capitulo 3

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KELLEN

Tali aún está a mi lado cuando despierto, duerme en ropa interior y envuelta entre las sábanas. Sobre el suelo, aún están las prendas que le quité anoche, en cuanto puso un pie en mi habitación.

La chica y yo somos vecinos desde que éramos niños. Crecimos juntos. Ha visto lo desastrosa que puede ser mi familia y yo, he visto el caos sacudiendo la suya.

Según nuestros amigos, era una obviedad que acabaríamos juntos y, por un lado, es cierto. Congeniamos, podemos hablar de cualquier cosa y, además, tenemos libertad. Aunque en un principio nos comportamos como una pareja típica, no fue por mucho tiempo. Al cabo de un año, decidimos abrir la relación, por lo tanto, tenemos permitido mantener relaciones con otras personas.

Todavía en la cama, la alarma del celular vuelve a sonar, recordando de que debo apresurarme. Tengo que ducharme, tomar un café y vestirme en menos de quince minutos, para llegar puntual al encuentro con Abraham Lawson.

Aún no puedo creer que le dije que sí.

Mientras salgo, con el cabello todavía húmedo, cruzo a mi padre que intenta subir los escalones para alcanzar la entrada principal. Y digo intenta, porque está tan borracho que ni siquiera puede ver a donde coloca los pies. La verdad, desconozco cómo se las arregla para llegar sano y salvo a casa.

—¿Me ayudas? —pregunta, sus ojos están enrojecidos y el barandal le sirve de soporte para mantenerse en pie.

—No tengo tiempo —respondo, pasando de él.

No llegaré tarde por ayudar a un tipo que llega ebrio a casa un lunes por la mañana.

En cambio, el panorama que encuentro en casa de los Lawson es totalmente lo contrario. Las ventanas están abiertas de par en par, dejando entrar los rayos de sol y los vidrios están tan limpios, que puedo contemplar el interior a la perfección.

La familia completa está sentada alrededor de la mesa principal; desayunando. El hombre está en la punta, la mujer y las tres hijas, a los costados.

No puedo evitar pensar en mi casa, que es un caos total durante las comidas. Todos intentan servirse una ración, incluso papá hace artimañas para obtener su parte –que no deberíamos darle, pero lo hacemos.

Dara es la primera en percatarse que estoy ahí fuera. Lo sé porque clava la mirada sobre mí como si estuviera impresionada. Elevo la mano para saludar, con ansias de molestarla, pero rápidamente esquiva el gesto. Lleva los ojos a otro punto, como si jamás me hubiera visto.

Entonces, toco la puerta.

—Kellen, ¿no? Llegas muy puntual —reconoce el hombre y se mueve a un lado, señalando que puedo entrar—. Todavía estoy desayunando. Tendrás que disculparme —cierra la puerta, pero me mantengo a un margen.

ImpurosWhere stories live. Discover now