Capítulo XXV

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Enigmático Lord
XXV
Duelo de honor

"El amor no necesita ser entendido, sólo necesita ser demostrado" —Paulo Coelho.

Antes de proseguir con esta maravillosa historia que ustedes mis lectores siguen con tanta ansiedad, es necesario que demos una vista a un pasado no tan lejano, lleno de sucesos que como comprenderán... No podrían dejarse pasar por alto.

El mismo día, en el que ciertas damiselas recurren a dar un paseo por el poblado cercano, una mente sagaz y un cuerpo veloz se aproximaba con rapidez a la casa de Chatsworth con un único propósito que aunque podría pasar como una perversa maldad, no era más que una prejuiciosa equivocación.

Koga, el médico veloz se dirigía a paso rápido por el sendero que conectaba a la gran casona con el poblado, seguido de dos figuras delgadas que no podían seguirle el paso, estos impulsados por una fiel preocupación, trataban de detenerlo a toda costa, pero tal parecía que la decisión ya estaba tomada.

Tomando de referencia los sucesos previos que había visto, escuchado y presenciado, Koga ya no tenía ninguna duda, su naturaleza terca y reacia a escuchar opiniones ajenas estaba más elevada que nunca ese día. Estaba dispuesto a todo con tal de "librar" a la joven Marquesa de los brazos de aquel hombre que pretendía llamarse caballero y que para él no era más que un satanás disfrazado de un hombre frio y que si no estaba loco, al menos era enigmático.

Y aunque su nombre era exclamado por sus dos acompañantes, aunque el corazón pareciese querer salirse de su pecho y aunque una pequeña parte de sí le gritaba que tal vez podría estar equivocado y que probablemente no estaba pensando bien las cosas, nunca detuvo su andar hasta que sus pies tocaron el piso amueblado de aquella oficina elegante y ordenada.

Además de su morador innato, que estaba sentado escribiendo como de costumbre, Koga pudo divisar sobre el escritorio el bello globo terráqueo —Como recordarán, a nuestro Lord enigmático le place viajar— el tintero y una pluma que se mojaba constantemente seguido del sonido que hacía al escribir, seguido del orden que nunca dejo de establecerse en aquella estancia, donde los rayos del sol iluminaban el rostro de facciones casi perfectas, haciendo brillar los cabellos blanquecinos cortados a la medida de su cara ambivalente.

—Caballero... Me alegra saber que ya se encuentra recuperado de sus dolencias —Ironizó el médico mientras se acercaba.

Sesshomaru permaneció sereno, una vez que terminó su escritura, dejó la pluma en el tintero y dirigió su mirada ámbar a los ojos celestinos de aquel hombre que sabía muy bien, tenía intenciones de retarlo.

—Rememorando, que mis heridas han sanado casi por completo y que no existe otro motivo por el que deba atribuir su visita... Me veo obligado a preguntarle la razón de la misma —

—Usted debe hacerse una idea precisa y clara, Lord Taisho —Respondió con ponzoña el azabache —Atribuyo la razón de mi visita, a un asunto que no ha sido aclarado por completo —Hizo una pausa — La señorita Berkeley y su matrimonio comprado con usted—

—Creí haberle dicho expresamente—Sus ojos parecieron cobrar un brillo dominante mientras se erguía en su altura —Que no se hablaría más sobre ese asunto, caballero —Su ceño pareció arquearse ligeramente, tratando de desafiar a su contrincante.

Koga, no sabía que le provocaba más impotencia, si el orgullo y esa dominante prepotencia, o esa mirada odiosa que adoptaba cuando pretendía intimidar a otra persona. ¡Cuánto desagrado le provocaba este ser!

—Pues debo pedirle una disculpa, pues no pienso abandonar un asunto de tan suma importancia —Gruño casi al borde de la rabia sin control—Es usted un hombre sin escrúpulos, todas sus acciones y palabras me demuestran la mínima preocupación que pueda tener por Lady Kagome, es usted una persona déspota, cruel e insensata que no ha reparado en pensar, o tratar de entender los sentimientos de una joven tan especial, ni mucho menos en las consecuencias de sus actos... Y no conforme dígame...—rugió — ¿Alguna vez sintió algo de empatía por ella al tener que casarse obligadamente con alguien como usted? Le puedo asegurar que no... Porque es usted egoísta — Nuestro doctor, empuño sus manos, tratando de contener en vano las palabras rabiosas y venenosas que salían de su boca.

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