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Cuando Chan terminó con el núcleo de Noir nos retiramos a su despacho. Efectivamente mi hermano estaba que echaba humo por las orejas.

—Cálmate.

—¿Cómo quieres que me calme, Félix? ¿Acaso voy yo a los demás aquelarres sin presentar una solicitud previa? Y no uno, no... ¿Es que se han puesto de acuerdo los seis aquelarres para venir a joder, justo hoy?

Sabía que cuando mi hermano se ponía así era uno de los pocos que podía tratar con él. Más que nada porque su poder nos afectaba a todos y no estaba seguro de si era por ser su hermano de sangre, pero, a pesar de que me temblaban las piernas de la presión de su aura, podía aguantarlo.

—Todo el mundo sabe lo que pasó anoche en el Black Sea, saben que son nuestros niños. ¿Y aún así se presentan aquí exigiendo que los vea? Son unos inconscientes altaneros y prepotentes.

Suspiré y lo dejé caminando con paso airado de un lado a otro del despacho mientras preparaba un té de esos que fabricaba él mismo. Serví dos tazas del té de frutos rojos y saqué unas pastas de té del pequeño armario de madera.

—¿Y no crees que si han hecho algo así será por algo? —Me miró airado por encima del hombro mientras llevaba todo al escritorio—. No me malinterpretes, también estoy cabreado. Es una falta de respeto, da igual cómo lo mires. Pero no creo que se hayan llamado y puesto de acuerdo para venir los seis aquelarres juntos sin un buen motivo. No sé bien de qué va esto pero supongo que tiene que ser algo importante.

—Algo importante es que tenga a ocho niños con los núcleos tocados y una de ellas en riesgo de muerte —dijo alterado dirigiéndose a la ventana—. Algo importante es encargarme de los míos. Me importa una mierda lo que quieran —hizo un ademán con la mano mandándolos a todos a tomar viento.

—Tienes razón. Ahora siéntate y come algo —dije cogiendo una pasta de té del plato.

—No me trates como a un loco —la electricidad estática del ambiente me picaba la piel ahora pero no le hice caso.

—Chan, por favor, ¿Crees que no pienso como tú? —Dije mientras me dejaba caer en una de las sillas del escritorio—. Estoy igual de cabreado, pero tú estás más cansado que yo y ahora eso es lo que te impide pensar. Hazme el favor de sentarte, comer y descansar un rato. Tengo a JeongIn encargándose de todo, ¿vale?

Suspiró apoyado en el marco de la ventana y una enredadera se le acercó al hombro y se enredó en su cabello. La luz de los rayos de sol lanzaban reflejos dorados en su cabello rubio. Con cuidado se desprendió del curioso tallo y lo dejó de nuevo colgando a un lado de la ventana para volver a la mesa.

—Bueno, por lo menos uno de los dos está descansado —dijo observándome mientras tomaba asiento detrás del escritorio y tomaba su taza de té—. Estás cargado. ¿Quiéres contarme a qué se debe este chute de energía? —Preguntó curioso y divertido.

—Eres un bipolar... —contesté con desgana—. Además, ¿no lo sabes?

Con sus visiones era difícil sorprenderlo. Dio un sorbo a su té y se recostó en la mullida silla. Nada más tocar el té con sus labios pareció que el líquido lo calmó un poco. Aquello me dio algo de respiro. No era que se hubiera olvidado de los brujos que habían fuera, pero tenía esa capacidad extraña de respirar hondo y cambiar de tema. Siempre me había preguntado si los médicos, los jueces o personas que trabajaban de cara al público tendrían alguna capacidad parecida.

—Prefiero que me lo cuentes tú, hermanito.

Sentí el trisquel vibrando en mi cuello y aquello me recordó tan vívidamente las manos de Changbin sobre mí que me quedé en silencio por unos segundos.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Where stories live. Discover now