Capítulo 25. Oscilar

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—¿Qué debo hacer para que te detengas? —.


—Tú lo sabes —.


—Realmente, no. Sólo quiero que nos dejes en paz. A ella —.


—¿Por qué habría de hacerlo? —.


—Ya tienes lo que quieres, ¿no? Nadie se interpondrá en tu camino —.


—Me pregunto si tu novia sabe el tipo de relación que tú y yo guardamos —.


—Nosotros no tenemos nada qué ver —.


—Tonterías. Si prácticamente somos familia —.


—Jamás... Que no se te olvide que él no es mi padre —.






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—¿Por qué? —.


Fue lo primero que se escuchó en la habitación luego de largos segundos en los que demoré, tanto inspeccionando cada parte de su cuerpo contraído y aferrado al pestillo de la puerta, como su actitud sumamente sorprendida. Él acorralado. Sobre todo, a medida que yo caminaba en su dirección previo a dejar que unos cuantos segundos pasaran para quedarnos completamente solos dado que al otro lado de la puerta teníamos compañía.


Este asunto es de nosotros. De nadie más.


Apreté los puños. Tanto que sentía el inicio de mis uñas encajándose sobre las palmas. No me importaba. Ahora mismo nada tiene más relevancia que el hecho de encarar a esta persona. Este tipo tan desvergonzado. Al que tengo ganas de gritarle y reclamarle cientos de cosas. El problema es que no consigo la fuerza necesaria para iniciar. Los posibles discursos que formulé en mi cabeza desde que la idea surgió frente a mis ojos se hicieron trizas en cuanto lo tuve a unos cuantos metros.


Vulnerable. Sin poder defenderse. ¿No sería esta la oportunidad perfecta para tomar venganza por el infierno que me hizo atravesar en el transcurso de la última semana? Agonía. Desconsuelo. Suplicio. ¿Cómo puedo llamarlo? ¿Qué nombre debería llevar el ser empujado por la persona a la que te has entregado igual que si fueras únicamente el molesto accesorio que ya no combina con su fachada actual?


—¿Te resultó divertido tratarme así? —di un paso, DongHae no sabía aún qué decirme. Ni yo cómo perdonarlo por herirme. Por dejarme con esta incertidumbre que me provocó noches enteras de pesadillas. Delirios entre mi repentino subidón de fiebre. Estuve al borde de la locura pese a que sólo fueron unos cuantos días. Eternos. El dolor que no concluye. Un constante padecer que me cortaba el aliento a cada segundo del día.

Revivamos a Eros [EunHae]Where stories live. Discover now