capitulo 7

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DARA

Orar cada mañana, es una costumbre. Lo hacemos en familia, antes de desayunar. Agradecemos por los alimentos y por la bendición de vivir un nuevo día. Los sábados, además de lo típico, nos quedamos el resto de la mañana reunidos, leyendo fragmentos bíblicos y escuchando los planes que tienen papá y mamá para poner la fe en acción.

Así les gusta llamar a lo que ellos definen como acciones solidarias y el servicio comunitario. Papá es uno de los principales organizadores de las acciones benéficas, administra el dinero que otorgan los distintos miembros de la iglesia y lo aporta a las distintas causas.

Por su parte, mamá se dedica a conectar con la gente y tiene una extraña obsesión con <<limpiar almas>>. Le gusta creer que puede ser la guía de las personas que ella considera que están yendo por el camino equivocado.

Por eso, no me extrañó cuando mamá le ofreció empleo a Kellen. A juzgar por su apariencia, habría temido de él, pero al ser testigo de cómo <<devolvía>> una billetera repleta de dinero, se convenció de que él es merecedor de su ayuda. Papá se dedicó a recaudar información, por los datos mínimos que él le dio, sabe que vive en la última calle de la zona más <<peligrosa>> y también sabe que son cuatro hermanos.

Sé que en un futuro buscarán que él y su familia formen parte de la institución, pero no me preocupa, porque sé que no lo lograrán. Kellen demostró ser el tipo de persona que no se deja influenciar por el resto. Es tenaz, con ideales propios. Me gusta eso de él.

—¿Escuchaste, Dara?

—¿Eh?

Adormecida, entro en la cuenta de que casi quedo dormida sobre el sofá, mientras mamá leía el último fragmento. Luego la oí decir algo de los planes para esta tarde y no escuché más.

—Tobías y Elena vienen esta tarde. Elena quiere tomarte las medidas para el vestido —explica. De hecho, creo que comentó lo mismo días antes, pero lo tenía completamente olvidado.

—Ah, sí.

Además de las irremediables ganas de dormir, el dolor de cabeza ha vuelto.

—¿Te sientes bien? Te ves realmente cansada —mamá se levanta y se acerca, colocando la mano en la frente para comprobar si tengo fiebre.

—Sí. Solo es migraña —me encojo de hombros y le doy una pequeña sonrisa tranquilizadora. Sin embargo, Anna dirige una mirada acusatoria tras observar cómo me pongo de pie y la esquivo dirigiéndome a la habitación. Sospecha.

Al despertar, me increpó a mitad del pasillo, de camino a tomar el desayuno. <<¿Dónde estuviste anoche?>> cuestionó, sujetándome por el brazo. A veces, cree que tiene poder sobre mí. Casi como si fuera uno de mis padres. <<Vi que te acostabas tarde>>. Me inquieté, pero hice mi mejor esfuerzo para mantener la calma. Tragué saliva y solo dije <<Tomaba aire en el jardín. El casamiento me está poniendo nerviosa>>.

ImpurosWhere stories live. Discover now