XLV. Parte I.

301 18 0
                                    


El final de todo...


Dije que todo se estaba alineando antes, ¿no?

Porque como si se trata de una película de romance, que está llegando a su amargo fin, en el que los protagonistas nunca llegan a estar juntos, las cosas se alinearon aún más.

Cuando salí aquella tarde de la oficina llevaba prisa y mis miedos guardados en el bolsillo derecho de mi chaqueta del traje que me había puesto esa mañana, y en el derecho, la carta impresa para Dante cuando una amarga visita pero ya conocida me llegó de sorpresa en la calle.

—Hola, zorrita.

—Dime Débora, ¿qué se te ofrece? —la rubia se acomodó en un su pie derecho y siguió hablándome, tan descarada cómo siempre, moviendo su cabello de un lado al otro y gesticulando de más con su boca cuándo la abría. De verdad no sé, cómo Dante se fijó en ella—. Te dije que te lo iba a quitar, que le iba a decir la verdad y con ello le mostraría la clase de zorra que en verdad eres.

—No me digas ya me has descubierto —me llevé las manos al pecho en una expresión para burlarme de la mujer que tenía enfrente—. Oh no, me moriré.

Agito las manos en el aire y me rió.

Porque aunque fuera así ahora mismo ya no tengo nada que perder.

—Pues sí, lo he hecho —la rubia oxigenada se da un poco la vuelta, estira un brazo y de su costoso bolso Prada que de seguro debía de ser original saca una carpeta, me la da y obliga a ver su contenido.

Dentro del sobre amarillo, está la verdad riéndose de mí en mi cara, como ya lo hacía. Por ello no hago nada, no me rio, no lloró y sobre todo no suplicó cómo ella esperaba.

—Bien, ya lo tienes, ¿ahora qué?

La mujer ve hacía arriba, a la cima del corporativo Hamilton y luego regresa la mirada a mí.

—Voy a ir a decírselo ahora mismo.

—Bien, ve, hazlo destrúyenos de una vez y por todas.

La mujer me observa extrañada, no comprende lo que pasa. Pero aunque puedo explicárselo, no quiero hacerlo y además no tengo tiempo de hacerlo.

—¿Perdón?

—Eso es lo que quieres, hazlo, sube al último piso de la torre más alta y rescata al príncipe encantador del horrible y nefasto dragón que solo hace más que complicarle la vida, quitándole la oportunidad de estar por siempre con la adorable y rubia princesa perfecta de sus sueños.

Con esas palabras, quitó a la mujer de mi camino y comienzo a caminar calle abajo.

Pero ella no está contenta con mi respuesta, al parecer había venido buscando una pelea y no se iba a ir hasta no tener una.

—No te creo que eso, si tú misma me dijiste en el baile que le amabas y lucharías por él, ¿qué ha cambiado? ¿Qué es diferente ahora?

—¡Que importa! —Grité molesta en plena calle— Me voy, le dejó ir, le dejó libre para que se coja a quien se le dé la puta gana, le dejó para ti y para cualquier otra mujer que quiera meterse en la cama.

Se me formó un nudo en la garganta que ni con toda el agua del mundo se podría pasar. Y tampoco es cómo si lo hubiera de intentar, yo me merecía esto, está sensación de caer en el abismo con cada paso que das, con cada palabra que te sale de la boca, esa acidez que solo te dice que dejarás el almuerzo muy pronto regado en la banqueta por el coraje.

Sr. Hamilton "Trilogía: Tú, Yo y Nosotros".Where stories live. Discover now