Slipping away (2/?)

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Resulto que las sospechas de la menor eran ciertas

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Resulto que las sospechas de la menor eran ciertas.

Al despertar el día siguiente, H.A.L.L había arrojado los resultados de la búsqueda. La mitad de los “turistas” (8) eran agentes del gobierno y la otra mitad (8) eran ex agentes de H.Y.D.R.A.

Debido a ello, la joven y Barnes abandonaron sus pisos, tomaron las cosas que habían alistado y se subieron al primer tren de regreso a Francia.

Gracias a la ayuda de un aliado de la rubia (un castaño de ojos verdes y que su nombre comienza con Jo y termina en elle), había conseguido un quinjet en modo sigiloso que los estaba esperando en una bodega abandonada.

Primero tenían que pasar por el centro de la ciudad para despejar a los ex agentes de H.Y.D.R.A que los estaban siguiendo.

—Dos al frente —avisa Ariadne—. Dos a cada lado y dos atrás. Táctica estándar.

Ya están por alcanzarlos. Bucky miro a su alrededor en busca de posibles vías de escape o un lugar donde los civiles no salgan lastimados si esto se salía de control. Las calles están llenas de personas, así sería caótico y no tendrían una huida silenciosa.

—Yo me encargo de los..

—Tengo un plan —murmura bajo, Ariadne interrumpiendo a Bucky—. Solo sígueme la corriente.

—Yo los atacó y tú corres —protesta el sargento de los cuarenta.

—Cállate y abrázame —demanda la rubia—. Ríete de algo que dije.

La incertidumbre y extrañeza es clara en el rostro del ojiazul, pero igual lo hace.

Funciona bastante bien y ellos escapan con éxito.

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Bucarest, Rumania

Bucarest fue el destino que escogieron para esconderse. La rubia había pensado que Budapest sería mejor. Pero prefirió dejar esa ciudad para otra aventura, una en la que pueda ir con su madre.

Dejaron el quinjet en la azotea de un edificio. El aliado de Rogers llegaría a recogerlo. Ella sabía que no podían quedarse con la nave porque sería demasiado riesgoso, Tony o su madre rastrearían la nave.

—Llegamos a su destino —habló en rumano el taxista.

—Mucha gracias —respondió en el mismo idioma la jóven, pagando la tarifa.

Fue Bucky quien bajo primero, el ojiazul mantuvo la puerta abierta para que ella bajara; Ariadne alzó sus verdosos ojos al edificio, se veía en mal estado pero tenían que pasar desapercibidos.

Ingresaron al establecimiento encontrando a una anciana en el recibidor.

—Buenos días —dijo la señora en su idioma natal—. Y bienvenidos a Bucarest, ¿En qué puedo ayudarlos?

Legado |#01 Saga Legado|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora