Acto 4: El caos - XI

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Dominic me había echado la charla sobre que era humana y necesitaba descansar y comer. A mí me pareció una excusa horrible para investigar sin mí, pero como se encargó de pedirme una pizza y esperar hasta que llegase antes de irse, no me quejé mucho. Al parecer iba a no sé dónde, a preguntar a no sé quién, sobre licántropos.

Yo le robé una botella de whisky que, a juzgar por su falta de etiqueta, debía ser caro. Me medio tumbé en el sofá, coloqué el portátil sobre mis piernas, la pizza en la mesita baja de al lado, y comí así. Estaba segura de estarme manchando, pero ¿qué más daba? Me moría de hambre, me dolía todo el cuerpo y quería seguir con mi trabajo.

Aproveché su ausencia para ver el vídeo que había grabado en La Bala de Plata. Edité algunas partes buenas, ninguna en la que se viera a Dominic y me lo pensé un buen rato. ¿Debía publicarlo? ¿Y si aquello provocaba a más gente como el predicador de Los Hijos de la Luz?

El sonido del móvil me sacó de mi dilema. Era mi mejor amiga, Sídney. Dudé un momento, pero acabé descolgando.

―¿Qué pasa, Sid? ―saludé, llenándome la boca de whisky caro para pasar la pizza.

―¿Dónde estás, tía? ―me preguntó, con un puchero, seguro.

―No me creerías ―suspiré un poco.

―Adam me ha estado llamando. ¿Te lo tiras otra vez?

―Claro que no ―me reí un poco, pero acabé sacando la lengua asqueada―. He conocido a alguien... Es un vampiro ―confesé sin pudor.

No me gustaba ocultarle nada a Sídney. Después de que Jenkins me rompiera el corazón y me mandase al psiquiatra, incluso me había atrevido a contarle a mi amiga sobre las criaturas oscuras. Nunca tuve claro si me creyó o no, pero jamás me juzgó y siempre me apoyaba.

―¡Cuenta, zorra! ―me ordenó, con cierta desconfianza.

―No puedo, estoy en su casa ―confesé, bajando el tono―. Pero no te preocupes, estoy muy bien.

―El viernes es el cumple de Becca. Vamos a ir a una fiesta en el parque de atracciones, que hay un concierto. Ha dicho que, si no vienes, te des por muerta.

Miré el calendario del portátil para ver que estábamos a miércoles. Tenía dos días. A la velocidad que Dominic resolvía casos, seguro que para el viernes ya estaría libre. Y necesitaría alcohol y consuelo para superar que no teníamos más motivos para seguir juntos. Porque yo no era una idiota romántica y sabía que no habría nada más entre nosotros.

―Allí estaré ―prometí―. Ahora te dejo, tengo que seguir trabajando.

―No faltes o te desheredo ―bromeó, haciéndome reír.

Si ella supiera en qué casa estaba yo, seguro que se daba cuenta de lo poco eficaz de su amenaza. Yo me limité a colgarle el teléfono y coger el último trozo de pizza. Iba a reventar, pero tenía que zampármelo, no me gustaba dejar comida.

-o-o-o-

Me desperté mejor que nunca. No me dolía nada y estaba descansada y satisfecha. Además, la cama olía increíblemente bien. Y eso fue lo que me hizo abrir los ojos. ¿Por qué mis sábanas iban a oler a jabón con tanta intensidad y a ser tan suaves y agradables? Definitivamente no era mi cama. Ni mi habitación. La luz del sol entraba con mucha suavidad por la cortina casi cerrada del todo, iluminando tenuemente los muebles caoba y la cama completamente blanca.

Recordé entonces que me había dormido en el sofá mientras revisaba mensajes y vídeos. Cada vez tenía más testimonios de gente que había visto cosas raras, y no daba abasto. Traté de prestarles atención, pero estar llena de pizza, whisky y agotada, me hizo perder la batalla. ¿Dominic me había llevado a la cama? ¿Habría cotilleado mi portátil? Mierda, esperaba que no hubiera visto el vídeo de La Bala de Plata, que al final había decidido no publicar aún.

Crónicas de Morkvald: Luna de Hielo #3 - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now