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—Bienvenidos —Los recibió Changbin con una ligera inclinación de cabeza.

—Gracias por invitarnos, Su Majestad —agradeció Jennie inclinando la cabeza también de manera muy formal.

—Es un placer tener amigos de Félix en mi casa. Pasad, por favor —Changbin hizo un gesto con la mano y entró por la puerta conmigo a su lado.

Sería hipócrita no decir que estaba encantado con su recibimiento a mis amigos. Y él lo sabía. Al igual que yo sabía que se sentía aliviado por tenerme de nuevo a su lado. Cuando le agarré la mano de camino al salón me miró sorprendido, entonces alcé nuestras manos unidas y dejé un beso en el dorso de su mano. Pero no sabía por qué lo había hecho, solo... Quería hacerlo. Cerré los ojos un segundo antes de hacer un gesto muy animal restregando mi mejilla contra su piel. Todo eso en un momento muy corto, pero lo había hecho. Y ahora que sabía lo que ello significaba, era aún más raro.

Su mirada se oscureció cuando me vio y bajó nuestras manos antes de acercarse a mi oído y susurrarme:

—Te brillan los ojos.

—¿Y qué piensas hacer al respecto?

Gruñó en mi oído provocador y aquello hizo que me mordiera el labio.

Santo cielo... ¿Qué me pasaba? ¿Acaso estaba en celo? Lo acabábamos de hacer y ya quería... Quería hacer cosas muy sucias con mi vampiro.

Sería mejor que me pusiera a pensar en unicornios o algo así. Porque no teníamos tiempo. Y tampoco estábamos solos.

Respiré hondo y dejé que Changbin me guiara hasta el salón mientras yo me concentraba en aplacar mis instintos más terrenales. Parpadeé dos veces antes de asegurarme de que mi deseo no se vería reflejado en mis ojos.

Una vez en el salón me di cuenta de que la mesa había sido eficientemente recogida y limpiada de la cena sobrante y ahora brillaba la madera caoba. Changbin se paró al lado de la mesa antes de hablar.

—Podéis poneros cómodos. Jennie, puedes explicarle a mis Generales lo que sepas del encuentro de hoy? Nosotros volvemos enseguida.

Asunto resuelto, pensé.

Salimos como un suspiro hacia una de las puertas por las que no había entrado aún y nos recibió una acogedora cocina nada industrial, como pensé que sería. Había una isla de granito negro que suponía que servía como zona para presentar los platos antes de llevarlos al salón y muebles altos y brillantes cubriendo las paredes. La vitrocerámica estaba impecable y no habían platos en el fregadero. Todo perfecto.

Pero no me dio tiempo a detenerme a pensar mucho en ello. En cuanto Changbin cerró la puerta, me envolvió en sus brazos y los míos volaron a rodear su cuello para besarlo. Di un salto y me enganché con las piernas a su cintura agitando inconscientemente las alas como una parte de mí. Él me sujetó de la espalda y la cintura mientras nos movíamos.

Gemí en sus labios. Gemí cuando su lengua acarició la mía y cuando la mía rozó sus colmillos y cuando sus labios succionaron el mío inferior. Metí los dedos en su cabello negro y sentí sus músculos contraerse mientras me besaba.

Entonces me sentó en la superficie lisa de la isla y mis alas ocuparon la mayor parte del granito, haciendo que el dorado de las puntas acariciara el negro pulido.

Sentí que mis ojos volvían a brillar por el deseo y esta vez no me importó, porque quería que Changbin viera exactamente lo que me hacía tenerlo cerca. Sabía que no era el mejor momento y parecía que últimamente nada de lo que nos pasaba era oportuno.

Bajé las manos y le desabroché los pantalones a la vez que él hacía lo mismo con los míos y yo me esforzaba por quitarme los zapatos. Dio un tirón a mis pantalones y lo ayudé a que me los quitara, con él se fue la ropa interior también y se retiró un segundo para ir a buscar algo a una de las puertas del mueble cercano a la vitrocerámica. En ese espacio de apenas diez segundos repasé la parte trasera de mi rey vampiro pensando en qué parte sería más placentera saborear primero. Pero claro, de Changbin todo estaba delicioso siempre.

Et Sanguis Magicae ||ChangLix|| [1] Where stories live. Discover now