XXII

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―¿Qué te ha pasado? ―me preguntó Samantha, arrodillándose a mi lado.

―Hambre ―respondí, incapaz de decir nada más.

Me moría de hambre, literalmente. Sentía todo el cuerpo como si hubiera pasado por la licuadora y ya ni siquiera podía estar arrodillada en el suelo. Me aovillé más, rezando porque aquel dolor pasase pronto.

―No eres un fantasma ―me dijo confusa.

―Parca... ―murmuré.

Quise pedir ayuda, pero me quedé sin aire. O sin fuerza. Samantha pareció reaccionar, se arrodilló a mi lado y apoyó las manos en mi cabeza. Cerró los ojos un momento y pensé que me haría desaparecer del todo o algo parecido. Sin embargo, fui sintiéndome mejor poco a poco.

―¡Samy! ¿Qué pasa? ―La voz preocupada de Ezequiel la hizo soltarme de golpe y se cayó de culo al suelo.

Me pareció que ella tenía tan pocas fuerzas como yo un instante antes. En ese momento me sentía algo mejor y logré sentarme en frente, al otro lado del pasillo.

―Busca a Dominic, rápido. Dile que llevaba razón ―le pidió ella.

―¿Dominic? ¿De qué hablas, Samy? ¿Qué pasa?

―Rápido, antes de que Dominic cometa otra locura ―pedí y ella apremió a Ezequiel.

El rubio dudó un momento, mirando a Samantha con la preocupación pintada en el rostro, pero al final siguió el mismo camino que Dominic momentos antes.

―Ahora cuéntame que te ha pasado ―solicitó.

Le expliqué de forma resumida el ataque de Satanás y de Darren. Ella se cubrió la boca a mitad del relato y no pude ver su expresión el resto del tiempo, aunque no me hacía falta. Sabía que estaba horrorizada.

―¿Por qué no te haces visible? ―me preguntó, cuando acabé el relato y se disculpó conmigo por algún motivo que no entendí.

―No sé hacerlo. Ese bicho con alas me convirtió en una parca y desapareció sin dejarme instrucciones.

Se rio un poco, por mi modo de decirlo, supuse. Un segundo después, un tipo llegó corriendo a nuestro lado y sujetó a Samantha para hacer que se levantase del suelo. Le miré con interés, porque era muy guapo. Tenía el pelo negro rapado por los lados y algo de punta por arriba y los ojos de ese color azul tan brillante como Satanás. Aunque no me vio.

―¿Estás bien, friki? ―preguntó a Samantha, tras examinarla con la vista.

Si hubiera tenido que apostar, habría dicho que estaba coladísimo de ella. Sin embargo, Samantha se apartó un paso de él, marcando las distancias. No me extrañó, entre el rubio y el moreno yo también habría elegido al rubio, que tenía algo casi salvaje y sexi. Aunque estaba segura de que ambos eran muy jóvenes para mí.

―¿Cómo funciona la magia de las parcas, Lehaké?

―Que genial conversación para tener en un pasillo en medio de la noche... ―replicó él.

Pensé que iba a largarse, porque avanzó un poco, pero acabó cruzando otra de las puertas y Samantha le siguió, tras hacerme un gesto. Reuní fuerzas, que tampoco es que me sobrasen, y los seguí. Era una sala grande, casi parecía un aula escolar, con una serie de sillas mirando a una pared. No había pizarra, pero, aun así, parecía un ambiente para dar lecciones.

―¿Qué pasa con las parcas? ―insistió ella.

―Seguro que sabes tú de ellas más que yo, Sam. ¿Qué quieres que te diga? Absorben almas para mandarlas al Caebiru, donde son recicladas para transformarse en caenunas o...

Crónicas de Morkvald: Luna de Hielo #3 - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now