XVIII

271 42 18
                                    

La sala era monumentalmente grande y gris. Parecía completamente construida en piedra, salvo el suelo que era de tierra fina y oscura. Una docena de personas aguardaban en un rincón. En el otro extremo de la sala había un trono, también de piedra y pieles. Y, sentado en él, un hombre de pelo blanco, rostro angelical y ojos increíblemente azules.

―Es papá Satanás ―explicó Anuja en un susurro.

Una persona se arrodillaba a cada lado. Me di cuenta de que Anuja era una de ellas, pero no tenía nada de esa belleza que lucía en la actualidad. Parecía más joven y terriblemente delgada. Al otro lado había un tipo algo mayor, con un par de mechones grises en su pelo oscuro. Aun así, tampoco parecía viejo. Quizá de treinta y pocos. Todos llevaban ropas de pieles, aunque el del trono era el único que la llevaba limpia y perfectamente arreglada. La joven Anuja tenía un par de rotos en esta y una mancha de sangre.

―¿Es Satanás de verdad? ―pregunté a la Anuja actual, que se había quedado a mi lado.

―Obviamente no. ¿No te he dicho que somos más viejos que cualquier religión actual? Es un caenuna. Pero tu Satanás está basado en él.

Un golpe a mi espalda me hizo girarme con brusquedad. Había una piedra redonda cubriendo la entrada, que tuvieron que empujar entre tres de los vasallos para poder abrir. También reconocí al tipo que entró, era Zacarías. Con su piel bronceada destacaba sobre los demás notablemente. Y, tras él, sujetos por una especie de cuerda, llegó un grupo de quince personas. Todos parecían adolescentes, iban casi desnudos. Temblaban y lloraban.

―Fue la primera vez que le vi ―murmuró Anuja, acercándose a la fila de gente.

Busqué con la mirada, pero no reconocí a Dominic hasta que ella se acercó a él. Tenía el pelo castaño largo casi hasta los hombros y muy sucio, la piel de un color cetrino y unas marcadas ojeras. Miraba el suelo, rendido.

Satanás habló, pero lo hizo en un idioma muy raro que no entendí. Anuja miró hacia él, casi molesta.

―¿No tienes la versión subtitulada? ―pedí.

―Oh, perdona. ―Se acercó a mí―. Me había olvidado de lo limitados que sois los humanos.

Me dio un toquecito en la frente, con un gesto casi divertido. Yo puse los ojos en blanco.

―¿Me lo traduces o no?

―Sí, sí. Lo recordaré en tu idioma, no te preocupes.

Pensé que me estaba vacilando, pero todo el mundo empezó a hablar mi idioma. No tuve tiempo para alucinar con sus poderes, porque aquello llamó mi atención de nuevo.

―Encárgate de ellos, hija ―ordenaba Satanás a la joven Anuja. Le sujetó la mano antes de que ella pudiera moverse siquiera―. Esta vez no toleraré fracasos. Necesitamos esas criaturas.

―Iré con ella para asegurarme, padre. ―Se levantó el de las canas.

―Hijo de puta ―murmuró la Anuja actual―. No se lo digas a Dominic, pero matar a Werner es lo mejor que ha hecho por mí en mucho tiempo. Voy a saltarme un rato, lo siguiente no tiene importancia.

Según acabó de hablar, la habitación alrededor cambió completamente. Aquella era mucho más pequeña, aunque también tenía un agujero redondo cubierto por una piedra, que parecía abrirse desde el otro lado. Los humanos que Zacarías había llevado con él estaban allí, de pie contra la pared y con las manos atadas sobre la cabeza. Dominic estaba en el centro. Miraba a Anuja con el odio pintado en sus ojos oscuros. Los de ella eran más de tono miel, los de él casi negros.

―Tú me mirabas igual ayer al llegar ―me dijo ella, con un susurro, como si no quisiera interrumpir la escena.

El que debía ser Werner, el de las sienes grises, estaba muy cerca de la joven Anuja y se inclinó sobre ella, que llevaba mucho rato quieta.

Crónicas de Morkvald: Luna de Hielo #3 - *COMPLETA* ☑️Onde as histórias ganham vida. Descobre agora