XXIX

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―Quédate sobre Morktooth ―me ordenó Dominic.

Luego me dio un beso con mucha fuerza y saltó del dragón, justo delante de la puerta de la muralla de Eldmâne. Yo me sujeté como pude a mi transporte, apretando las rodillas y agarrando sus escamas negras y lisas, ligeramente afiladas.

La muralla parecía haber cedido en parte, el ejército de elementales luchaba contra monstruos de todas las formas y tamaños en lo alto de esta. Samantha estaba de pie sobre el tejadillo de una de las torres. Ezequiel estaba a su lado, rechazando a cualquiera que se acercase a ellos con su espada, mientras la chica controlaba la lava para tratar de evitar que se le colasen más seres, aunque parecía incapaz de frenar la marea animal. Para colmo, el rival parecía tener cero aprecio por su vida.

Dominic se colocó a un par de metros de la puerta y algunos monstruos se lanzaron contra él. Traté de mirar qué hacía, pero el dragón dio una sacudida y tuve que mirar al frente para no caerme. Morktooth descendió en picado y lanzó fuego. Yo grité por la sorpresa. A ver, era un dragón, parecía lógico que escupiese fuego, pero no me lo esperaba.

Perdí el agarre cuando sus alas rozaron el suelo, llevándose a una docena de enemigos con cada una y lanzando a otro al aire, para recogerlo con las fauces abiertas. Quería quedarme sobre él, de verdad, pero se me resbalaron las piernas y rodé hasta el suelo. Me encontré una docena de espadas apuntándome al cuello cuando logré dejar de dar vueltas de campana y pude mirar alrededor.

―Tranquilos, es de los nuestros ―me defendió Zack, surgiendo entre la gente. Me tendió una mano y yo la acepté encantada―. ¿Y Dom?

―Ha saltado del dragón delante de la muralla.

―Joder...

Me pareció preocupado y luego aprovechó que seguía sujetando mi mano para tirar de mí. Dio órdenes que apenas entendí y se metió entre los monstruos con sus hombres rodeándole. Iba a decirle que podía ir solita, cuando tuvo que soltarme para repartir espadazos a un ser oso. Cayó muerto al suelo, desmembrado.

―¿Por qué no se para el tiempo? ―pregunté entonces, confusa.

―Supongo que los animales no tienen alma de la misma manera.

Fruncí un poco el ceño, mientras Zack tiraba de mi mano otra vez. No lo pensé hasta ese momento, pero ¿por qué los duxamas tampoco tenían parcas? Sin embargo, humanos, vampiros y licántropos podían ser... comida. Supuse que si sobrevivía podía preguntar a Mark, seguro que sabía más que yo del tema.

El dragón pasó por delante de nosotros, tan cerca que la onda expansiva de sus alas estuvo a punto de derribarme de nuevo. Sin duda lo habría hecho de no ser por Zack, que aún me sujetaba. Y, con la mano libre porque había hecho desaparecer su espada, sujetó del costado al dragón y nos subió a ambos con una facilidad insultante.

Morktooth se revolvió, como si no quisiera tener a dos idiotas encima. Supuse que para él éramos el equivalente a las pulgas en los perros, así que no me extrañaba tampoco. Sin embargo, paró de agitarse cuando Zack le dijo que le llevase con Dominic y sobrevoló el ejército enemigo de vuelta a la muralla.

―Quédate aquí ―me ordenó Zack cuando estábamos cerca.

Pero iba listo si se pensaba que iba a quedarme allí para arriesgarme a que ese dragón volviese a lanzarme al suelo. Salté tras él y me desmaterialicé antes de caer, por si acaso. No quería hacerme daño. Dominic me ayudó a levarme en cuanto volví a hacerme visible. Estaba empapado de sangre y esa sustancia negra, por suerte, no parecía herido, o no gravemente al menos. Aún conservaba todos sus miembros.

―¿Estás bien? ―me preguntó, pero una violenta sacudida nos lanzó al suelo sin que pudiéramos responder.

Dominic me cubrió con su cuerpo. Hasta que no me soltó y se asentó un poco el polvo a nuestro alrededor, no vi que la muralla había caído.

Crónicas de Morkvald: Luna de Hielo #3 - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now