Capítulo XVIII

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Enigmático Lord
XVIII
Accidente

¿Qué se hace con un presentimiento constante, ese que no te deja dormir en paz, ese que te eriza los vellos de la nuca, ese que te oprime el corazón sin razón alguna o motivo aparente?

En ocasiones se suele decir que las mujeres tienen un sexto sentido que siempre les advierte de posibles situaciones que escapan de lo común, una sensación extraña que les avisa de que algo no sucede como debería... Una corazonada que preocupa de forma distinta a cualquier pensamiento desigual.

—Señora Kaede... ¿A usted visto a mi Lord? —preguntó Kagome mientras se acercaba a su ama de llaves —

Desde que se había levantado aquella mañana tempestuosa, la extraña premonición que se había albergado en ella no la había abandonado en ningún momento, Kagome quería convencerse de que eran simples nervios por una mala pesadilla o algún pensamiento nefasto, algo que le había robado la paz por la noche y que deseaba hacerlo durante el día como si estuviera inconforme, decidida a no dejarse intimidar por cosas como aquellas, pertenecientes o no a la realidad —ya que se consideraba una persona lo suficientemente reacia en creencias descabelladas— decidió tomarse la molestia de preguntar por cierto Lord y cierto pequeño travieso que no había visto en lo que transcurría de mañana en la casa de Chatsworth.

— ¡Oh! Ha salido a tempranas horas en su corcel —Aseguró la anciana mientras dirigía su mirada curiosa a su ama —De seguro ha ido a las cercanías del pueblo, ya sabe usted que es demasiado minucioso en lo que respecta a la puntualidad en los negocios —

La Marquesa se obligó a asentir y sonreír con una mueca doblada en respuesta, no podía asegurar que aquella respuesta había calmado por completo aquella tribulación que sentía, pero al menos podía sentirse segura de que no había nada fuera de lo normal en aquel día. Dirigió sus pasos al gran salón donde la esperaba la agradable compañía del piano y sus teclas apaciguadoras, dedicándose a aplacar aquella ansiedad con la melodía de la música.

Se dice que no hay mayor conforte para un alma o un espíritu cansado que las artes, y Kagome estaba de acuerdo con aquella idea.

Realmente cuando pensaba porque se sentía de aquella manera, no sabría expresar las razones de su zozobra, pensaba en que puesto que había tomado enserio las palabras dichas por Sango en aquella carta, incluyendo el hecho de que el distanciamiento volvió a reinar entre ellos, no sentía la misma confusión que los primeros días en la vuelta a casa... Sin embargo, eso no evitaba que de vez en cuando la incertidumbre intimidara su cálido corazón.
... Como en aquellos momentos. ¿Era esa la causa del terremoto en su ser?

Realmente, no podía evitar recordar entre aquellas maneras y situaciones, las respuestas que aún no tenían el significado que ella buscaba... Que no encajaban a su parecer.

¿De verdad lo que sucedió en York ya no tenía significado o valor? ¿Tal vez se había tomado las cosas y las acciones muy enserio?

Cuanto odiaba caer en aquella monótona forma de pensar que no le llevaba a ningún lado y que solo le hacía caer en remolinos de dudas.

Y justamente, cuando más parece que no encontraremos las respuestas a nuestros problemas, más aparecen como si no estuvieran conformes de vernos sufrir.

— ¡Mi señora! ¡Mi señora! —Los gritos de Kaede resonaban por toda la casa.

Alarmada, Kagome detuvo la sinfonía de sus pensamientos conectados con los del piano haciendo un sonido de corte terrible, se levantó con el corazón acelerado como si supiera la terrible desgracia de la que sería participe en unos momentos, confirmándose así las sospechas que habían estado a sus espaldas.

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