XXVI

259 46 36
                                    

―¿Por qué te has metido? ―me preguntó mi madre llorosa cuando nos empujaron a la parte trasera de una furgoneta. Me senté en el suelo, junto a ella.

―No te apures, mamá, estoy acostumbrada a que me secuestren, no me pasará nada.

El tal Arnold subió después con nosotras. Era un espacio amplio, sin asientos ni nada más. Parecía una furgoneta para mudanzas y cosas así. Olía a serrín y apenas entraba luz del exterior entre las juntas. Arnold se arrodilló frente a mí.

―Maia nunca me dijo que su hija era maga ―comentó el tipo como por descuido, como si estuviera hablando del tiempo.

Puse cara de póquer, pero tardé unos segundos en entender de qué me hablaba. Yo me había hecho visible delante de él, pero debía pensar que había aparecido y que eso me convertía en un elemental. Ya le preguntaría a mi madre cuando pudiera por qué los llamaban magos. No había oído a nadie más referirse a ellos de esa forma tan vaga.

―¿Tienes algún problema con lo que yo sea? ―cuestioné.

No sabía cómo de fino tenían el oído los licántropos, pero no iba a arriesgarme a que detectase que mentía. Por suerte, moverme entre vampiros me había dotado de un gran ingenio a la hora de no responder preguntas con claridad.

―No. Por lo que sé, vuestra genética es más humana que otra cosa. El mordisco surtirá efecto tan bien como en un humano.

―¿Tú mordiste a mi madre? ―curioseé.

―¿Importa?

Me sujetó la mandíbula con una mano, con mucha fuerza y me hizo levantarme. Mi madre intentó ponerse en medio, pero ese malnacido se limitó a empujarla a un lado.

―¿Qué me impide desaparecer ahora mismo? ―cuestioné, sin intentar de verdad soltarme de él.

―Nada, supongo, pero si fueras a hacerlo, ya te habrías largado. Quieres proteger a tu mami, ¿no? ―Se relamió de una forma vomitiva―. Ella estará a salvo, mientras tú seas servicial. La verdad es que hace tiempo que me planteaba cambiarla por... carne más joven. Estoy cansado de sus lloriqueos.

Pasó la mano con descaro sobre mi pecho y siguió por mi cadera. Yo me controlé mucho para no hacerme invisible y evitar su contacto. ¿Cómo lo hacía siempre para acabar secuestrada? Al final, me decidí por la verdad.

―Yo que tú tendría cuidado con lo que deseas ―me burlé―. Tengo una... relación muy exclusiva. Quizá deberías mantener las manos quietas.

―Me temo que a dónde vamos no podrán encontrarte, preciosa.

Me dejó caer de nuevo al suelo y mi madre corrió a abrazarse a mí. Yo le acaricié el pelo, pensativa. ¿Dónde pensaba ir? No tenía miedo, después de todo, ya estaba muerta. Podía hacerme invisible en cualquier momento, o incluso desaparecer. Además, estaba segura de que Dominic me encontraría. Si no fuera porque sabía que mi madre no aceptaría huir de él sin más, me habría largado con ella en ese mismo momento.

No hubo más intento de conversación y lo agradecí. No quería oír más tonterías. Paramos cerca de una hora y media después. Mi madre se levantó, estirando el cuello como si estuviera dolorida. Yo la imité, fingiendo entumecimiento. Fue una buena noticia. Podía permanecer horas en la misma posición sin que me doliese nada.

El sol me cegó un poco, eso sí. Empezaba a estar bajo en el cielo. A nuestro alrededor había bosque espeso, solo interrumpido por un ligero camino de tierra dónde había un par de furgonetas paradas, además de la que acabábamos de salir.

Arnold nos empujó a la vez sin ninguna delicadeza, internándonos en el bosque. Yo traté de memorizar el camino o algo llamativo. ¿Cómo llevaría a Dominic allí de vuelta para poder salvar a mi madre, si no sabía dónde estaba? Así que solo se me ocurrió dejarme arrastrar con ella. Arnold paró cuando llegamos a una cueva y nos empujó dentro, sin dejarme ver mucho más, aunque parecía haber un claro delante con una docena de personas, al menos. No pude verlas demasiado antes de encontrarme dentro de la cueva y con el contraste de luz, tardé en ver algo allí dentro.

Crónicas de Morkvald: Luna de Hielo #3 - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now