XIII.

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Todo estaba bien. Todas mis dudas, todos mis miedos se disiparon en cuánto me ofrecieron las primeras palabras de bienvenida.

—Hola, pasa, siéntete como en casa.

Casa.

¿Qué es casa?

Hasta que conocí a Ness no sabía que casa, puede tener muchos significados.

Puede ser un lugar, una ciudad, un cuarto pequeño o una persona.

Para mí casa fue siempre nada.

Pero cuando Ness y Aura llegaron a mi vida, casa fue dónde ellas estuvieran.

Así que aquí en la fiesta de cumpleaños de Marcial, con mi amiga Camila y sus familias luciendo, creo, genuinamente interesados en nosotras, me sentí como en casa una vez más.

Tomando limonada de un delicado vaso de vidrio, oliendo pasto recién cortado, riendo del trabajo que ambas desempeñábamos para el Sr. Hamilton, comiendo palomitas y botas de lo más común mientras esperábamos a que Marcial y sus amigos terminaran de hacer la cena en un asador de lo más común y corriente.

Tengo que admitir que así no es como me imaginaba la casa de estos dos cuando pensé en ella.

Es bonita, un poco lujosa, pero también sencilla.

Nada pretencioso o arrogante.

Como seguramente será la casa de Dante Hamilton.

No quiero admitirlo, es más no lo estoy haciendo.

Pero el pensar en él hace que me estremezca, me duele el estómago y siento como si fuera a desmayarme.

Y no es porque ese hombre después de tantos años haya conseguido afectarme, para nada. Es porque cada que lo veo siento coraje.

A veces odio.

Y eso me enferma.

Por Ness.

Por mí.

Y por Aura.

Y aunque al final quería odiarle con cada célula de mi ser, no podía por más que quisiera, porque sin ese cabrón jamás hubiera tenido en mi vida a Aura.

Eso también me enfermaba.

Yo amaba a Aura con cada aliento de mi alma, ella era la mantequilla de mi pan y el aliento de mi vida, pero a menudo me encontraba pensando en cómo hubiese sido mi vida sin todo este drama.

Sin todo este plan que tanto me ha costado a lo largo de los años.

Que tanto me ha quitado más que nada.

Nada es gratis en la vida.

Ni siquiera el amor, no, especialmente en el amor.

Unos pequeños pasitos me hicieron darme la vuelta y a todos los que estaban hablando conmigo en ese momento.

—Mamá, crees que podamos meternos a la piscina, tengo calor.

Sonreí a los preciosos ojos azules de mi hija y luego miré en dirección de Camila, estaba junto a la mesa de los bocadillos ayudándoles a dos mujeres a servirse un poco de agua fresca.

Siempre, me ha parecido de lo más pretencioso y nunca entenderé porque ponerle una rodaja de limón al agua natural, no sabe a nada para mí, solo se ve bonito, pero ella estaba ahí, con la sonrisa más grande que jamás le había visto poner, ni siquiera para Marcial, colocando en cada vaso una rodaja con unas pinzas especiales de color transparente.

Después de que las mujeres se fueron, me disculpé con las personas con las que hablaba y fui hasta Camila.

—¿Crees que puedas ser menos pretenciosa amiga? —Le dije jugando.

—A que me salió bien la sonrisa falsa con esas tres, ¿no? —Respondió ella riendo un poco, aun así se cubrió con mi silueta y con ambas manos por si acaso alguien la había visto.

La música en la fiesta había sido de lo más calmada hasta ahora, pero no sería así por mucho tiempo, no si los amigos de Marcial podrían hacer algo para remediarlo.

Por lo que una vez que los niños comenzaron a entrar en la piscina, estos comenzaron a jugar con el equipo de sonido que constaba de una computadora de lo más costosa y dos grandes bocinas con cables que costaban más de lo que mi apartamento entrelazadas con el equipo.

—No pondrán nada irrespetuoso, ¿verdad? —Dije mirando a Aura pegada a mi vestido que aun esperaba por mi respuesta.

—No, para nada, ellos nunca serán así, además aquí hay niños. ¿Aura quieres ir a nadar con los otros niños?

—Sí. —Contestó ella.

—¿Tienes un lugar para que nos cambiemos? —Pregunté de manera cautelosa.

—¿Cómo? ¿Tú también te meterás con ella? —Pregunta Camila sin poder creerlo.

—¿Por qué lo dices así? Tiene cinco años, no puede nadar ella sola. —Dije algo molesta.

—No lo digo por eso, es que si tú lo haces, deberé de hacerlo yo también.

—Y no quieres.

—No, claro que quiero, en realidad estaba esperando a que alguien me lo pidiera me muero de calor y además ya me canse de sonreír de manera falsa a los familiares que no me agradan de Marcial o peor aun a los míos. Juro que si tengo que hacerlo de nuevo, prefiero ahogarme en la piscina.

Me reí, Aura también.

—Vamos, les enseñaré donde cambiarse.

Pero nada sale nunca como nadie quiere.

La vida siempre encuentra como restablecer el balance que siempre ha tenido. Aún si no lo sabes, todo tiene su lugar.

Todo.

Y todas las personas.

Justo cuando nos giramos y comenzamos a caminar en dirección a la puerta de la entada/salida de la casa al jardín, una figura masculina de lo más imponente entraba por ella.

Todos, y recalco, nos quedamos estupefactos.

Al verlo caminar como si nada, como si todo, con sus mocasines italianos, con una botella en mano, juro que jamás repetiré estas palabras ni en mis sueños más locos.

Pero juro, que OneRepublic cantó en ese momento Everybody Loves Me, solo para ese momento donde Dante Hamilton entraba en el lugar.

Casi quise tallarme los ojos, pero no puede moverme de mi lugar.

Miré a todos lados aun así, todos estaban igual que yo.

Trágame tierra y escúpeme en Acapulco, por favor.


Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Where stories live. Discover now