Acto 3: Colaboración - VII

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Aparecimos directamente en mi salón. Miré a Dominic sorprendida, porque era mi casa, joder. Puede sonar absurdo, pero que un tipo capaz de arrancar corazones sepa tu dirección exacta es, como mínimo, aterrador.

―¿Cómo sabes dónde vivo?

―Ahora que me debes una, supongo que puedo ser sincero. Te he estado siguiendo.

Boqueé un par de veces, como una idiota. Luego decidí pasar de él y sacar una botella de vodka de mi armario. Le serví un vaso y yo di un trago a morro.

―¿Qué tengo que decir a eso? Primero te metes en mi cabeza y luego en mi casa... ¿Me has seguido? ¿Qué tengo que hacer ahora?

―¿De verdad creías que podías largarte de mi casa por una ventana sin más, Sarah? ¿Tan mierda crees que soy? ―bromeó un poco, bebiendo de su vodka también, aunque puso mala cara al hacerlo. Supuse que no le gustaba el alcohol barato―. Pensé que irías directa a reunirte con uno de los cazadores de criaturas. No pensé que fueras a hacer de todo menos eso ―suspiró un poco.

―¿Por qué te importan tanto?

Me miró un momento y luego se dirigió al sofá para sentarse, llevando con él el vaso.

―¿Puedo? ―Señaló el asiento, aunque ya había apoyado el culo.

―Te metiste en mi mente, no me va a parecer peor que te sientes en mi sofá ―bromeé.

La verdad, y contra todo pronóstico, saber que mi padre era consciente de que podía morir y que, aun así, había decidido hacer de escudo para esos chicos, me había tranquilizado un tanto. No le habían asesinado a sangre fría, ni por averiguar algo chungo. Murió por ser un héroe y eso estaba bien. Mi padre era un puto héroe.

―Te contaré por qué quiero a Los Hijos de la Luz si tú me dices qué pasa con ese licántropo.

―¿Todo contigo tiene que ser un tira y afloja? ―me quejé, dándole un trago al vodka de nuevo.

Se rio un poco, parecía muy relajado, como cualquier universitario normal en la cantina. Casi era fácil olvidar que era un vampiro milenario que podía hackearme la mente o cortarme la cabeza. Aunque sus ojos antinaturalmente amarillos parecían un buen recordatorio constante.

―Llevas razón, además lo mío no es tan interesante. Te lo contaré.

―Espera.

Recordé de golpe la gargantilla con la cámara, no quería que Jenkins viera aquello. No era asunto suyo. No era como grabar el bar de los vampiros.

Fui a la habitación y me guardé la gargantilla en un cajón. Supuse que sería sospechoso que saliese sin más, así que me quité el vestido y lo cambié por la camisa ancha que usaba para estar por casa. También me quité las botas, que solía llevar siempre, pese al calor, porque ocultaban una pequeña reserva de dinero y mi cuchillo. Pero ninguna de esas dos cosas me valdría contra Dominic, así que no había necesidad de estar incómoda.

Me sentí ligeramente liberada solo con la camisa y descalza. Volví con el vampiro entonces, recuperé mi botella de la barra y me senté al otro lado del sofá, lo más lejos que pude de él, porque no había más asientos en mi pequeño salón.

―Habla, vampiro ―ordené.

―Pues verás...

Me recorrió otra vez con su mirada amarilla. Y me sentí un poco halagada. Después de cómo me había rechazado en La Bala de Plata al conocernos, estuvo bien para mi vanidad y eso.

―¿Veo yo o ves tú? ―me burlé.

―Lo que sea ―se rio un poco, sin rastro de vergüenza―. Unos cazadores de criaturas mataron a toda mi familia y a mi perro.

Crónicas de Morkvald: Luna de Hielo #3 - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now