capitulo 32

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DARA

—Déjame atender —le pido a Kellen tras ver en la pantalla que se trata de papá.

Él es estricto y se rige por las leyes de la religión, pero no es tan autoritario como mamá. De hecho, ella tiene el control en la familia. Es la que toma decisiones, dicta órdenes y manipula nuestras vidas a su antojo.

Sin embargo, mi padre nunca intervino de ningún modo. Eso me da a entender que le parece bien las técnicas que implementó ella para criarnos. Simplemente nos dejó en sus manos, acoplado a la creencia de que educar y criar niños es <<tarea de las esposas>>.

Preocupado, Kellen me pasa el teléfono y accedo a la llamada.

Gracias a Dios que lo hice, porque no es papá el que está de lo otro lado.

Es Sarah.

La escucho sollozar, intentando descifrar el cumulo de palabras que surgen desesperadas y se enredan unas con otras. No sé lo que dice. Solo deduzco que está afectada y repleta de miedo.

—¿Sarah? Escúchame. Necesito que te tranquilices para poder entenderte ¿está bien? Repite lo que acabas de decir, pero más despacio —indico, todavía sentada sobre las piernas de Kellen, dentro del cubículo del baño.

—Mamá y papá me van a mandar a un internado religioso —dice, hablando agitada. Entonces, se toma un descanso y percibo como intenta calmar la respiración—. Me lo dijeron antes de cenar, pero ya lo tienen todo planeado. Quieren que viaje mañana —vuelvo a oír su llanto y se me exprime el corazón—. ¿Puedes sacarme de aquí?

A punto de contestar, escucho que le arrebatan el teléfono.

La descubrieron.

Nerviosa, me pongo de pie zafándome del agarre de Kellen y salgo del cubículo, en dirección a la puerta del baño.

—¿Qué está pasando?

—Te lo explico en el camino —respondo percibiendo sus pasos detrás de mí, mientras atravesamos el resto del bar hacia la salida. No tengo tiempo para detenerme y explicarle ahí mismo.

Definitivamente, es la gota que rebalsó el vaso, el impulso que necesitaba para armarme de valor e ir a enfrentar a mi familia. Estoy harta de la religión, de las imposiciones, de hombres haciéndose llamar <<superiores>>, asignándose el privilegio de decidir quienes cometen pecados y qué castigo les corresponde para remediarlos. Harta de mi madre y su agobiante creencia de que le pertenecemos solo porque un día decidió traernos al mundo. Alguien tiene que decirle que debe parar, que ya es demasiado, que se ha pasado de la línea y no puede seguir manipulándonos a su antojo. No puede decidir la vida que tenemos que vivir.

ImpurosWhere stories live. Discover now