*44*

2.2K 263 140
                                    

—Podría echarte en cara que ocultar eso a un compañero de batalla es peligroso e inconsciente.

—Oh, ¿este es el momento en el que discutimos por ocultarnos cosas? Recuérdame el momento en el que accedí a ser completamente sincero contigo. Recuérdame el instante en el que te importé lo suficiente como para preocuparte por averiguar quién soy yo.

Solo pretendía burlarme de él, de hecho mi sonrisa divertida y altiva no se había ido de mi rostro, sin embargo, su expresión cambió por una más seria. Una mucho más seria.

—Esa primera noche. Cuando vinieron a mi casa, ese primer día que te conocí quise saber más de ti. Y eso me enervaba profundamente. Esa noche cuando te acorralé en el asiento trasero del coche, me di cuenta de que solo quería tocarte porque cuando mi piel hizo contacto con la tuya, el animal que se removía inquieto en mi interior, se calmó —la boca se me secó al oírlo decir todo aquello. Y no desvió la mirada de la mía en ningún momento mientras confesaba todo eso—. Cuando aquel demonio me arañó el brazo —se tocó el lugar que había sido herido—. Esa noche pensé que lo había hecho muy mal. Que había hecho falta que un brujo cabezota se metiera a la fuerza en mi vida y me abriera los ojos. Que la fuerza de las patrullas demoníacas estaba incompleta sin un paladín y un guerrero. Y tuve aún más curiosidad por ti. Pero es verdad que no me esforcé en entender quién eras tú hasta que pasó lo del colegio y la fastidié de verdad. Así que, sí. Tienes razón. No hemos acordado ser sinceros el uno con el otro, pero quiero conocerte mejor porque no he tenido la valentía de querer hacerlo hasta hace unos días.

Bueno... no sabía qué decir a eso.

¿Qué le dices a un hombre, un vampiro, un Rey que te acababa de decir todo eso? Era casi una confesión.

La sonrisa volvió a sus labios.

—Por una vez te he dejado sin palabras. Me auto adjudico un punto.

Resoplé y bebí un sorbo de agua disimuladamente.

—Quiero hablar algo contigo —dijo—. Creo que no hemos tocado el tema nunca.

El corazón me iba un poco demasiado rápido y él estaba más elocuente de lo normal. ¿Qué es lo que pretendía? Changbin era la representación del pecado, un pecado por el que no me importaría caer en su infierno. Pero no entendía sus motivaciones. ¿por qué ahora? ¿Por qué ahora tan amable, seguro y directo? Entendía que desde el principio lo confundía, que lo ponía nervioso y me acababa de confesar algo más que no quería creerme porque no sabía qué podría acarrear. Él ya me había dicho algunas cosas con respecto a eso y... no sabía si estaba preparado para escucharlo aún.

—Em... ¿Tienes hambre? ¿Te puedo ofrecer algo de comer? —Pregunté evadiendo su comentario.

Al instante después de escuchar mis palabras sus ojos fueron a mi cuello y las vetas doradas brillaron con un hambre que no había visto nunca en él. Parecía que había dejado de respirar. Aquello debió de haberme hecho temblar de terror. Pero estaba temblando. Y no de terror.

—Félix, no me preguntes eso ahora.

—Perdona, ha sido una completa tontería.

—No lo ha sido —me tranquilizó—. Pero ahora quiero abrazarte y beber de ti mientras te estremeces en mis brazos —sus ojos volvieron a los míos. Ese hambre no se había ido de allí.

—¿Cuánto hace que no comes? —Pregunté dudoso.

—Ya la sangre común no me complace, Félix. Pero no es esa la cuestión aquí —tragué saliva que no tenía y no sabía si tenía ganas de salir corriendo o de que me hincara el diente. Aquella mezcla de terror y excitación tenía que rayar la locura—. Estoy seguro de que comprendes lo que estoy queriendo decir, ¿verdad?

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Where stories live. Discover now