XXIII

293 44 28
                                    

―Espera.

Sujeté la mano de Dominic tras aparecer en un callejón para que no avanzase. Sabía dónde estábamos porque llegaba música del estilo «chunda-chunda». Y porque una vez había vomitado en aquel mismo callejón. Era una discoteca muy famosa de la ciudad. Estaba apartada, entre fábricas del polígono industrial.

―¿Qué pasa? ―preguntó preocupado, pasándome una mano con dulzura por la mejilla.

―Cuando hablábamos de comer... No te referías a pedir una pizza, ¿verdad? ―dudé―. No creo que pueda matar a nadie a sangre fría, Dominic. Cada vez que pienso en Jenkins... ―Me temblaron las manos y él me abrazó para calmarme.

Tardó unos segundos en hablar. Me pareció que estaba esperando a que me tranquilizase, así que me separé un poco de él para que viese que estaba bien.

―Obviamente no hablaba de pizza ―me dio la razón con calma―. Y tú no vas a matar a nadie. No puedes, de hecho. Se supone que las parcas sois neutrales, así que si descubren que has matado a alguien... Mejor no lo hagas.

―¿Estoy muerta de verdad, Dominic? ¿No podré comer nada normal, ni dormir, ni envejecer?

―Más o menos. Puedes comer, pero no sé hasta qué punto te sentará bien. Y yo tampoco duermo, ni envejezco. ―Me dirigió una sonrisa compasiva.

―¡Oh, Dios! Dime que puedo follar ―supliqué.

Soltó una carcajada y asintió enseguida, para quitarme el miedo supuse.

―Por eso no te preocupes, mientras tu cuerpo sea sólido, sentirás todo. Lo que significa que también pueden hacerte daño. No podrán matarte, al menos no del modo convencional, pero puedes sufrir dolor...

Me tomé un segundo para pensar en ello, pero me daba igual poder sentir dolor mientras pudiese sentir las cosas buenas. Sin pizza, alcohol, ni sexo, ¿para qué quería seguir en el mundo? Al menos podría seguir teniendo sexo. Aunque pasar una eternidad en la Tierra no se me antojó lo más divertido del mundo. ¿Y si Dominic se cansaba de mí? ¿Qué haría?

―¿Y por qué venimos aquí a comer? ―cuestioné cauta.

―Para comer. Necesitas un muerto reciente. Pero en los sitios que muere gente habitualmente, como hospitales o residencias de ancianos, ya hay parcas asignadas, que son muy territoriales. Así que necesitas un muerto reciente por sorpresa, para zampártelo antes de que otra parca lo detecte.

―Así que tú vas a matar a alguien para mí... ―Agité la cabeza, poco convencida―. Después de todas las charlas sobre la humanidad que me has echado.

Dominic suspiró un poco y miró alrededor. Aunque en el callejón que, por cierto, apestaba, no había nadie más.

―Mira, Sarah, eres una parca, tienes que asumirlo. Tú comes muertos y yo bebo sangre. Podemos hacer un buen equipo o dejarnos morir de hambre. Tú decides.

―No hagas eso. ―Me aparté de él para cruzarme de brazos mosqueada.

―¿El qué? ―preguntó confuso.

―Fingir que puedo decidir. O que tú necesitas matar a alguien y que no lo haces por mí. Acabamos con Los Hijos de la Luz porque mataban gente. Y ahora quieres que yo haga lo mismo.

―No, ya te he dicho que tú eres neutral. Voy a hacerlo yo. Y no nos engañemos: una cosa es matar gente inocente y críos, otra hacerlo para comer. No eras precisamente vegetariana. Tómatelo como un ascenso en la cadena alimenticia ―bromeó, haciéndome agitar la cabeza―. Si lo prefieres, podemos pasar de los jóvenes borrachos y buscar a la gente mala ―me tentó.

Crónicas de Morkvald: Luna de Hielo #3 - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora