capitulo 27

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DARA

Tobías cierra la entrada principal de un portazo. Causa tal estruendo, haciendo que mis ojos se abran de par en par, mientras los latidos de mi corazón se aceleran. No sé qué hacer. Me tomó tan de sorpresa, que me retraigo. Me siento pequeña a su lado, pequeña y vulnerable. Cómo las veces que mamá me golpeó, justificando que era necesario para corregir la equivocación que estaba cometiendo. Diciéndome que así recordaría no volver a hacerlo jamás.

Trato de respirar y calmarme. Tengo que manejar esto.

—Así que esto es lo que hacías cada fin de semana cuando me decías que no podías venir a casa porque de pronto te sentías mal —murmura y no sé a qué se refiere exactamente, así que lo dejo seguir, por si acaso— Te librabas de todos para ir a verlo. ¿No?

Vacilo sobre mis talones, nerviosa.

—¿De qué hablas? —titubeo, tragando saliva.

—Kellen Hunt. ¿Te suena?

Mi estómago se encoge y el panorama se oscurece. No comprendo cómo lo sabe con tanta exactitud. El único acercamiento que Kellen y yo tuvimos frente a él, fue la vez que el rubio intercedió en una discusión, donde Tobías se puso demasiado nervioso.

Eso es todo.

Bajo la mirada, tratando de encontrar la manera de decírselo. Se suponía que planearía este momento, pero se escapó de mis manos. De pronto está ocurriendo y no lo dejaré ir, es la ocasión para manifestar lo que decidí: dejarlo y no casarme. Y no lo hago solo porque conocí a Kellen, en realidad, supe que no debía casarme desde el momento en que Tobías me lo pidió frente a todos y, presionada, dije que sí.

Supe que quería otra vida desde que era una niña y escuché a mamá diciendo que una mujer merecía vivir en la calle por los <<pecados que había cometido>>.

—Tobías, yo...

—Cállate, Dara. Por Dios —resopla, indignado—. ¿Te diste cuenta de lo que hiciste? Deberías sentir vergüenza. Deberías arrodillarte ahora mismo y pedir perdón. De hecho, eso es lo que harás. Abajo.

No puedo creer que esté hablando en serio. Una sensación terrorífica me atraviesa de pies a cabeza, junto a mi intuición dictando que tengo que escapar de aquí. Tal como lo haría un superior en la iglesia, está dándome una orden como si tuviera derecho a juzgarme.

Él se acerca y doy algunos pasos hacia atrás, me detengo ante el inicio de las escaleras.

—Estoy esperando —se cruza de brazos, impaciente.

—Hablemos afuera —digo, intentando pasar de él y dirigirme a la salida, pero me frena al instante, sujetándome por el brazo.

Me impulsa de tal manera, que me fuerza a regresar a mí lugar.

ImpurosWhere stories live. Discover now