prologo

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✤ Familia Lawson ✤

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✤ Familia Lawson 

Las risas de las hermanas Lawson rompieron el silencio bajo forma de murmullo, mientras su padre, un miembro respetado de la comunidad religiosa, conducía por las calles del vecindario que ahora, también llamarían hogar.

Un grupo de muchachos caminaba por la acera, en dirección contraria a la que transitaba el auto. Dara llevó la vista hacia ellos, sin pensar en lo que hacía, como cuando algo te llama la atención y no puedes evitarlo.

Quizá tenían su edad.

Parecía que provenían de una larga madrugada de fiestas y estragos. Algunos sostenían botellas de diversas bebidas alcohólicas, se divertían, hacían tonterías.

Sin embargo, solo uno consiguió, de alguna manera, cautivarla. Era el más alto, tenía el cabello rubio y desordenado, llevaba la camiseta colgada a un hombro, dejando a la vista un torso repleto de tatuajes con ciertas figuras perturbadoras. Además, tenía perforaciones en la nariz y oreja, y portaba un cigarrillo en la boca.

Dara no pudo quitarle los ojos de encima.

Ese chico, era pecado en su máxima expresión: exponía su cuerpo en vía pública, los tatuajes y las perforaciones atentaban contra la naturaleza de su piel y el cigarrillo perjudicaba una función vital como lo era respirar.

Bueno, Dara también olvidó como respirar durante el instante en que lo miró. Lo observó con tanta concentración, que incluso, dejó de existir.

Le causó miedo cuando los ojos claros y estridentes del extraño, se clavaron en ella. Él largó una risa, probablemente notó la manera en que Dara se espantó por la mirada inesperada y luego, levantó el dedo del medio.

<<Vete a la mierda>>, significaba.

Insultar y faltar el respeto al prójimo, se sumaba a la lista de pecados.

Dara frunció el ceño disgustada ante tal falta de educación y apartó la vista de él, resistiendo la curiosidad.

—¿Vieron, niñas? —su padre, que se detuvo por la luz roja, volteo levemente hacia ellas, que viajaban en los asientos traseros—. Ese es el tipo de gente del que deben mantenerse alejadas —resaltó. Dara a veces pensaba que su padre sufría un complejo y grave cuadro de desconfianza. ¿Por qué aclaraba esa tontería? Era obvio que ninguna se atrevería a estar, ni siquiera a un paso, cerca de esa clase de personas.

—Pobres e infelices almas perdidas —complementó su madre, una señora de casi cincuenta años, que siempre se desvivió por la iglesia y su familia. No conocía otra cosa—. El señor es su única salvación.

Dara no dijo nada. Sus hermanas, Anna y Sarah, tampoco lo hicieron.

Sin embargo, fue la única que volteó hacia atrás, cuando el auto recuperó el movimiento y siguió el trayecto. Entonces, alcanzó a ver la espalda masculina y distinguió que también poseía tatuajes.

✤ Familia Hunt 

Kellen se partió de la risa después de levantar el dedo del medio y provocar a la castaña insípida que lo observaba desde el interior del vehículo como si fuera una atracción de feria.

Después, olvidó el asunto y siguió su camino. Rebuscó el encendedor entre los bolsillos espaciosos del pantalón y cuando lo encontró, prendió el cigarrillo que había colocado entre sus labios minutos atrás.

Echó un vistazo a su hermano menor, Azael, que venía aún más ebrio que él, junto a otros amigos.

Se adentraron en la última calle, donde cada uno tomó su camino. Excepto Kellen y su hermano, que siguieron hasta la última casa.

Esa vivienda con verjas y alambrados rotos, paredes desgastadas y partes del tejado destruidas, era la de ellos.

Kellen sostuvo a su hermano, mientras subían la pequeña escalera que dirigía a la entrada. Una vez finalizado el tramo, ingresaron.

El panorama familiar no variaba demasiado. Kellen intuía lo que encontraría después de un viernes por la noche.

Su padre, desempleado y sumido bajo los efectos de diversas sustancias, descansaba en el sofá como si no hubiera un mañana. El hombre se había convertido en una especie de vagabundo, con la excepción de que, al final del día, tenía donde caer dormido. El rubio, soltó a Azael, que se aferró a una pared y tomó al señor Hunt por debajo de los hombros. Lo movió del sofá, hasta dejarlo en el piso, este ni si quiera se inmutó.

Por último, se aseguró que su hermano ocupara el sillón. Tenían una regla: cualquier privilegio les pertenecía a ellos.

Tras fumarse el cigarrillo, abrió la heladera y bebió una cerveza fría. Según Kellen, el mejor remedio para la resaca, era ingerir más alcohol. Al acabar la botella, escaló al segundo piso. Comprobó la habitación de su hermana, Bea, de quince y el más pequeño, Levi, de trece años. Ambos dormían.

Encontró su habitación al fondo del pasillo y se dejó caer en la cama desecha, que llevaba semanas en ese estado y, de inmediato, cayó dormido.

Para Kellen, el día había llegado a su fin.

Afuera, el sol acababa de ponerse. 

✤♡✤♡✤♡✤

NOTA DE AUTORA: Solo espero haberlas dejado con las ganas suficientes de seguir leyendo. Recuerden, esto es solo una pequeña parte del comienzo. Se vienen muchas cosas. 

Me encantaría leer sus comentarios, opiniones y NO OLVIDEN DEJAR SU VOTO (sé que soy pesada pidiendo, pero realmente me ayudan a seguir creciendo) ¡Gracias! ♥

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ImpurosWhere stories live. Discover now