XVII

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Me pasé muchas horas sumergida bajo el agua caliente, tratando de decidir qué hacer. ¿Podría quedarme allí encerrada hasta que Dominic volviese a por mí? No quería demostrarle a Anuja el miedo que me daba. Ni parecer débil. Y tampoco quería exponerme a que me sacasen las tripas. Había modos desagradables de morir, pero aquel era horrible.

―¿Señora Sarah? ―me llamó Binaly, golpeando a la puerta metálica del baño. Su voz se proyectó dentro―. Queda una hora para el desayuno. En la cocina quieren saber si vas a bajar o si quieres desayunar aquí. Y si tienes alergia a algo.

―Yo... ―Me lo seguí planteando un segundo―. Bajaré. No tengo alergia a nada.

Salvo a las vampiras asesinas, pero ese era otro tema. Hundí la cabeza por última vez en la enorme bañera y salí. Me envolví en una toalla que estaba calentita. En realidad, en toda la pirámide hacía una temperatura de lo más agradable.

Salí del baño y me encontré a Binaly en el vestidor. Me enseñó un vestido negro, pero yo negué con la cabeza. No iba a competir con Anuja en atuendos impresionantes, porque seguro que me ganaba.

―Prefiero pantalones ―expliqué.

Me miró sorprendida, pero rebuscó hasta dar con una pila de algo parecido a vaqueros y miró tallas hasta que encontró uno de la mía. Me pasó ropa interior también y una blusa algo ancha. No era nada de mi estilo, todo parecía muy formal, pero me lo puse sin quejarme, y luego ella insistió en secarme el pelo.

―¿Cómo es Anuja? ―cuestioné, cuando me aplicó un aparato parecido a un secador, pero más cuadrado y que no hacía ningún ruido.

―La reina ―me corrigió con un susurro, como si solo mencionarla fuese un insulto.

―Lo que sea. ¿Cómo es?

―Exigente, pero buena.

No me dio más detalles y me pareció que iba a cerrarse en banda. Dejé que me hiciese un recogido complicado. Comentó algo acerca de lo fascinante que le parecía mi pelo azul. Yo me limité a asentir. Cuando acabó, me acompañó a desayunar al piso de abajo.

Las mesas estaban llenas de seres similares a Binaly. De hecho, memoricé su ropa roja y blanca, por si la perdía de vista, porque todos me parecían iguales. Anuja estaba sentada en el trono. Llevaba un vestido más sobrio que el de la noche anterior, negro, ajustado y hasta los muslos. Aun así, estaba impresionante.

Binaly cogió mi mano y me arrastró hasta el trono. Se arrodilló ante la dichosa reina y agachó la cabeza. Yo me limité a cruzar los brazos sobre el estómago, en una postura defensiva para mis tripas y la miré con una ceja alzada.

―Yo no voy a arrodillarme. Serás reina del mundo, pero no mía.

―No soy reina del mundo, solo de los ―me corrigió, con una mueca divertida―. Ya te dije que no eras mi prisionera, puedes hacer lo que te venga en gana. Yo no exijo respeto de nadie. Y menos de una mascota. Uno no puede cabrearse porque un perro le enseñe los dientes.

Jadeé furiosa y apreté los puños a los lados de mi cuerpo. Si no supiera que la única perjudicada iba a ser yo, le daría un golpe. Ella me dirigió una media sonrisa prepotente.

―Supongo que te molesta mucho mi presencia. Yo tampoco quiero estar aquí.

―No me molesta, Sarah. Me eres indiferente...

―Mientes ―siseé―. Si te diese igual, hubieras aceptado desde el principio, no porque Dominic te obligase.

Se movió muy rápido y de pronto la tuve pegada a mí. Me clavó las uñas rojas en la mandíbula con algo de fuerza, aunque no tanta como para que fuese insoportable.

Crónicas de Morkvald: Luna de Hielo #3 - *COMPLETA* ☑️जहाँ कहानियाँ रहती हैं। अभी खोजें