✨𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖔𝖓𝖈𝖊:✨

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Me senté en una de las mesas de la cafetería esperando a Rubén mientras miraba mi teléfono y me comía una manzana, lo único que pensaba que me sentaría bien.

— ¡Hola!– la voz de Irina me hizo alzar la cabeza.

— ¡Irina!– me levanté a abrazarla con el mismo entusiasmo que la última vez que la vi.

— ¿Qué tal te encuentras? Rubén me ha contado de camino a aquí lo que te pasó anoche en la fiesta...– se sentó enfrente de mi y señaló a mi mejor amigo, quien se sentaba a su lado.

— Bueno...– volví a sentarme–. Podría estar mejor. No os vais a creer quién va a mi clase– dije apartando la manzana medio mordida a un lado de la mesa. Ya no me apetecía en absoluto, las náuseas y el malestar habían vuelto.

— ¿Alex?– preguntó Rubén y yo bufé.

— Puf, no. Carlos.

— ¿Carlos el que...?– Irina no terminó su pregunta, pero yo asentí entendiendo a lo que se refería.

— Madre mía, qué suerte tienes chica– rio sarcásticamente Rubén.

— Muchísima– alcé las cejas y asentí–. Pero eso no es todo– ambos me miraron curiosos–. Me ha pedido disculpas, y ha puesto la excusa de que iba borracho y que no razonaba, blah, blah, blah.

— Ostras, ¿y vas a perdonarle?– dijo Irina.

— Dice que no espera a que acepte sus disculpas al instante, que me lo pensara y que lo dejaba al aire.

— ¿Y vas a...?– Rubén movió una mano con insistencia para que siguiera.

— No tengo ni idea, ¿debería?– arrugué la nariz.

— No– dijo Irina.

— Sí– dijo Rubén a la misma vez.

Se miraron con el ceño fruncido.

— Vaya, cuanta ayuda– susurré clavando la mirada en el suelo.

— Joder Rubén, que me has contado que se aprovechó de que estaba borracha– la rubia pegó un leve golpe sobre la mesa con el puño cerrado.

— Lo sé– se rascó la nuca–, pero él...

— ¡Pero nada!– le regañó–. ¿Sabes qué hubiera pasado si Alex no hubiera parado a Carlos?

— Irina, no me hagas pensar en eso.

— ¡¿Hola?!– chillé, moviendo una mano rápidamente delante de ellos–. ¿Sabéis que sigo aquí, no?– ambos me miraron.

— Sí, lo sentimos.

— Eso, perdón.

— No os preocupéis, supongo– me encogí de hombros–. Es que... Joder, ¡no sé qué hacer!– me quejé llevándome las manos al rostro.

— ______– noté como Irina ponía una mano sobre mi hombro y me destapé la cara–, haz lo que creas más correcto, pero en mi opinión creo que es mejor pasar de eso durante un tiempo. No digo que no le perdones y le ignores, me refiero a... Dejar el tema apartado hasta que creas que Carlos... ¿Vale la pena? No sé si me explico, pero si vuelve a intentar lo de anoche lo mandas a la mierda.

— Bueno...– apoyé los codos en la mesa–. Podría ser buena idea.

— ¡Bien! ¿Tema zanjado?– miró a Rubén, quién sonreía.

— Tema zanjado– respondimos los dos a la vez.

(***)

Abrí los ojos y miré el techo de mi habitación durante un buen rato. Después de comer con Irina y Rubén sentí unas náuseas increíbles, habían pasado horas desde que me había tomado la pastilla y el efecto de estas se me pasó, así que volví a mi habitación y me tomé otra, para después acostarme y finalmente caer redonda al instante de tocar la almohada.

Después de unos minutos la puerta se abrió con cuidado y alcé la cabeza hacia ella. Estaba entrando Alex.

— Jo-der...– suspiré y dejé caer mi cabeza en el cojín otra vez.

— ¿Podemos hablar?– escuché que se acercaba y se sentaba en su cama.

— ¿Hablar de qué?– mi tono de voz era algo seco. Tenía muy pocas ganas de hablar con él a juzgar por como me había sentido físicamente durante todo el día. 

— Anoche estuve hablando con Rubén.

La curiosidad me atropelló por completo y fruncí el ceño, para después sentarme en la cama y mirarle.

— ¿Que tú qué?– ladeé la cabeza por si le había escuchado mal.

— Anoche hablé con Rubén– repitió.

— ¿Y sobre qué hablasteis?

— Sobre... El daño que te hice hace varios años– resoplé y solté una pequeña risita.

— Madre mía– susurré.

— Por favor, escúchame– juntó las palmas de sus manos y yo moví una mano para indicarle que empezara, mientras rodaba los ojos–. Gracias. A ver... Te pido que me perdones.

— Já, ¿te crees que es tan fácil?– arqueé una ceja–. ¿Que si me pides perdón todo el dolor y todo lo que me hiciste sufrir hará ¡puf!? ¿Desaparecerá?

— No, y enserio, lo siento muchísimo. No sabía que tú te...– señaló mis muñecas y fruncí todavía más el ceño.

— ¿Rubén te contó eso?– cubrí mi muñeca izquierda con la otra mano.

— Sí, no pensé que te hacía sufrir tanto.

— ¿Pero tú...?– noté como mis ojos se humedecían, y que lágrimas empezaban a amenazar con salir–. ¿Pero tú de qué coño vas? Osea...– reí para no llorar–, me pegabas, me quitabas la merienda y el dinero, me rompiste unas... Doce gafas, me hiciste ir al hospital más de diez veces, me encerrabas en los baños durante horas, me rompías los libros, te burlabas de mi apariencia, de mi físico y de mis gustos; te reías de mi con Adrián y Bruno, le hacías lo mismo a Rubén sólo porque era mi amigo... ¿Y enserio ahora dices "que no pensaste que me hacías sufrir tanto"?– hice comillas con mis dedos.

— Vale, puede que me haya explicado mal...

— Joder, ¡pues explícate!

— ¡Si me dejaras hablar!– me crucé de brazos y aparté la mirada–. Me arrepiento de todo. De absolutamente todo. Sé que te jodí la vida, ______, lo sé. Sé que si no te hubieras cambiado de ciudad y todo eso no hubiera parado... Ahora mismo no estarías aquí. Y enserio que si hubiera llegado a suceder, no me lo hubiera perdonado nunca. Nunca– al repetir esa palabra, su voz tembló y se volvió más débil, a lo que yo giré lentamente la cabeza hacia él, en silencio. Chasqueó la lengua, para después levantarse y se volver a sentarse en mi cama–. ______, por favor– me agarró suavemente de los brazos y me miró fijamente a los ojos–, perdóname. 

Te odio... - Alexby y tú © [𝚃𝙴𝚁𝙼𝙸𝙽𝙰𝙳𝙰]Where stories live. Discover now