Winter Soldier

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Habían pasado quince días de su llegada y alianza de recuperación con James

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Habían pasado quince días de su llegada y alianza de recuperación con James.

Y ya tenían una rutina. Por las mañanas hacían ejercicio en un gimnasio casi abandonado, comían juntos, por las tardes se enfrascaban en charlas (en la que más participaba ella), mientras que él hacía más ejercicio. Por las noches leían obras o veían películas modernas que alquilaban en un local a dos calles de allí. Algunas noches ella solía quedarse dormida en el apartamento de Bucky, él la cargaba hasta su cama y la dejaba descansar.

Todos los días se la pasaban juntos (a veces en contra de la voluntad del soldado, el hombre no tenía idea del porque era tan blando con ella), si iban a algún lugar lo hacían con cautela y sigilo, sin llamar la atención. Solo se separaban a la hora de dormir y para usar el baño.

La tarde del día dieciséis, mientras James hacía ejercicio, ella comía una barra de chocolate y revisaba algunas cosas en su tablet.

—Sabes —murmuró después de tragar un pedazo del dulce—, no sé si lo recuerdes, pero a mí me parece gracioso que una vez mi padre y tú regresarán en la parte trasera de un camión.

—Teníamos hambre —dijo el soldado, después de recordarlo—, y esos perros calientes se veían buenos.

—Y también querías impresionar a una chica —agregó divertida la joven.

Bucky soltó una risa. Esa niña lograba divertirlo y ayudarlo al mismo tiempo.

—¿Te lo contó? —preguntó risueño—. Claro que te lo contó.. gaste tres dólares en un intento de ganar un oso de peluche.

—¿Y lo lograste?

—Ya sabes la respuesta.

Ambos volvieron a reír.

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Normalmente Bucky no dormía por las pesadillas. No le gustaba saber que su doctora/psiquiatra personal lo escuchará gritar desde el piso de abajo. Ese mismo día tras haber leído un capítulo de Mil pájaros de papel y de haber visto una película sobre mitología griega. Ariadne había caído rendida, literal, cayó dormida sobre el hombro humano de Bucky. Y él como todas las veces en que la menor de los Rogers se quedaba dormida allí, la tomo entre sus brazos y la recostó sobre su cama, la arropó y luego fue al sillón para acostarse hasta que el día llegué.

Algo sucedió.

La madrugada del día siguiente paso lo que James temía... El Soldado del Invierno volvió a aparecer.

Por unos instantes Bucky se había relajado lo suficiente para quedarse dormido. Y el otro sujeto apareció.

Con su fría y ausente mirada recorrió la instancia hasta que sus ojos se posaron en el bulto que asomaba desde la cama.

El sueño de Ariadne ese día iba tranquilo, Morfeo le regalaba la ilusión de un paisaje hermoso, frente a ella había un lago con cascada de agua cristalina, ella se encontraba sentada bajo la refrescante sombra de un roble.

Camino hasta el agua, quería probar la temperatura de aquella belleza natural. Se sumergió hasta el cuello. Sentía paz. Sentía una especie de libertad única e increíble.

Hasta que algo la comenzó a jalar. El agua la estaba arrastrando al fondo. Quería ahogarla. Había una presión helada ejerciendo en la zona de su cuello con tanta fuerza que el sueño se volvió una pesadilla tan vivida.

Se removió, pataleo e intento nadar para llegar a la superficie, pero no podía. El aire comenzó a escasear; su tráquea se cerró por completo.

Abrió los ojos esperando darle fin a la pesadilla... Se equivocó.

Frente a ella se hallaba un inexpresivo y monótono James. Pero no era el hombre el que la asustó, eran aquellos ojos que le indicaban que no era James. Delante de ella estaba el temerario asesino de Hydra, el Soldado del Invierno.

Su mano de metal apretaba su cuello sin tanto esfuerzo, pero con la suficiente fuerza para matarla.

En un intento desesperado por conseguir aire, la joven levanto sus piernas y con todo y sabana la enrollo en el brazo metálico. Para luego enviar una patada debajo del cuello del Soldado.

Se libero del agarra y se apresuró a salir por el otro lado de la cama. El Soldado del Invierno dió unas zancadas y llegó a ella directo a atacarla.

Ariadne bloqueó sus golpes, patadas e imitó el movimiento que su madre le enseño. De un salto envolvió sus piernas en el cuello del Soldado y lo tiró al suelo.

Ella termino en una pose de tres puntos, su pierna izquierda extendida, la derecha flexionada, sirviendo de punto de apoyo, uno de sus brazos tocando el suelo y el otro extendido hacia atrás.

Se levantó al mismo tiempo que el Soldado lo hacía.

Escaneo todo el lugar, buscando entre la escasa luz, algún objeto pesado con el que pueda traer de vuelta a James.

Justo detrás de ella estaba el librero casi vacío (solo habían cuatro libros que tenían que devolver), al lado estaba una mesita vieja y encima de ella había un escultura mediana de hombre echa de metal.

Giro a tiempo para ver cómo el Soldado golpeaba de una patada su abdomen y la lanzó hacia atrás. Su espalda impactó contra un librero rompiéndolo por el contacto y sacándole el aire en el proceso.

El Soldado arremetió una vez más contra ella, pero antes de poder acertar algún otro golpe, Ariadne ya lo había golpeada con la estatuilla de metal.

El cuerpo inmóvil del Soldado cayó encima de ella causando más dolor del que ya sentía. Aventó el cuerpo a un lado. El lugar era un completo desastre.

El constante dolor que sentía a la altura de su ombligo, pero unos centímetros más a la izquierda se volvió insoportable y comenzó a humedecerse. Con temor llevo su mirada a ese lugar.

Su camiseta negra estaba rota, se opacaba al rededor del agujero y en medio de este un trozo de madera se alzaba a la vista, tenía manchas escarlatas en el borde que sobresalía de la piel herida.

Diviso el reloj que colgaba en la pared, 3:40 AM. Soltó un suspiro de cansancio y dolor. Sería un amanecer largo y agotador.

 Sería un amanecer largo y agotador

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Legado |#01 Saga Legado|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora