Prólogo

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Enigmático Lord

Prólogo 

Mundos distintos

¿Qué es el miedo? ¿Por qué tememos?

Esas eran las preguntas que rondaban en la mente de Kagome, justo en aquellos instantes.

Y los motivos que las provocaban, no eran de menor preocupación para la jovencita, pues en ellos, había dos factores que podrían ocasionar una coalición terrible en su contra:

La ruina y el matrimonio.

Aquellos aspectos eran realmente devastadores para cualquiera que perteneciera a la sociedad tan aristocrática de aquellos tiempos; el alimento perfecto para los chismes y rumores que parecían esparcirse como la pólvora entre cada familia, casa y calle; que podían destruir a quien fuera con tan solo hacer mención del tan afamado "escándalo".

Y Kagome lo sabía perfectamente.

Sus manos temblaron ligeramente mientras escuchaba la noticia por palabra de su propio padre, él mismo que no parecía darle mayor importancia, debido a la frialdad de su tono de voz y práctico desinterés. Envolvió sus manos en puños para no demostrar la inseguridad y el temor que sentía correr por cada parte de su ser. A lo que respondió llenándose de un solemne valor:

—Deseo saber... ¿Quién es este...? ¿Caballero tan audaz? —Dirigió sus ojos color avellana directo a los de su padre, dejando clara su compostura.

—Su excelencia, el Marqués de Ailsa —Respondió su padre con total orgullo —Debes estar agradecida de que un Marqués se haya fijado en ti —Agregó con sorna —Y que, mejor aún, no desee tu dote. Con ese dinero, podré saldar mis deudas rápidamente y salvaré el nombre de la familia de la deshonra —.

Kagome apretó fuertemente sus dientes con cierta impotencia, y no fue para menos. Su padre, era un jugador y apostador empedernido; un hombre sin escrúpulos que se había abandonado hace mucho a la bebida y a los juegos, situación que empeoró con la muerte de su amada madre, que en ese momento deseaba — y agradecía— que pudiera estar descansando en paz, para no poder observar lo que acontecía. Los últimos meses, el Barón Berkeley había sido acompañado por la mala suerte en cada apuesta y juego con los que satisfacía su adicción; con tales y tantas malas rachas, no le extrañaba que se hubieran ido a la bancarrota en tan poco tiempo y estuvieran ahogándose en deudas.

Salió de aquella estancia, sin dirigirle la palabra a su padre. Estaba avergonzada de él y de sí misma, pues ella, como señorita educada, no podía hacer nada más que aceptar la decisión; ella no tenía voz ni voto en aquel asunto incluso cuando se trataba de su vida personal la que se vería afectada, así eran las cosas. Era su obligación resignarse a cumplir los designios de los hombres.

Pero, dejando de lado lo que sentía en aquellos momentos, una cuestión más oportuna y lógica le embargaba... ¿Quién era aquel caballero que había hecho aquella propuesta tan repentina y sin algún reparo?

Debía de ser muy extraño o un muy completo demente para proponer un matrimonio sin conocer ni una sola vez, a la jovencita con la que piensa contraer nupcias. ¡Peor aún, sin haber hecho un cortejo adecuado!

Se dirigió al saloncito mientras meditaba lo que sucedería a futuro, caminaba lentamente dando vueltas entre los muebles bajo la atenta mirada de algunos curiosos sirvientes, que gracias a que las paredes tenían oídos, ya cuchicheaban entre ellos sobre el destino de la jovencita agraciada con el enigmático lord, que, por cierto, no gozaba de muy buena fama.

—Joven excelencia, la señorita Knigthley está aquí—dijo el mayordomo de la casa haciendo acto de presencia, espantando a los ojos indiscretos.

Kagome por primera vez sonrió levemente ante la idea de que su mejor amiga estaba de visita en la casa, y mientras se ponía de pie para recibirla con un abrazo no dudo en empezar a contarle lo que había sucedido:

La ruina de la familia, su compromiso impremeditado con aquel lord que no conocía y su pronta boda.

—¡Oh Sango! —Tomó sus manos entre las suyas— Lamento tanto tener que agobiarte con este tipo de cosas ¡Pero...! Temo tanto por mí, yo no conozco a ese caballero, y mi padre... A mi padre ni siquiera le importa mi futuro...—Bajó la mirada, escondiéndola en el hombro de su querida amiga.

—Oh Kagome... ¡No sabes cuánto lo siento! — La señorita Knigthley abrazó a la joven y dejó que se reconfortara en sus brazos— Debe haber algo que yo pueda hacer por ti... ¡Tal vez, pueda convencer a tu padre...! Tal vez pueda ayudarte a fugarte... No quiero que caigas en manos de un hombre como ese...—Aquellas últimas frases sorprendieron a la jovencita quien le miró— ¡Sin ni siquiera un cortejo! ¡Qué locura! —

—¿Qué quieres decir, querida Sango?... ¿Tú conoces a ese caballero? —

—Por desgracia sí, es un enigmático caballero. Todo el mundo lo conoce en Yorkshire —Comentó Sango —Tiene fama de estrafalario, casi nunca va a bailes ni fiestas, dicen que tiene el cabello tan blanco como la luna misma porque sale al sol en contadas ocasiones... Algunas personas creen que es un vampiro, y que por eso siempre está solo en su gran mansión—

—¡Un vampiro! ¡Oh Sango...! Entonces estoy condenada —Las lágrimas empezaron a surcar el rostro de Kagome— Escapar sería inútil, me encontraría incluso si lograra llegar a Francia... No me queda más que aceptar mi destino—

—Te enviaré cartas todas las semanas para estar en contacto, si ese hombre lograra atentar contra tu salud de alguna forma, yo me encargaré de ayudarte... Haré lo que sea por ti, Kagome... —Sango secó sus lagrimas con un pequeño pañuelo para darle algo de consuelo.

Kagome deseaba poder entusiasmarse con las palabras de su amiga.... ¿Pero cómo? Si tenía tantas dudas y tanto miedo sobre qué le depararía aquel destino que se presagiaba como trágico; no le quedaba más que refugiarse en las esperanzas que le ofrecía su amiga.

No cabe duda de que existen personas que están destinadas a unirse de formas un tanto, desgarradoras.

Enigmático Lord—

—Enigmático Lord—

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