XXI

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Si salía de aquello, de alguna manera, me prometí no volver a acercarme a un trono. Al parecer, era la única que lo pensaba, porque allí cualquiera podía colocarse una silla elegante y reinar sobre un pedazo de tierra.

No voy a decir que Satanás, el rey del Infierno, el Dios del inframundo, el Primero de los ángeles caídos, el Demonio por antonomasia, no tuviera cierto derecho a un trono, pero yo que sé, les había cogido manía.

Dominic apareció delante de él, sin ningún miedo en la cara. Por suerte se había secado las lágrimas, me parecía horrible verle de ese modo. Satanás estaba cómodamente sentado, cruzado de piernas, con un traje caro completamente negro, incluso la camisa era oscura y creaba un contraste curioso con su pelo blanco. Arrodillados a cada uno de sus lados, estaban Anuja y Sanga. Di un paso hacia la vampira, por inercia. Me hubiera gustado poder sacarla de allí. Mierda. Ahora podía identificar el miedo en su rostro o en su ligerísimo temblor y la pena venció mi batalla interna. Teníamos que salvarla.

Y, tras el trono, estaba mi asesino. Tardé en verle, pero cuando lo hice retrocedí de nuevo y me coloqué tras Dominic. Quizá fue una tontería, porque no podía verme y yo no era corpórea o lo que fuese, pero necesitaba esa medida de contención entre nosotros.

―Hola, abuelo ―saludó Dominic al Demonio, con tanta frialdad que me heló la sangre que ya no corría por mis venas―. He vuelto a casa.

Pensé que quizá Satanás pudiera verme, pero no quitó sus ojos, de un color azul demasiado brillante y antinatural, de Dominic. El resto tampoco me miraron.

―Vete, Dom... ―suplicó Anuja.

―Teníamos un trato, amor mío ―se burló el vampiro, clavando su mirada feroz en ella.

―¡Déjala en paz! ―le grité, aunque claro, ni me veía, ni me oía, ni me prestaba atención.

Sé que es raro que defienda a Anuja, pero ella había tratado de salvarme. Solo que pelear contra Satanás era imposible, éramos mosquitos luchando contra un parabrisas, no tenía sentido.

―Lo siento ―le dijo Anuja, sin intentar defenderse.

Agachó la cabeza, pero el temblor de sus hombros delató sus lágrimas. Satanás aprovechó la cercanía para tirar de su pelo recogido en un moño y hacer que alzase la cara. Las lágrimas de sangre empapaban sus mejillas, tal como yo había sospechado. Una parte de mí quiso consolarla, pero permanecí a salvo junto a Dominic.

Y quizá, precisamente por estar tan pendiente de Anuja, pude ver el gesto de sus dedos. ¿Le estaba transmitiendo un mensaje a Dominic? Movió las manos para juntar sus índices en una especie de cruz y los anulares tocándose las uñas rojas. ¿Qué trataba de decir?

Miré a Dominic y me di cuenta de que lo entendía perfectamente, porque abrió un poco los ojos. Sin embargo, no respondió ni nada parecido, aunque estaba seguro de que el gesto le había sorprendido.

―No seas duro con ella ―se metió Satanás, empujándola entonces a un lado y haciendo que cayese al suelo―. Trató de salvar a la chica. ¿Era tuya?

Dominic apretó los puños y vi su esfuerzo sobrehumano para no atacar. Tardó un segundo en calmarse y sacar un puñal que se había enganchado del cinturón. El mismo que me había matado y que aún estaba manchado de mi sangre. Lo lanzó al suelo y rodó por el cuidado parqué hasta los pies de Satanás.

Hasta el momento no miré alrededor, por cierto. Aquello parecía alguna clase de restaurante, aunque habían retirado las mesas y sillas, que estaban rotas y acumuladas en un rincón. No tenía mucho más: un ventanal enorme que dejaba ver el cuidado césped al otro lado; unas lámparas de araña y una barra al fondo. Sin duda, había sido un sitio caro.

Crónicas de Morkvald: Luna de Hielo #3 - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now