Ellos no se asustaron de los monstruos que habitan en mi interior. Él tomó su escudo y me protegió, ella cogió su arma y me salvó..
Son mis padres, mi familia.
𝙔𝙤 𝙨𝙤𝙮 𝘼𝙧𝙞𝙖𝙙𝙣𝙚 𝙍𝙤𝙜𝙚𝙧𝙨 𝙍𝙤𝙢𝙖𝙣𝙤𝙛𝙛 𝙮 𝙨𝙤𝙮 𝙨𝙪 𝙡𝙚𝙜𝙖𝙙𝙤.
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Ariadne no sabía en qué momento su cerebro se había desconectado de la realidad, no tenía idea de cuando y que había pasado; solo sintió un fuerte tirón invisible que la hizo doblegarse hasta caer de rodillas contra el concreto.
— Oye, niña, ¿Estas bien? —escucha al mago que está a su lado.
Sin embargo, aún no regresa a su total lucidez, un pitido constante taladra su cerebro y oídos.
«Mírame» resuena fuerte en su mente. Por instinto posó su vista sobre el ojo de Agamotto que cuelga del cuello de Strange.
— ¿Qué es lo que quieres? —dice en voz baja y rota.
Strange desconcertó al oírla hablar en su dirección, pero cuando vio que los ojos de la joven eran completamente rodeados y pintados de verde supo, de alguna manera, que ella estaba hablando con la Gema del tiempo. Por otro lado Rogers se puso nerviosa al oír: «Protegeme. Cumple tu misión».
La pelirroja-rubia regreso a la realidad al ser lanzada y aprisionada contra una pared.
— Que simpáticos poderes —comenta Ebony Maw, frente a Strange y Rogers—. Debes ser popular con los niños.
Ebony trata de quitar el ojo de Agamotto al mago supremo, pero esto lo quemó.
— Es un hechizo simple, pero inquebrantable —afirma Strange.
— ¡La arrancaré de tu cadáver!
Al ver como el alien enfocaba su atención e irá en el hombre, Ariadne, tomó ventaja. Colocó uno de sus dedos en los ladrillos haciéndolos explotar envueltos en fuego y polvo púrpura.
Haciendo uso de la telequinesis, que aparentemente tenía y no sabía, bajo levitando hasta el suelo. Lanzando un hechizo a Maw que asfixiaba a Steven Strange con los cables que pasaban por debajo del concreto.
— Lecutio Maxima —susurro, no sabe de dónde lo saco ni el por qué lo dijo, pero funcionó.
Ebony Maw fue lanzado por potentes rayos púrpuras rojizos que salieron de la mano de Ariadne. Ella se apresura en ayudar a Strange tratando de desenvolver los cables, sin embargo, no lo logra, el suelo bajo sus pies se eleva y la manda a volar directo a Ebony, quién la sujeta fuerte del cuello cortando el aire de sus pulmones.
— Luego me encargo de ti —sin nada más que decirle, la arrojó por los aires.
«Me lleva la...», pensó al mismos tiempo que su subconsciente le recordó a su padre y su: «¡Ariadne Rogers Romanoff modera tu lenguaje.»
Cuando pensaba que caería de manera estrepitosa —y quizás no se rompería algún hueso, pero le dolería hasta el alma—, algo o mejor dicho alguien la atrapo en el aire y la dejo a salvo en el suelo.
— Hola, mi yoda —dijo aquella voz que tanto conoce.
— ¡Peter! —cubrió rápido su boca para evitar ser escuchada, luego hablo en voz baja—. ¿¡Qué carajos haces aquí, Parker!?
