Reborn

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— ¿𝘾𝙤𝙢𝙤 𝙨𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙤𝙘𝙞𝙚𝙧𝙤𝙣? — curiosea la niña —

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— ¿𝘾𝙤𝙢𝙤 𝙨𝙚 𝙘𝙤𝙣𝙤𝙘𝙞𝙚𝙧𝙤𝙣? — curiosea la niña —. Siempre me dicen que se enamoraron en cuanto se vieron pero no como es el inicio de su historia.

— Yo estaba de visita en el museo — comienza Leia —. Fui al Smithsoniano para rememorar tiempos de mi infancia y ahí lo conocí. Recuerdo que me encontraba leyendo un mural cuando el se acercó y me habló.

— Yo pensé; “¡Oh! Un ángel me está visitando”; no voy a mentir, estaba nervioso y me decía a mi mismo, “Pero que piensas Greg, una mujer tan bella no puede estar sola” — continúa Lee —. “A demás tienes noventa años ya no eres un jovencito que anda en esos trotes”.

— ¿Y cómo te decidiste a hablar y hacer contacto con Leia?

— Enfrente mi miedo y me arme de valor. Le dije: Eres la primera flor que veo..

— .. ¿Ya empezó la primera? — completo la anciana con mirada ilusionada —. Luego de eso tomamos un café en Coin d'amour y las semanas que le siguieron fueron iguales. Esa cafetería se convirtió en nuestro lugar favorito.

— Pasaron los meses y le pedí ser mi novia — sigue relatando el mayor —. Y cuando cumplimos un año nos mudamos juntos.

— Me pidió ser su chica — comenta con picardía Leia —. En un cómic echó por él mismo; toda nuestra historia plasmada en veinte hojas dibujadas y escritas a mano.

El relato es interrumpido por el sonido de toques en la puerta; la señora Leia deja la fuente de galletas recién horneadas y va hacia la entrada del recinto.

— ¿Quién? — mira por la mirilla.

— Soy María Mercuri. Soy la asistenta de la señora Rushman.

La anciana de dulce sonrisa y cálida mirada abre la puerta mientras la niña se acerca.

— ¡María! — abraza efusiva a la amiga de su abuelo pirata.

— Hola pequeña — saluda devolviendo el saludo —. Buenas noches señora Organa, Natalia me envió a recoger a su hija. Aquí tiene la nota firmada.

La agente Hill entrega un papel con la firma falsificada de Natasha. Una pequeña charla se instala entre las dos adultas en tanto la niña va por su mochila y a despedirse de Greg;  regresa a la puerta para irse con María. Antes de partir, Leia le da un tarro de galletas de chocolate.

Dos horas de viaje en carro después, diez galletas devoradas entre las dos y que la menor tomara una siesta, ambas llegan a una represa de muros enormes a sus lados, rodeados de arboles.

— ¿Dónde estamos? — pregunta con curiosidad y adormilada.

— Verás a alguien.

— ¿Quién es?

— Es sorpresa.

Tomando el frasco mediano de galletas y colocándose bien la mochila Ariadne desciende del auto seguida de María, rodea el auto colocándose al lado de la mayor, su mano pequeña rodea la de Hill y emprenden camino directo a puerta de rejas para ingresar a la presa abandonada.

Legado |#01 Saga Legado|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora