II

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Dominic me aparcó en su casa como si yo fuera un mueble viejo, y desapareció tras un escueto y frío:

―Arriba hay dormitorios, descansa si quieres. Yo volveré antes del amanecer.

Y ya está. Se evaporó en la nada en medio de su salón. Unos minutos atrás me había sacado de La Bala de Plata a tirones, prácticamente. Eso sí, tuvo la deferencia de dejarme su camisa para no llevarme medio desnuda entre todos los vampiros. Al llegar fuera, nos habíamos evaporado y de pronto, estábamos en su salón.

No tuve tiempo de preguntarme cómo sería la casa de un vampiro milenario, más que nada, porque no sabía que iba a llevarme a su casa. Pero de haberlo sabido, hubiera esperado una cueva lúgubre, no aquel pedazo de mansión.

Me tomé un rato para recorrerla. ¡Que le dieran al vampiro y sus secretos! Sin embargo, salvo una habitación que tenía ropa en un armario, el sitio parecía bastante impersonal. Eso sí, el lugar era monstruosamente grande.

Me recordó a esas enormes mansiones que veías en televisión y te preguntabas: «¿quién mierda puede vivir ahí?», pues al parecer, vampiros milenarios.

Acabé asaltando el armario para ponerme unos vaqueros que tuve que ajustarme con un cinturón que saqué también de allí y me cambié la camisa agujereada por una sudadera negra.

Cuando estuve satisfecha con el vestuario bajé en busca de la cocina. Tenía hambre, pero cero esperanzas en encontrar algo allí. La nevera no estaba ni enchufada y, aun así, me decepcionó no encontrar nada. Sí que encontré un cuchillo enorme en uno de los cajones, porque la cocina parecía perfectamente equipada.

Me lo guardé en el bolsillo delantero de la sudadera y decidí que no iba a quedarme esperando a ver si Dominic quería volver para rematarme o lo que fuera.

Caminé despacio hacia la puerta, como si aquello no fuera un intento de fuga. Había dejado todas las luces apagadas de nuevo (aunque las había tenido que encender para cotillear), así que me moví por las sombras en completo silencio.

Abrí la puerta con suavidad, procurando no hacer ruido, porque no me fiaba de que el vampiro estuviera vigilando. Y mis peores temores se vieron confirmados, porque apenas atisbé el patio exterior, cementado y con un coche carísimo allí, cuando la voz del vampiro me sobresaltó.

―¿Vas a algún sitio?

―¡Joder! ―me quejé, apartándome de él y dando la luz―. No puedes retenerme, eso es secuestro.

―Vaya... Me preocupa muchísimo haberte secuestrado. Cierra la puerta, encanto.

―Voy a irme ―aseguré.

No esperé a que se negase. Crucé la puerta y caminé lo más rápido que pude. Solo di tres pasos antes de que me rodease con un brazo. Peleé contra él y saqué el cuchillo del bolsillo. Se lo clavé en el costado sin darle tiempo a darse cuenta de lo que estaba haciendo.

―¡La madre que...! ―aulló en mi oído.

Me soltó y me caí de boca al suelo. Pude sujetarme con las manos, pero me las raspé contra el asfalto. Me levanté como pude y volví a correr.

Esta vez no di ni dos pasos antes de que me rodease de nuevo con los dos brazos, con tanta fuerza que me cortó la respiración. Peleé contra él, sabiendo que seguramente había colmado su paciencia. Había soportado que le disparase, la puñalada a lo mejor había sido pasarme de la raya. Pero vamos, podía entender de una vez que no quería ser su prisionera, ¿no?

Tiró de mí, para que me girase hacia él y sus ojos amarillos destilaron enfado. Dejé de pelear de inmediato, sabiendo que había jugado con la poca suerte que debía quedarme en la vida. Tragué saliva, estaba muerta.

Crónicas de Morkvald: Luna de Hielo #3 - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now