✨𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖉𝖎𝖊𝖈𝖎𝖘𝖎𝖊𝖙𝖊:✨

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Obviamente, y como me esperaba, me resfrié. Mi garganta me dolía cuando tragaba saliva, no paraba de sonarme la nariz cada dos minutos, mis bolsillos empezaron a llenarse de pañuelos en solo una mañana, y tenía unas ganas impresionantes de arrancarme a cabeza de lo mucho que me pesaba.

Pero ya no era una niña pequeña, no podía quedarme en la cama y faltar al trabajo por un simple resfriado, así que me desperté a las nueve de la mañana y me preparé en silencio y con cuidado, ya que Alex seguía durmiendo en su cama con mucha tranquilidad. Qué suerte que él no se hubiera resfriado, no le escuché despertarse en mitad de la noche para sonarse la nariz como hice yo.

— Buenos días– mi voz estaba cargadísima, se notaba que estaba resfriada.

— ¡Hola!– chilló Rubén, ya detrás de la barra y preparando la cafetera.

— ¿Qué tal?– pregunté después de cambiarme y mientras me recogía el pelo como siempre en una cola alta.

— Yo bien, y tú al parecer muy resfriada, ¿qué haces aquí?– ladeó la cabeza con una mueca enfadada, pero muy exagerada.

— Eh... ¿Trabajar? Igual que tú– me encogí de hombros y chasqueó la lengua.

— Tendrías que estar en la cama descansando– dijo, y en ese mismo instante sonó la campanita, avisándonos de que nuevos clientes habían entrado.

— No– dije mientras cogía mi bandeja vacía–, ¡tengo que atender a nuestros primeros clientes del día!

— ¡Pero ______!– le chisté mientras me dirigía a la mesa donde una muchacha se había sentado.

La atendí con los ojos de Rubén clavados en mi nuca.

— ¿Vas a estar toda la mañana mirándome como trabajo o vas a prepararle el café con leche y gofres a esa chica?– dije cuando volví detrás de la barra, y le tendí la hoja que había arrancado de mi libreta, a lo que él se cruzó de brazos.

Después de estar un rato moviendo insoportablemente la hoja delante de su cara, la cogió rápidamente y se dirigió hacia la cafetera a regañadientes.

— Eres una cabezona.

— Lo que soy es responsable– alcé la cabeza orgullosa y con una sonrisa, mientras sacaba la masa de gofres de la nevera.

— No lo eres, si lo fueras no te habrías resfriado. Además, te dejé en las habitaciones, ¿cómo es posible que te hayas resfriado si supongo que estuviste en tu cuarto toda la noche?

— Pues estuve con...– me interrumpí al instante. No sabía si contarle que estuve cenando con Alex, que estuve jugueteando con él hasta que me tiró dentro del lago.

— ¿Con?– se giró hacia mi.

— C-Con... Una camiseta de tirantes todo el rato.

— Espera, ¿qué?

— Sí– respondí mientras vertía la masa dentro de la máquina de gofres–, tenía calor y me dormí sin taparme con la manta y sin nada más... Y al parecer cogí frío.

— Tú me estás mintiendo– me apoyé en la barra cruzada de brazos y le miré, arqueando una ceja.

— ¿Disculpa?– ladeé la cabeza por si no le había escuchado bien.

— Que me estás mintiendo, te conozco– pestañeé rápidamente, algo pasmada.

— ¿Q-Qué te hace pensar eso?

— Pues que sé lo friolera que eres, estamos a dos días diciembre, y que tú eres de ponerte capas y capas de ropa a pesar de que estemos dentro de una habitación con la calefacción puesta, es imposible que tuvieras calor.

Me quedé sin habla unos segundos, con él mirándome con la ceja levantada y con el ceño fruncido, hasta que la alarma de la máquina de gofres me avisó de que ya estaban listos.

— ¡Los gofres!– chillé con una sonrisa algo falsa, a lo que él dio un pequeño respingo.

— ¿Me vas a contar la verdad?

— Ya te he contado la verdad– respondí mientras terminaba de preparar el café y lo ponía todo sobre la bandeja.

— Bueno, como sea– resopló y volvió a sonar la campanita de la entrada–. Cuando quieras, dejas de mentirme, ¿sí?– me dio unos pequeños toques en el hombro y se dirigió a la pareja que acababa de sentarse en otra mesa.

Joder– pensé mientras me dirigía a la mesa de la chica.

Le serví lo que había pedido y, de vuelta a la barra, Rubén intervino en mi camino y me paró en seco.

— ¡Bueno!– retrocedí un paso–. ¿Me lo vas a contar?

— Estuve. TODA. La. Noche. En. Mi. Cuarto. Y. Sin. Moverme– dije pausadamente.

— ¡Mentira!– alzó un dedo hacia mi rostro y volví a retroceder.

— ¿Qué mosca te ha picado?– fruncí el ceño y le rodeé mientras le quitaba el pedido de la pareja de la mano.

— A mi no me ha picado nada, es a ti– escuché que me seguía.

Preparé el café descafeinado y el zumo de naranja apuntados en el papel, sintiendo a Rubén detrás de mi todo el rato.

— ¡Deja de seguirme!– me giré hacia él algo molesta.

— No te dejaré en paz hasta que me digas que hiciste anoche.

Muy harta, solté un quejido y rodé los ojos, para después dirigirme a la mesa de una pareja adorable, eran dos chicos jóvenes, debían tener unos dos años más que yo. Uno era castaño, vestido con una sudadera verde pistacho y unos pantalones negros, y el otro pelirrojo, su pelo era naranja como la fruta misma, y vestía con una camisa rosa palo, junto a unos vaqueros negros.

Les serví a cada uno el pedido con una sonrisa enorme.

— Gracias– me sonrió el castaño.

— Que aproveche.

— ______, ______, ______– la voz de Rubén me iba detrás como ese típico jodido mosquito que se te acerca a la oreja por la noche y que no te deja dormir.

— ¡¿QUÉ?!– exploté, girándome hacia él y tirando la bandeja vacía sobre la barra, provocando un estruendo terrible.

La pareja y la joven me miraron con el ceño fruncido, y yo les levanté una mano en forma de disculpa mientras me rascaba la nuca. Volví a mirar a Rubén muy seria.

— Cuéntamelo y te dejo en paz– se cruzó de brazos.

— ¡Está bien!– me rendí y levanté los brazos–. Anoche estuve cenando con Alex.

— Vale... Nada fuera de lo normal, sigue– movió una mano para que siguiera y yo rodé los ojos.

— Y cuando estábamos hablando de nuestras cosas, se sentó en mi cama y empezó a hacerme cosquillas.

— Eh...– volvió a hacer ese insoportable movimiento.

— Salí del edificio de las habitaciones y él me siguió, llegamos al lago del centro de la Universidad, ese tan bonito donde fuimos a merendar con Irina hace un mes– asintió con la cabeza.

— Me acuerdo.

— Vale, pues me tiró al agua con él.

— ¿Cómo?

— Pues eso– pasaba de contarle que estuvo apunto de besarme, no dejaría de recordármelo y se volvería todavía más pesado–. Volvimos a toda prisa a la habitación y me duché, pero al parecer cogí más frío de lo normal– se quedó mirándome en silencio y asintiendo ligeramente con la cabeza–. Ah, ¿y ahora no dices nada?

— No sé si me paso, pero veo que vosotros estaréis juntos dentro de poco– casi me ahogo con mi propia saliva.

— ¡¿Qué?!– tosí unas cuantas veces, y se juntó con la tos cargada que me provocaba el resfriado.

— Nada.

Volvió a sonar la campanita de la entrada y la primera clienta alzó un brazo hacia mi, supuse que quería algo más, pues no se había terminado ni los gofres todavía.

Te odio... - Alexby y tú © [𝚃𝙴𝚁𝙼𝙸𝙽𝙰𝙳𝙰]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora