Capítulo 11. Nuevas debilidades

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Mi relación con los trabajadores de la casa era bastante cordial. Solía llevarme mejor que nunca con la hija de nuestra cocinera por ahí de los quince o dieciséis años. Su madre era la que mayor antigüedad tenía en la casa. Según las pláticas dominicales mientras ella arreglaba las compras de la semana, era demasiado joven cuando el señor Lee le dio trabajo. Con el tiempo se fue haciendo de su entera confianza hasta que quedó a cargo de la mansión para mantenerla en orden.



La mujer por momentos aparecía con la suficiente autoridad para contratar y despedir a los empleados según ella viera mejor o peor perfil y desempeño. Y a pesar de esas posibles actitudes permisivas el señor Lee, por momentos, no parecía tener alguna consideración humana con la mujer.



Su hija lo odiaba por maltratar a su madre.



Yo lo odiaba por la simple razón de ser él.



Una de las grandes consecuencias de esa amistosa relación que desarrollé con la hija de nuestra empleada, fue tener un primer beso que agradara a los espectadores como si fuéramos sólo marionetas para su diversión.



Necesitaba ser más hombre.



Menos maricón.



Ante los ojos del señor Lee yo apuntaba por completo a deshonrarlo de esa forma.



Era preciso corregirme.



Lo recuerdo vagamente... O no es que no lo recuerde, más bien quisiera olvidarlo.



El señor Lee se volvía un bufón pesado e irritante cuando bebía.



Esa tarde de abril tuve mi primer beso por un pedido humillante y molesto de quien se nombraba a sí mismo como mi único padre.



Le satisfizo tanto orillarnos a aquello que cayó de la silla ahogado de risa acompañado por todos esos buitres que tenía por amigos.



En el centro de nuestra sala sentí que perdí la poca dignidad que me quedaba.



Quince años. Me sentía asqueado.



Porque, a pesar de que no había algún tipo de demostración descarada entre ellos, yo tenía mis sospechas.

Revivamos a Eros [EunHae]Where stories live. Discover now