Capítulo 3. Checkmate

893 82 65
                                    



Ella no me miró

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.







Ella no me miró








El caballito trotando daba la impresión de emitir un encabalgamiento que combinaba con una canción de fondo casi tétrica, un poco corrosiva y encantadora en su rareza. Los algodones de azúcar se elevaban por sobre las cabezas de cada niño como si fueran nubes rosadas augurando el día más coloreado de todos. Azul. Púrpura. Rosado. Un tanto blanquizco. El arcoíris de un escenario disparatado.









Vi al mismo niño por tercera vez. Agitó la mano con la sonrisa de una persona que se veía capaz de subir a la fantasía sabiendo que de alguna forma volvería a la realidad en cualquier momento. La mecanicidad del artilugio preponderaba por su especialidad grotesca de unir a un caballo corriendo detrás del auto deportivo más costoso de la época y luego, más en frente (o más atrás según sea el caso), la liebre rosaba el inicio del carruaje de una época colonial. Como si ambos se acecharan en el colapso de una modernidad y una naturaleza que ahí, en ese sitio, girando y girando sin encontrar otro sentido, pretendieran hacer las paces.








Pero ella todavía no me miraba.








Apoyé ambas manos sobre mi propio reflejo. El óvalo blanquecino de mi respiración le dio un aspecto nublado a la felicidad de los veinte o treinta niños a bordo del repetitivo circuito. Como si el sol se hubiera desaparecido para llevarse el augurio favorable de una fiesta anclada en el subir y el bajar. Usando el dedo índice fui punteando en la esencia de mi aliento para simular diminutas gotas que obligaran a todas esas cabecitas presumidas a bajar ante el acecho de la ácida llovizna.








Ellos me veían. Me invitaban entre carcajadas glotonas y coloridas de aquellos que se atrevieron a devorar las nubes azucaradas. Me reservaban al león más vivaz y terrorífico de aquella selva absurda quien permaneció de inicio a fin con el hocico bien abierto para rugir:








"¡Mírame! ¡Escúchame! ¡Estoy vivo! ¡Estoy esperando por ti!".








Sin embargo, ella no volvió a mirarme.








Él sí lo hizo.








—Los juegos mecánicos son una pérdida de tiempo. Termina tu comida, debo volver al trabajo.








El carrusel se volvió más brillante, pero el león no volvió a rugir.

















Desde afuera reconocí el aroma a pan recién horneado. Dos risas en sincronía provocadas probablemente por la tercera voz caracterizada por una templanza que ponía en equilibrio la explosión de carcajadas. Grave y al mismo tiempo delicada. Apenas si podía percibirla.








Revivamos a Eros [EunHae]Where stories live. Discover now