✨𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖙𝖗𝖊𝖈𝖊:✨

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Después de despedirme de Rubén, entré en el edificio de las habitaciones y en mi cuarto. No pensé que habría nadie, hasta que escuché movimiento sobre una de las camas. Todo estaba a oscuras, no di tiempo a que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad cuando encendí la luz y vi a Alex, quien se desperezaba y bostezaba.

— Lo siento, ¿te he despertado?– pregunté caminando hacia el escritorio y dejando el uniforme bien plegado sobre este.

— No– volvió a bostezar–, ya me había despertado hacía un rato y me había quedado mirando a la absoluta nada– soltó una pequeña risa mientras se enderezaba en la cama–. ¿Qué es eso?– señaló el uniforme con la cabeza mientras se frotaba un ojo y arrugaba la nariz. Me resultó un gesto bastante adorable, a decir verdad.

— Mi uniforme del trabajo– respondí sentándome en mi cama y quitándome los zapatos. Solté un leve suspiro de alivio al sentir mis pies libres después de caminar e ir de una parte a otra de la cafetería durante tantas horas. 

Mi turno constaba de cuatro horas, desde las cinco de la tarde hasta las nueve de la noche entre semana, y los sábados era desde las diez de la mañana hasta las dos del medio día. A juzgar por los otros horarios que tenía en Barcelona, este no estaba para nada mal. Es más, se compaginaba con el horario de la Universidad, ya que solo tenía que ir por la mañana.

— ¿Trabajas?– preguntó con un tono bastante curioso– ¿De qué?

No sabía si decirle en que trabajaba, por si algún día venía a visitarme a la cafetería, yo me moriría de vergüenza y Rubén se estaría riendo a carcajadas de mi. Aunque por otra parte, sí que me apetecía contárselo, parecía realmente interesado...

— Pues... Camarera, hoy he empezado– me rasqué la nuca y él alzó las cejas.

— Ah, eso está bien.

— Sí– me encogí de hombros–, al menos gano algo de dinero, trabajo con Rubén y me entretengo por las tardes.

— ¿Y en qué cafetería?– ladeó la cabeza y sentí una punzada en el estómago.

¿Le mentía? ¿Me inventaba un nombre aleatorio? ¿O le decía la verdad y dejaba que las cosas surgieran como quisieran? No quería que viniera al trabajo, pero en algún rincón de mi cerebro, una voz me gritaba a pleno pulmón "¡Díselo, díselo!".

— Pues... En la que está más cerca de la Universidad, se llama El Alejandría.

— Alejandría... Vale.

— ¿Por qué lo preguntas?– me sentí idiota al cuestionar eso.

— No– negó con la cabeza–, por nada, pura curiosidad– mostró una sonrisa bastante atractiva.

— Ah...– aparté la mirada y me levanté, para después abrir mi maleta y coger algo de ropa limpia y el pijama, que estaba sobre la silla del escritorio–. Me voy a... Me voy a duchar– señalé la puerta del baño con el pulgar y con una sonrisa algo falsa. No es que estuviera incómoda, pero quería dejar esa conversación cuanto antes.

— De acuerdo– escuché como se volvía a tirar sobre la cama.

Me metí en el baño sintiendo como Alex me seguía con la mirada, haciendo que yo me pusiera algo nerviosa. Por Dios, seguía sin creerme que le estaba dando una segunda oportunidad. 

En realidad no me arrepentía en absoluto, pero me sentía extraña, como si desde el momento en el que le perdoné me pusiera nerviosa estar al lado de él, como si me...

No. No, no, no. En absoluto. Me negaba a pensar y creerme que empezaba a sentir algo por Alex. Para nada.

Cerré los ojos al sentir el agua caliente caer sobre mi rostro y suspiré, apoyando mis manos en la pared de la ducha y mirando al suelo.

No, no, no, no...– esa palabra no paraba de retumbar y dar vueltas en mi cerebro, como si de un molesto mosquito se tratase–. No sientes nada por Alex, nada de nada. Nada. Te arruinó la vida. Pero se arrepiente. Pero te la jodió. ¡Se arrepiente! ¿Y si miente? ¿Y si solo lo dice para quedar bien, pero después burlarse de mi en toda mi cara? No, ha dicho que ha cambiado, llegó a llorar cuando decidí darle la oportunidad.

Solté un leve sollozo que se camufló con las gotas de agua de la ducha, consiguiendo que Alex no lo escuchase desde fuera.

Salí después de media hora, y me senté en mi cama mientras me terminaba de secar el pelo con una toalla. Alex seguía ahí, tumbado en su cama y mirando su teléfono con seriedad y el ceño fruncido, hasta que apartó su vista del móvil para clavarla en mi.

— ¿Tienes hambre?

— Pues... Un poco sí– respondí, a lo que él se levantó de golpe y se metió el teléfono en el bolsillo de sus vaqueros.

— Bueno, tú ya estás en pijama, así que iré a buscar la cena para los dos, ¿te parece?

— Claro.

— Pues ahora vuelvo– sonrió y se fue de la habitación.

Por una parte, me alegraba ver como se lo tomaba tan bien, como hacía como si fuéramos amigos de toda la vida, o como si lo empezáramos a ser. Su comportamiento me animaba a no tener que replantearme y arrepentirme de darle la oportunidad, y ahí, cuando cerró la puerta para ir a buscar nuestra cena, me demostró que de verdad se lo tomaba enserio, me hizo descartar la idea de que quería burlarse de mi.

Volvió después de unos diez minutos con dos bandejas de plata de la cafetería. Tuvo que gritarme a través de la puerta para avisarme de que le abriera la puerta, provocando que soltara una pequeña carcajada. 

Me levanté y fui corriendo hacia esta, la cual abrí con una sonrisa.

— Pasa– dije. Entró y dejó ambas bandejas sobre el escritorio.

Había un plato con tostadas y embutidos en cada una. Sonreí dulcemente al ver como se rascaba la nuca con timidez.

— Lo siento, no había otra cosa en la cafetería– arrugó su nariz y me miró.

— No te preocupes.

Cenamos cada uno sentado en una cama, charlando y contándonos nuestras cosas durante toda la comida. Me contó como se ganó la vida en Madrid, y yo le conté como seguí con mi vida en Barcelona...

Te odio... - Alexby y tú © [𝚃𝙴𝚁𝙼𝙸𝙽𝙰𝙳𝙰]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora