin dudarlo.

Pero lo odiaba, así que de ninguna manera lo haría.

Ni por todos los millones del mundo.

—Señorita, ¿Ávila? —hasta mi apellido saliendo de sus labios, es perfecto.

Me lleva el infierno.

Me levanté lo más lento y ordenada posible y le sonreí un poco.

—Soy yo.

—Venga conmigo, por favor. —Le seguí hasta dentro y tras pasar dos puertas que se empujaban fácilmente pude ver que realmente estaba en el cielo.

Sí, estoy muy segura de que así es como debe ser el cielo.

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Where stories live. Discover now