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Esa había sido una noche larga. Realmente aún no eran ni siquiera las doce de la once y media de la noche y ya me sentía cansado. Un día cargadito, la verdad.

Cuando llegué a casa no tenía hambre por lo que me puse a trabajar para ver si esta noche sería la que el libro me dejaría leer sus páginas. El otro día ya había mostrado indicios de que estaba dispuesto. Era igual de juguetón que el mismo viento. Cuando me despistaba, estaba en un lugar que no lo había dejado la última vez y me soplaba aire con sus páginas cuando quería atención. Era como un niño y tan cabezota como un anciano.

Exactamente, esa fue la noche.

No era nada fácil de entender, ni mucho menos se acercaría a una lectura ligera. Debido a esto, me ocupó toda mi concentración tratar de entender los símbolos que se interconectaban unos con otros formando una compleja red de pura mágica avanzada. Ya de por sí, los libros mágicos tenían poder propio, y muchos de ellos incluso tenían poder autónomo.

En ese momento me pareció paradójico el cómo conseguir este tipo de información especial era similar a conseguir el aprecio y la fidelidad de alguien. Casi tres semanas había tardado en querer abrirse y lo había mimado como a ningún otro. Me había ganado su confianza y por eso me había dejado leerlo hoy.

Aunque a veces, ni con todo el esfuerzo del mundo, ni entregando y confiando en esa persona te salvabas de las decepciones.

Aunque para ser justos, Changbin me había pedido perdón y se había mostrado humilde y arrepentido. Yo no lo había querido escuchar y a pesar de mi rechazo hoy había conseguido que mi corazón temblara con su declaración de confianza. No había oído ni una sola vez otro insulto respecto a mi poder desde de discusión. A pesar de que yo había hecho todo lo posible para alejarlo de mí y no lo había buscado, estaba volviendo a meterse bajo mi piel de nuevo.

Y no os imagináis lo que eso me cabrea.

Despegué los ojos de las intrincadas páginas del libro y estiré el cuello para masajear la nuca con los dedo fríos con el aire nocturno del balcón. Adoraba leer en esa parte de mi casa. Las vistas daban a una ladera de montaña que convergía en un riachuelo en invierno y primavera, y en los meses más calurosos y con menos lluvia del año, el agua no se veía desde la altura de mi casa, pero seguía corriendo allá abajo. Hoy tenía la lámpara encendida sobre mi lectura, pero la gran luna llena de esta noche iluminaba toda la ladera de la montaña y había mucha más vida nocturna que de normal. Por la altura de la luna, diría que era pasada la media noche. Pero no tenía sueño, las noches de luna son especialmente mágicas y excitantes.

Pensando aquello, se me ocurrió algo. Podía aprovechar esa noche en particular y la información del libro para probar algo.

Con una nueva emoción revoloteando en mi pecho y las líneas del trisquel cosquilleando sobre mi piel, volví al libro y lo cerré. Me concentré en preguntarle lo que quería hacer en mi mente. Era complicado hablar con él, no se comunicaba con palabras, en su lugar, lo hacía con imágenes. Y estas eran fáciles de mal interpretar o, directamente de no entender nada. Pero en este caso tenía la imagen perfecta para transmitir mi pregunta.

Coloqué las manos relajadamente a los lados del tomo de cuero marrón con las palmas hacia él. Me concentré en el cuarzo blanco de la tapa y visualicé en mi mente primero le regalé una imagen del cielo en un amanecer como saludo y ofrenda antes de la petición. Él me respondió con el sonido de una risa infantil que resonó en mi mente, tan estridente y fácil de conseguir que me hizo sonreír a mí también. Después le enseñé una imagen de mí mismo sin camisa, surcando el cielo con unas enormes alas pardas unidas a la espalda que salían desde la altura de los omóplatos, similares a las de mi familiar y extendidas, aerodinámicas, tan fuertes que podían soportar mi peso, realizar perfectos giros acompañados del aire fresco de la altura.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora