capitulo 11

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KELLEN

El aroma a café caliente me lleva directo hacia la cocina, donde Bea y Azael están en la mesa, tomando el desayuno. Además de café, tenemos copos de cereales y tortitas americanas, LA especialidad de mi hermano. Aprendió a cocinar en su trabajo, pero acá lo hace solo cuando está de buen humor. Mi padre no está, así que supongo que es el motivo del clima armonioso.

Azael se burla de mí por aparecer sobre la hora. Y es cierto, no desperté hasta que la alarma del celular sonó por séptima vez. Le explico que anoche tuve que atender a un cliente que ofreció el doble de dinero si acababa el tatuaje en una sesión. Acepté. A pesar de que llevó bastante tiempo, obtuve de inmediato el efectivo.

—¿Cuándo aceptarás hacerme un tatuaje? —interrumpe Bea. Ha visto cómo le hice algunos a Azael y está convencida de que ella será la siguiente.

—No lo sé. Cuando tengas como dieciocho, tal vez —digo, un tanto bromeando.

—Veintiuno —corrige Azael.

—Eso es mucho tiempo —bufa la contraria—. Le diré a Enzo que lo haga.

—Que lo intente —me encojo de hombros. Sé que no se atrevería. El ruido en la escalera hace que desvíe la mirada hasta ese punto y reconozco a Levi, bajando aún en pijamas—. Hey. ¿Por qué no estás vestido para ir a la escuela?

Levi se frota los ojos, todavía somnoliento.

Silencio.

Azael continúa devorando el desayuno. Bea observa al más chico con desaprobación.

—No voy a ir.

—Levi, ya hablamos sobre esto. Ve a cambiarte.

—No puedo ir —se aproxima a la mesa, toma asiento y lleva un vaso con jugo de naranja.

—¿Cómo que no puedes ir? —trato de entender, aunque lo más probable es que solo esté jugando conmigo. Sin embargo, el silencio prevalece.

La expresión de Bea habla por sí sola. Ella sabe lo que está pasando, pero espera que su hermano hable primero. Sin embargo, Levi corta un pedazo de tortita americana y se la lleva a la boca.

—Bueno, si tu no hablas, lo digo yo —advierte la chica—. Lo suspendieron por golpear a un compañero y luego gritarle a un profesor que la escuela es una pérdida de tiempo.

No necesito más detalles. Reconozco que Levi se está convirtiendo en un adolescente rebelde e incontrolable, que se las rebusca de cualquier manera para salirse con la suya. Me recuerda a mí mismo.

—Era un idiota —se justifica, mientras continúa disfrutando el desayuno—. Ahora tengo todo el día para jugar —sonríe, victorioso.

—No vas a quedarte todo el día aquí solo.

ImpurosWhere stories live. Discover now