IX.

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Café, dulce néctar de los dioses. Sin él no soy nada, sin él la vida no tiene sentido, es tan esencial como el agua, el aire, los libros y la música para mí. Sin ellos no soy nada.

Negro, con o sin azúcar.

Con leche normal, soluble, de almendra, con un toque de canela y vainilla.

Frío o caliente.

Dulce néctar de los dioses, ¿qué haría yo sin ti?

Por eso no puedo entender como hay gente que no gusta de él, si suele ser de todas clases, americano para los que siempre estamos corriendo de aquí a haya, que no tenemos tiempo y la vida nos queda corta para hacer todo lo que tenemos que hacer.

Capuchino, para los de gustos más amargos y excéntricos.

Latte, para aquel que se puede arriesgar siempre que quiere, solo para los aventureros y amantes de la leche.

Para los de la élite o los que se creen que tienen sangre azul por que tiene un apellido que conlleva poder, como el Colombiano, o el Veracruzano y demás que son como una droga, solo para estás personas exigentes.

¿Entonces porque hay gente cómo Dante Hamilton que no toma ni una sola gota de él?

¿Será que su arrogancia no se lo permite?

Y eso pensaba yo hasta que un jueves por la tarde me ha pedido una extraña tarea, supuestamente mi jefe tendría una conferencia donde presentaría una propuesta, no sé de qué tipo, el hombre a penas y me da los buenos días, mucho menos darme ese tipo de detalles, tanto es así que me considera una papa, una papa muy eficiente. Eso es todo lo que soy para él por ahora.

Por ahora.

Y necesitaba estar despierto.

Despierto toda la tarde, incluso me pidió que le ayudará buscando ejercicios mentales para ello.

No sabía de qué se trataba exactamente hasta que el viernes por la mañana cuando llegué a la oficina y él seguía ahí. Aparentemente la presentación era en Japón. A 14 horas de diferencia con México.

Ahora podía entender porque necesitaba estar despierto, pero no me explicaba porque es que seguía despierto, debió de haber estado practicando antes de que esta fuera.

Porque para mí es la única explicación para esto.

Sobre todo porque cuando entré en las puertas dobles de madera, le encontré dormido sobre su abrigo hecho bolita y que parecía ser lo único entre su escritorio y él, estando de la manera más incómoda posible dormido, y solo por ello es que me decidí en romper una regla elemental del hombre.

—Tomé —dije dejando la taza de color blanco enfrente de él.

—¿Qué es eso? —murmuró un poco dormido, no me miró solo se removió en su lugar sin levantar la mirada de dónde estaba, clavada en su escritorio.

—Su salvación, el dulce néctar de los dioses.

—¿Qué? —ahora si me miró. Y mientras sus impacientes ojos azules se decidían por averiguar si mis palabras eran o no verdad, me aproveché de la situación vulnerable en la que se encontraba y le acerque la taza de cerámica.

Dudo, pero al final aceptó mi ayuda. Tomó un sorbo y esperé por la mueca y el regaño, en cambio un par de segundos después trató o eso creo que era, de darme una sonrisa.

—Gracias, ¿puede ayudarme en algo más?

—Lo que sea. Por supuesto.

—Mi saco necesita ser planchado para la presentación.

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Where stories live. Discover now