✨𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖉𝖎𝖊𝖟:✨

282 30 23
                                    

Narra ______:

Vomité todas las copas de cerveza que había tomado la noche anterior dentro del inodoro. Me dolía la cabeza a más no poder, sentía unas punzadas insoportables detrás de mis ojos, y vi que tenía unas ojeras impresionantes cuando me miré al espejo para echarme agua en la cara y reaccionar.

No quería ir a clase con esa cara, y se lo dije claramente a Rubén unas horas antes de la fiesta. Le dije que no quería ir con una cara de zombie en mi primer día, pero cabe decir que mi borrachera no fue culpa suya. Él dijo que dejara de beber cuando ya llevaba tres vasos, pero yo cabezota como soy, bebí y bebí más. En mi defensa diré que no me di ni cuenta de la cantidad de vasos que tomé.

Salí del baño después de lavarme los dientes, arrastrando los pies y con unas ganas increíbles de arrancarme la cabeza de lo mucho que me dolía. Me senté en la cama, notaba como la habitación no paraba de darme vueltas y me mareé, provocando que las nauseas volvieran. 

Abrí mi maleta con un esfuerzo sobrenatural, no supe saber como no volví a vomitar al dejarla sobre la cama. Me llevé una sorpresa, y resultó que mi madre me había metido unas pastillas. Me conocía más que nadie, sabía que llegaría a ir a una fiesta como las de la noche anterior, que iba a beber y que llegaría a tener resaca. 

Solté una pequeña risa y negué con la cabeza. Alguien me había dejado una botella de agua en la mesita de noche, y supuse que había sido Rubén, así que la cogí y me tomé la pastilla junto a un largo trago de agua. 

Pensé que la devolvería al igual que con el alcohol, pero a los diez minutos de tomármela, me sentí mucho mejor. No me sentía nueva, pero al menos el mareo y las náuseas se me pasaron.

Me vestí con cuidado de no volver a marearme, con una sudadera gris y unos vaqueros azules. Me puse los zapatos, me peiné, agarré mi bolsa con mi cuaderno y mi estuche y me dirigí al edificio de las clases siguiendo las indicaciones del panfleto de la secretaria.

— ¡Buenos días!– escuché la voz de Rubén acercarse a mi cuando estaba cruzando el patio.

— Buenos días...– respondí algo apagada. El dolor de cabeza se me había pasado hacía varios minutos, cosa que me hizo encontrarme mejor, pero verle venir hacia mi fue como una medicina mejor que la que me había dejado mi madre en la maleta.

— ¿Qué tal has pasado la noche, mi borrachita?– pasó un brazo por mis hombros mientras nos echábamos a andar otra vez.

— No vuelvas a llamarme así– alcé un dedo como si fuera su madre y muy amenazante, a lo que él soltó una carcajada.

— Vale, perdón– levantó las manos como si le estuvieran apuntando con un arma y sonreí–. Bueno, no me has contestado, ¿cómo has dormido?

— Pues...– suspiré y me encogí de hombros–. Bien, supongo, aunque esta mañana he echado toda la cerveza.

— Si es que te lo dije, cabezota– me dio unos suaves toques en la cabeza con el nudillo.

— No me acuerdo– reí.

— Dije claramente: "______, cabezona, si sigues bebiendo te va a sentar mal, ¡y lo sabes!"– dijo con un tono ridículo y rodé los ojos.

— Pues eso, que no me acuerdo, y menos mal... Así no recuerdo de como me comías la oreja como el loro que eres– hice un movimiento con mi mano como si ésta estuviera hablando y ambos reímos.

— Vale, ¿eh?– se hizo el ofendido llevándose una mano al pecho–. Discúlpeme por preocuparme por usted y su alcoholismo, señorita ______ (t/a)– se separó e hizo una reverencia muy exagerada y ridícula.

— Disculpas aceptadas, señor Doblas– alcé la cabeza orgullosa. Se incorporó e hizo una mueca de fastidio, a lo que yo volví a reír.

— Bueno– me besó la mejilla–, me voy a clase, que mi edificio está en la otra punta de la Universidad y creo que llego tarde.

— Okey, ¿nos vemos a la hora de comer?– pregunté mientras se alejaba.

— ¡Sip!– alzó ambos pulgares mientras andaba en marcha atrás– ¡¿Nos vemos en la cafetería?!

— ¡Allí estaré!

Mostró una de sus preciosas y deslumbrantes sonrisas, se giró sobre sus talones y se marchó casi corriendo.

Suspiré, me coloqué mejor la bolsa y me eché a andar hacia mi edificio.

(***)

Mi primera clase no fue tan mal, la única pega era es que Carlos estaba en mi mismo grupo. 

Cuando entré en el aula y alcé la mirada de mi panfleto, cuando le vi sentado charlando con un amigo suyo a lo lejos y sonriendo aunque tuviera la cara llena de heridas, el estómago me dio un vuelco.

Mierda– pensé, notando como palidecía. 

De eso si me acordaba, recordaba perfectamente lo que pasó en la fiesta.

Agaché la cabeza y fui a toda prisa hasta un asiento apartado, evitando hacer contacto visual con él, y lo conseguí, pero noté como unos ojos se clavaban en mi. Sentí la misma sensación que tuve en la cafetería el día anterior.

Me senté y miré a mi alrededor, hasta que, a mi mala suerte, me encontré con los ojos de Carlos.

Mierda otra vez– aparté la mirada lo más rápido que pude, pero por el rabillo del ojo vi como se levantaba y se acercaba a mi, provocando que el nudo en mi estómago se apretara.

— ______– me llamó, pero yo no quité la mirada de la mesa–. ¿______?– esta vez sí le miré.

Su cara estaba peor de lo que pensaba. Tenía casi las mismas heridas que Alex: un corte horrible en el labio inferior, un moratón en el ojo contrario y varios golpes en sus mejillas. Fruncí el ceño y él sonrió.

Mierda, mierda, mierda– no paraba de repetir esa maldita palabra en mi cabeza.

— Escúchame– se sentó en el asiento del frente de mi pupitre–. Lo siento, ¿vale? Lo siento mucho, iba borracho, no pensaba ni razonaba, no sabía qué decía.

— Ya, esa es la excusa que usan todos...– susurré y alcé las cejas, a lo que ladeó la cabeza y entrecerró los ojos.

— ¿Qué?

— Nada– negué con la cabeza.

— Bueno, no espero que aceptes mis disculpas ahora mismo, pero yo lo dejo ahí– se levantó y volvió a su sitio, y yo miré como se marchaba muy seria.

¿Debía perdonarle?

Te odio... - Alexby y tú © [𝚃𝙴𝚁𝙼𝙸𝙽𝙰𝙳𝙰]Where stories live. Discover now