✨𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖛𝖊𝖎𝖓𝖙𝖎𝖚𝖓𝖔:✨

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Me encontraba en la cama, mirando mi teléfono tranquilamente y algo cansada. Las fiestas con mis pocas amigas de Barcelona no se habían quedado atrás. Fui a una fiesta en Navidad y otra en Noche Vieja, y estaba realmente cansada. Ya tenía la maleta preparada para irme al día siguiente a Madrid. Pero las demás fiestas las pasé junto a mi familia, yendo a comer a casa de mis abuelos, de mis tíos, de mis primos... Hasta me llegaron a regalar dinero y ropa nueva.

De repente, mi padre entró por la puerta hecho una furia, y alcé la mirada de mi teléfono con el ceño fruncido.

— ¿Qué te pasa?– pregunté.

— ¿Que qué me pasa?– respiraba aceleradamente–. ¡¿Por qué no nos has dicho que te hablas con Alejandro Bravo?!

Me quedé sin habla, tan solo me dediqué a mirarle con la boca abierta y con los ojos como platos, intentando encontrar la respuesta correcta. Uno de mis mayores miedos apareció frente a mis ojos. 

— Y-Yo...

— ¡¿Tú qué?! ¡¿Eh?!– me sobresalté ante lo mucho que gritaba–. ¡¿No te acuerdas de todo el daño que te hizo a ti?! ¡¿A nosotros?!

— ¡Claro que me acuerdo!– dije por fin, mirándole fijamente a los ojos.

— ¡¿ENTONCES?!

— ¡¿ENTONCES QUÉ?!– me levanté de golpe–. ¡Tengo casi 19 años, y vosotros ya no me podéis decir a quién puedo ver y a quién no!

— ¡¿Me estás vacilando?!– soltó una risa sarcástica e insoportable–. ¡Casi te mata, ______!

— ¡Pero él ha cambiado!– grité, lanzando mi teléfono sobre la cama con rabia. Intenté contener las lágrimas, pero cuando mi padre me dio un golpe con la mano abierta en la mejilla, rompí a llorar.

— No quiero que ese insensato y asesino se vuelva a acercar a ti– alzó un dedo hacia mi, con mucha rabia, mientras yo me llevaba la mano temblorosa a la zona afectada–, ¡¿me has entendido?!

No respondí, me quedé mirando al suelo sollozando, y con algunos mechones de mi pelo cubriéndome el rostro.

Todo había ido muy rápido, todo había sucedido de un abrir y cerrar de ojos.

No tenía ni putísima idea de como lo habían descubierto. Nadie en Madrid lo sabía, Alex obviamente no tenía el número de mis padres, pero Rubén sí... Pero era imposible. Rubén no era capaz de decírselo a mis padres sin consultármelo antes.

— ¿Cómo lo habéis sabido?– pregunté en un hilo de voz.

— Tu hermana– le miré muy rápidamente a los ojos, intentando contener mi rabia que empezaba recorrer mi cuerpo por completo.

— ¿Lucía...?

— Sí, Lucía. Tu hermana ha sido mucho más responsable que tú, y nos ha contado que te mandabas mensajes con ese idiota.

No lo entendía. Lucía no sabía de la existencia de Alex, no sabía lo de mi pasado, era muy pequeña cuando pasó... Pero cuando la frase "Nos ha contado que te mandabas mensajes con ese idiota" retumbó en mi cabeza una y otra vez, lo supe. Noté como una pequeña bombilla se encendía en alguna parte de mi cabeza. 

Un día, después de salir de la ducha y entrar en mi habitación, había pillado a Lucía mirando mi teléfono con el ceño fruncido, y justo cuando me vio entrar lo tiró sobre la cama, poniéndome la excusa de que quería ver que juegos tenía y que quería jugar a alguno.

Supuse que, cuando vio los mensajes, les dijo a mis padres que tenía un novio o algo así llamado Alex, y ellos lo enlazaron inmediatamente a mi Alex.

— N-No le llames así– no podía conmigo misma, intentaba no tirar todos los objetos de mi habitación por el suelo.

— ¡Le llamo como me da la puta real gana!– cerré los puños a cada lado de mi cuerpo. Intentaba con todas mis fuerzas no gritar–. Y si le llamo asesino, es porque lo es– cerré los ojos con fuerza.

— Basta, calla.

— No voy a callarme.

— ¡Cállate de una puta vez!– y exploté. Me rendí ante mi propia rabia.

— ¡Hey! ¡A mi no me hables así!

— ¡Pues ahora yo no voy a calmarme, como tú no te has callado!– le señalé, no podía dejar de llorar–. Llevo tres meses hablando con Alex. ¡TRES! Comparto habitación con él en la Universidad, ¡y no me ha hecho ningún tipo de daño! Me enfermé y me cuidó, me trató como si nada hubiera pasado años atrás. Somos amigos... Y nos gustamos.

— ______, no digas tonterías...– mi madre apareció detrás de mi padre, y se apoyó en el marco de la puerta con una leve mueca de preocupación mezclada con cabreo.

— ¿Que no diga qué?– ladeé la cabeza por si le había escuchado mal.

— No digas estupideces– respondió mi padre por ella.

— Estupideces...– susurré, y asentí con la cabeza irónicamente–. Lo estúpido es que vosotros me controléis de esta manera, que no me dejéis darle una oportunidad a Alex.

— Estuvo apunto de ma...– dijo mi madre.

— ¡COÑO QUE YA LO SÉ, MAMÁ!– la interrumpí–. No tenéis ni puta idea. ¡Ni putísima idea!

— ¡Te he dicho que no nos hables así!

— ¡Que me da igual! ¡Me da igual lo que penséis! Vosotros me dais lo mismo– grité, había llegado a mi límite–. No sabéis nada de mi puta vida, y menos mal que me voy mañana y no os vuelvo a ver.

Las expresiones de enfado de mis padres cambiaron inmediatamente a unas de dolor y sorpresa, no se esperaban que les dijera que no quería volver a verles, incluso yo me sorprendí de mi misma, pero me dio absolutamente igual, estaba demasiado cabreada con ellos como para arrepentirme de lo que decía. O directamente, no me arrepentía.

— ¿Ah, sí?– preguntó mi padre, y yo asentí con mucha ira, notando la rabia a flor de piel–. Vale, pues disfruta de lo que queda de la Universidad en Madrid, porque el curso que viene te vienes a estudiar aquí, en Barcelona.

— No vais a hacer eso– mi voz tembló.

— Oh, cariño, sí que lo haremos– rio sarcásticamente mi madre, haciendo que el coraje subiera y subiera todavía más.

— No podéis– apreté todavía más los puños, sintiendo como mis nudillos se estiraban y palidecían.

— ¿Y por qué no podemos? ¿A ver?– preguntó mi padre.

— Porque me iré a vivir a Madrid– ambos volvieron a reír.

— ¿Con qué dinero te comprarás una casa, pagarás la hipoteca y...?

— Con el que me dan en el trabajo– le interrumpí, y mi padre se calló de golpe, poniéndose serio.

Tampoco les había contado lo del trabajo en la cafetería porque nunca había encontrado el momento de decírselo, hasta que justo ahí, en ese momento, cuando les vi comiéndose sus propias palabras, fue cuando lo descubrí.

Alcé un poco la cabeza, e internamente esbocé una sonrisa orgullosa. Les había callado la boca de una manera alucinante.

— ¿Qué trabajo?– dijo mi madre por fin.

— Me lo consiguió Rubén– la miré con una sonrisa enorme de venganza, pero eso sí, las lágrimas no dejaban de salir–. Trabajo en una cafetería, me pagan bien, lo suficiente como para alquilar un piso en Madrid en condiciones, y puede que...– me relamí los labios mientras pensaba en las palabras adecuadas–, puede que le pida a Alex que se venga a vivir conmigo cuando terminemos la Universidad.

— No harás eso.

— Oh, papá, sí que lo haré– imité el tono de voz de mi madre de hacía unos segundos y me crucé de brazos.

Ambos se quedaron sin habla, esta vez eran ellos los que me miraban con la cara descolocada, sin saber que decir ni como reaccionar. Definitivamente les había callado la boca, y había hecho que se arrepintieran de lo que habían dicho, conseguí que se tragaran sus propias palabras.

Te odio... - Alexby y tú © [𝚃𝙴𝚁𝙼𝙸𝙽𝙰𝙳𝙰]Where stories live. Discover now