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Me ajusté la gargantilla que llevaba al cuello, para asegurarme de que se veía todo, antes de entrar a La Bala de Plata por la puerta trasera. Jenkins estaba en un coche un junto a la de delante, viéndolo todo en tiempo real y grabando. Si no ganaba el Pulitzer después de aquello iba a retirarme del mundo del periodismo.

Jonah no estaba en la puerta, como solía ser habitual. Al llamar, me abrió otro vampiro con cara de mala leche.

―Llego tarde a trabajar, me han citado aquí ―mentí, rezando porque colase.

En cualquier caso, llevaba un vestidito muy escotado y muy corto, así que, tras un vistazo a mi cuerpo, se apartó para que entrase. Nadie me había hecho contrato la primera vez, ni me habían pagado nada, así que la cosa era bastante informal. Él no podría saber si mentía, ¿no?

―Sal a servir copas ―me ordenó con un gruñido.

No me apetecía mucho meterme tan a saco entre los vampiros. Pero supuse que era la mejor forma de grabarlo todo. Además, quería buscar a Clash Maverick. Originalmente era el contacto de mi padre, así que era posible que supiera algo y que la amenaza de Dominic aún no le hubiera llegado y compartiese esa información conmigo.

Me coloqué la gargantilla una vez más y salí a la zona principal. Había llegado tarde a la venta de esclavos, y era una pena, porque habría sido genial documentarlo. Aun así, podía ver a los vampiros enardecidos bebiendo de ellos y follándoselos sobre las mesas. Y aquello tendría que valer.

―Lleva esto a la mesa seis ―me pidió el camarero, pasándome una bandeja.

Había un par de copas de sangre, y otras tantas de whisky. Supuse que en la mesa seis no habrían conseguido hacerse con ningún esclavo. Quizá cogieran los restos luego, o... Me estremecí un poco y traté de caminar sin llamar mucho la atención. El primer día allí me sorprendió mucho que pudieran tratarme como un cacho de carne sin sentimientos. Ahora temía que se repitiese.

Dejé las copas y me di la vuelta para irme, pero uno de los esclavos se desvaneció de la mesa de al lado, sobre mis pies. Me agaché, asegurándome de que le grababa y le tomé el pulso. El corazón le latía con mucha debilidad.

―Necesita un médico ―le dije a los vampiros.

Sin embargo, hubo carcajadas generales. Una mujer le sujetó del pelo con fuerza y le devolvió a la mesa, luego le hincó los colmillos en el cuello y supe que iba a matarlo. Se suponía que no debían matar a nadie, eso me dijo Jonah. Pero, en cualquier caso, que te desangrasen a diario, por mucho que no te matasen, reducía considerablemente tu esperanza de vida y traía enfermedades como la anemia... Así que quizá era más piadoso morir así, que vivir durante mucho tiempo allí.

―Tú eres la puta de Dominic ―me dijo alguien cuando iba a volver a la barra. Me sujetó del brazo y me hizo girar hacia él.

Mierda. ¿En serio? No podía creerme que alguien nos hubiera relacionado solo porque ese idiota me hubiera sacado a rastras dos noches antes. Claro que era un vampiro Jedi, no había tenido eso en cuenta. Quizá aún olía al de ojos amarillos o algo.

Moví la bandeja para ponerla entre medias y me solté de él para irme de vuelta a la barra. Sin embargo, me choqué de frente contra el pecho enorme de otro vampiro. No tardaron en rodearme. Supe que no podría salir de allí sin más.

―Si Dominic la ha dejado aquí otra vez, es que se ha cansado de ella, ¿no? ―dijo el que tenía delante, relamiéndose de una forma repugnante.

―He quedado aquí con él ―mentí. De perdidos al río.

Uno de los vampiros me rodeó la cintura con un brazo y clavó sus dientes en mi hombro, sin ninguna delicadeza. Yo me quejé, pero solo conseguí que me apretase más fuerte el estómago con su brazo.

Crónicas de Morkvald: Luna de Hielo #3 - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now