Capítulo XXVII

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Enigmático Lord
XXVII
Entre arquería, pinturas y vestidos.

El tiempo lo cura todo, excepto a un amor en crecimiento.

El centro de una diana fue perforado por tercera vez en el transcurso de un cuarto de hora, la flecha que había sido lanzada con destreza abrió un agujero hasta la madera de soporte trasera incrustándose hasta la mitad de su anchura. La creadora de este suceso, nuestra querida arquera, permanecía concentrada en su práctica cuando volvió a tirar una de estas de forma rápida y limpia atinando esta vez en uno de los aros cercanos al centro.

—Lady Kagome es usted realmente una magnífica arquera —Aplaudió la voz de un hombre que ya nuestros lectores deben conocer, Miroku que permanecía sentado en compañía de la señorita Knigthley conversaban y observaban a su vez a Kagome practicar con sus flechas.

La susodicha, se dio la vuelta y amplió una gran sonrisa mientras se acercaba después de haber recogido las flechas incrustadas en aquel punto de madera y cuero.

— ¡Wow Kagome! Fue realmente fantástico —Felicitó Sango — ¿Quién te ha enseñado los dotes de la arquería de forma tan impecable? —Preguntó curiosa.

En aquel momento, Kagome no pudo evitar recordar la mirada gélida, pero a su vez destellante de Kikyo cuando le enseñó en aquella ocasión durante la Navidad en York, moviendo su hombro por inercia al recordar el pequeño accidente ocurrido, divagando entre los recuerdos del Lord... Realmente deseaba poder verla de nuevo junto al coronel para saber de sus buenas noticias en el próximo baile de primavera.

—Lady Kikyo, la esposa del coronel Taisho —Respondió con cierto afán melancólico —

— ¿Hablas del hermano de Lord Taisho? —Pregunto interesada su amiga.

—Así es, el señor Inuyasha —

— ¡Oh! —Miroku interrumpió su conversación de repente — ¿Habla usted del coronel Inuyasha? —Recibió como respuesta un asentimiento —Me alegra informarle que yo le conozco. Tuve la oportunidad de conocerle durante mi corta estadía en New Castle y es un caballero realmente valiente e intrépido, con un sentido del honor impecable —Rememoró.

—Vaya... Me gustaría conocerlos a ambos con tan excelentes reseñas —Suspiró la señorita Knigthley.

—Paciencia querida Sango —Sonrió ladino el de cabellos negros, casi parecía querer seducir a alguien —La paciencia es una virtud... Cuando usted acepte mi mano, le aseguro que la llevaré a conocer a quien más desee —Aseguró confiado.

Kagome rió divertidamente, no podía evitarlo. Miroku era un hombre realmente seguro de sí mismo en algunos aspectos. Este era uno. Estaba casi seguro de que la señorita Sango aceptaría casarse con él, no hacía mucho que tenía esa certeza. Ya habían pasado unas semanas desde aquella redada, y, frente a los ojos de Kagome, aunque todo había comenzado como una broma entre ambos amigos, pronto se transformó en una idea fija y meditada del caballero, la boda con la joven Sango.

Sango por su parte, se mantenía a raya. Dando leves negaciones con su cabeza o riéndose de las bromas locuaces e intencionadas de aquel caballero peculiar. Él era realmente persistente, no aceptaba un no por respuesta y a pesar de que iba a pasar sus tardes en Chatsworth, paseaba y se sentaba a su lado a la hora de la cena, pasando todo el tiempo posible junto a la joven castaña, solo recibiendo como respuesta una risita divertida, para él, era aquello suficiente, le miraba fijamente, como embelesado y suspiraba levemente como para no decepcionarse.

"El amor nos hace tontos a todos".

Ese era el pensamiento que merodeaba la cabeza de la Marquesa. Realmente ella no se sentía muy distinta de Miroku en aquellos momentos, o posiblemente de su amiga. Desde aquel día, aquella noche, no podía evitar sentir como su admiración, como su aprecio y todos los sentimientos que guardaba crecían con el pasar de los minutos, y aunque esto no representaba un peso asfixiante, si era la causa de su felicidad y regocijo, cada vez que pensaba en Sesshomaru y su mirada de oro, o su rostro neutro parecía que su corazón saltaba de alegría por verlo vivo, sonreía sin motivos —o al menos eso pensaba la servidumbre—y no podía evitar querer topárselo en los pasillos o encontrarlo a la hora del almuerzo y el té. No comprendía muy bien porque esto habría de ser así, no entendía los mecanismos del amor, ni como nadaba en aquel mar llamado matrimonio, pero lo que si sabía, es que sus sentimientos ocultos sólo podían crecer y expandirse con cada segundo pasado. Esa, era su única certeza.

Enigmático LordWhere stories live. Discover now